En un lapso de aproximadamente 18 horas, entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, supremacistas y policías blancos asesinaron a más de 300 afroamericanos, quemando miles de hogares, hospitales, escuelas, iglesias y negocios y dejando hasta 10.000 personas sin hogar.
Hace exactamente 100 años, Estados Unidos vivió la masacre racista más brutal de su historia. Supremacistas blancos ayudados por la policía atacaron, bombardearon, saquearon e incendiaron la comunidad negra de Greenwood en Tulsa, Oklahoma.
En un lapso de aproximadamente 18 horas, entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, asesinaron a más de 300 afroamericanos, quemando miles de hogares, hospitales, escuelas, iglesias y negocios y dejando hasta 10.000 personas sin hogar.
Greenwood en Tulsa era uno de los barrios afroamericanos más acomodados del país en ese momento, también conocido como "Black Wall Street". Esa mínima prosperidad entre los afroamericanos, medio siglo después de la abolición formal de la esclavitud, no era soportada por los supremacistas blancos.
Un rumor fue suficiente para que comiencen los ataques. En relato de una adolescente blanca que acusó a un joven limpiabotas negro de haberla agredido, sin que exista prueba alguna, fueron la excusa perfecta para una masacre brutal.
Más de 1.200 viviendas de ese barrio en Tulsa fueron destruidas. Si bien se desconoce el número exacto de muertos, porque nadie quiso investigar, los historiadores establecen la cantidad de fallecidos en al menos 300.
Ni una sola persona fue detenida o afrontó cargos por lo sucedido en esa ciudad del centro de Estados Unidos, y nunca se pagó compensación a las familias que perdieron sus casas y sus pertenencias.
"Lo sucedido en Tulsa es esencial para entender la experiencia de los negros en este país, donde han sido objeto de violencia por los blancos supremacistas desde el comienzo", señaló a la agencia efe la historiadora Brenda Stevenson, profesora de estudios afroamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
Lo que querían los asaltantes blancos en 1921, indicó Stevenson, "era recalcar que si los negros van a vivir en nuestra sociedad, lo van a hacer como inferiores. No van ser económicamente o culturalmente iguales".
Durante décadas, las Gobiernos locales, estatales y federales miraron para otro lado, y se tardó hasta 2001 para que la comisión creada por el estado de Oklahoma para documentar los hechos reconociese, por ejemplo, que las propias autoridades policiales de Tulsa habían suministrado armas a los supremacistas blancos.
De la atroz masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces y testigos del terror.
Una de ellas es Viola Fletcher, de 107 años, quien compareció en marzo ante el Congreso, donde recriminó la desmemoria vivida.
"Aún veo hombres negros a quienes les disparaban, cuerpos de negros en las calles, aún huelo el humo y veo el fuego"
"Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo. No lo haré, y otros supervivientes no lo harán, nuestros descendientes no lo harán", señaló en tono desafiante a los legisladores sobre lo ocurrido cien años atrás.
La historia que va desde la esclavitud, pasando por la masacre de Tulsa y llegando al brutal asesinato de George Floyd que volvió a encender la chispa del movimiento Black Lives Matter el año pasado, son algunos de los hitos que muestran que la historia de Estados Unidos es una historia apoyada en el racismo institucional, y el capitalismo estadounidense es inherentemente racista.
En los Estados Unidos, el racismo estructural es el legado directo de la esclavitud. Una vez que los esclavos fueron liberados, los sureños que ya no podían esclavizar a la gente legalmente, así como los capitalistas industriales del norte, comenzaron una recreación sistemática de la opresión negra para garantizar sus ganancias en todo Estados Unidos. Los negros se convirtieron en el último escalón de una clase trabajadora en crecimiento. No pudieron sindicalizarse, recibieron los salarios más bajos y fueron mantenidos fuera de las principales industrias. Los intentos de "capitalismo negro" fueron sistemáticamente aplastados, como lo muestra el brutal ejemplo del ataque supremacista blanco de Tulsa.