No siempre se puede ver en un evento público, expresada con total descaro, la crudeza con que el interés de clase de una ínfima minoría se impone sobre las necesidades más elementales de la mayoría trabajadora. Por lo general el interés de clase burgués se disfraza con expresiones como “crecimiento económico”, “recuperación de la economía”, “rentabilidad”, “reestructuración empresarial”, “producción nacional”, etc. Todas palabras y frases que quieren decir simple y llanamente: la producción y las relaciones de trabajo se van a ajustar a lo que necesite el interés patronal, punto.
Esta vez, sin embargo, hemos podido ver a un empresario y político opositor, además de líder religioso, plantear con toda franqueza cómo lo que para unos es sufrimientos, desespero, angustias y penurias que no acaban, para otros es sinónimo de cosas buenas, ventajas y excelentes oportunidades.
En un espacio dedicado a “discutir” la nueva ley de “Zonas Económicas Especiales” planteada por el gobierno, Javier Bertucci tomó la palaba y señaló que los capitalistas privados “tienen sumo interés en la ley, porque ven la posibilidad de convertirse, desde Carabobo, en empresas que exportarían hacia todo el continente, por lo barato de la mano de obra venezolana, y por los beneficios que podrían tener en el asunto impositivo”.
Cerró afirmando: “Aplaudimos la ley, la apoyamos desde la bancada opositora, y le auguramos todo el éxito, porque le auguramos al país el éxito”, y que felicitan “los esfuerzos que se hacen por sacar la economía venezolana adelante”. Claro, la franqueza de clase no podía durar mucho, ya allí vemos la vuelta a ese discurso que pretende hacer pasar los intereses de una clase particular como si fueran los intereses del país: “el éxito del país”, “sacar adelante la economía venezolana”.
Por supuesto, semejante descaro de clase no pasó desapercibido. Desde ex diputadas fieles a Maduro hasta no hace mucho, como María Alejandra Díaz, quien la catalogó como ley de “Zonas de Explotación y Extractivismo”, a intelectuales de izquierda que llegaron a tener una relación cercana con Chávez en sus primeros años, como Javier Biardeau, llegó el rechazo. Los cuestionamientos a la fulana ley incluyen a figuras como Pascualina Curcio, hasta mediados de 2018 economista estrella del gobierno, quien ha escrito “Mis preocupaciones sobre la ley de Zonas Económicas Especiales en Venezuela”, publicado este lunes en Últimas Noticias. Por supuesto, la rechazamos de plano también quienes siempre nos hemos ubicado como oposición por izquierda al chavismo.
Bertucci salió luego a “aclarar” lo que dijo. Que no saquen de contexto sus palabras, dice, que eso es parte de la “antipolítica” que hay que cambiar. ¡Como si hubiese algún otro “contexto” que pudiera cambiar el sentido de lo que dijo con bastante claridad!
Neoliberalismo y entreguismo
Esta ley no hace más que continuar el ya largo curso entreguista, privatizador y brutalmente antiobrero del gobierno de Maduro y las FF.AA.
El gobierno pasó años aplicando lo que podríamos llamar un “ajuste inflacionario”: los disminuidos dólares (por la caída en los precios del petróleo y la producción) fueron dedicados privilegiadamente para el exterior en pagos de deuda externa, reduciendo drásticamente los recursos para importaciones de alimentos, medicinas y demás insumos básicos, se dio continuidad a la fuga de capitales (los dólares yéndose al exterior también vía banqueros, empresarios y corruptos de todo tipo), y se emitían alocadamente bolívares con los que se cubría gastos internos del Estado y vendían la ilusión de estar “aumentando” el salario; el resultado fue la depreciación descomunal de la moneda nacional y una pulverización histórica de los salarios, pensiones y ahorros en bolívares, además de la ruina de los ingresos del Estado, un acelerado colapso de los servicios y empresas públicas, y una expansión macabra de la pobreza.
De esta política seguida desde 2014, en agosto de 2018 el gobierno da un cambio parcial hacia una más propia de la ortodoxia neoliberal, con el objetivo declarado de una “estabilización macroeconómica”. Operó un giro abierto a convertir en oficial y legal todo lo que fuera dictando el mercado: el bolívar se megadevaluó para llevar el dólar oficial al precio del mercado paralelo, se despenalizó la circulación del mismo, los precios de los productos de la canasta básica se acordaron con los empresarios al nivel de hiperinflación que ya en los hechos “el mercado” había impuesto, el primer paso para luego ya dejar libertad total a los aumentos de precios.
Un ataque directo y brutal a los derechos de la clase trabajadora era parte del paquetazo, con la imposición de unas nuevas tablas salariales y el memorando 2792, que desconocían por decreto los contratos colectivos en todos los sectores de la economía, dejando sin efecto derechos conquistados por las trabajadoras y los trabajadores en décadas de lucha. ¡Por supuesto, esto terminó de hundir al máximo el precio de la fuerza de trabajo en el país, esa ventaja que tanto agrada a Bertucci y los empresarios de los que habla!
Ese impuesto indirecto al salario y al bolsillo popular como lo es el IVA, fue aumentado, al tiempo que se extendían las exoneraciones de impuestos a más sectores del capital privado, incluyendo a las transnacionales petroleras.
Ese paquetazo no logró la fulana “estabilización”, la inflación voraz siguió haciendo de las suyas, el bolívar siguió su depreciación meteórica, pero lo que sí logró fue profundizar las penurias del pueblo, facilitar los negocios empresariales en medio de la catástrofe, y acelerar el camino para hacer más grande, como nunca en décadas, la brecha económica y social en el país.
Agreguemos que a este período corresponden también la imposición de sanciones económicas, embargo petrolero parcial y confiscación de empresas y recursos en el extranjero, por parte del imperialismo estadounidense, en su agresiva injerencia por imponer su propio gobierno en el país. Agresiones imperialistas que, de manera criminal, buscan ahogar más la ya en terapia economía nacional, y vinieron a profundizar los padecimientos que arrastrábamos.
El entreguismo del gobierno de Maduro ha ido paralelo a toda esa política de ajustes capitalistas. El hecho de privilegiar desde 2014 pagos al capital financiero internacional a cambio de condenar al país a la más grave decadencia, es en sí mismo parte de ese entreguismo nacional. Pero ha habido otros momentos claves: la puesta en práctica del Arco Minero del Orinoco en 2016 –época desde la cual venía ya cobrando terreno la política de las “Zonas Económicas Especiales”–, la nueva ley de inversiones extranjeras sancionada por la farsa de “Constituyente” a finales de 2017, la exoneración de impuestos a los pulpos petroleros decretada en 2018, y de conjunto en curso privatizador y entreguista en el sector petrolero que viene ya desde 2015.
A este curso le siguió recientemente la mal llamada “Ley Antibloqueo” y ahora esta nueva ley para la creación a mayor escala de la “Zonas Económicas Especiales”. Tan regresiva que el propio gobierno, acostumbrado a ningunear a placer las exigencias que vengan del lado obrero y popular, o desde la izquierda no gobiernera, no ha podido dejar de dar cuenta de las críticas que han surgido, afirmando Maduro que la ley “es perfectible” (¿!).
La #LeyMaquilas
Una “Zona Económica Especial” (ZEE) es el eufemismo con el que se nombran territorios en los cuales el capital privado puede hacer de las suyas más aún que en el resto de la economía, donde puede violentar leyes laborales, tributarias y ambientales. Es una zona franca para mayor explotación de trabajadores y recursos naturales.
Mano de obra más barata, exoneración de cumplir derechos laborales, muy bajos o ningún impuesto, mayor libertad para saquear los recursos naturales, he allí las características de las ZEE. Maduro dice expresamente que esta ley persigue un “modelo productivo exportador”.
El artículo 19 de la ley que Bertucci aplaude y que la oposición en la Asamblea Nacional aprobó junto con el gobierno, señala que las empresas “podrán tener la devolución automática, total o parcial de los impuestos por un período de hasta diez (10) años”. Sus ganancias, hechas con la explotación de la fuerza de trabajo y recursos nacionales, podrán estar libres de aportarle al Fisco Nacional. ¡Claro, como si no necesitara el país recursos para resolver los tantos problemas agudos que tiene!
En la lucha antes de que se impusiera el Arco Minero, señalamos que su implementación convertiría 12% del territorio nacional en una ZEE. Hoy podemos decir, sin exagerar, que la política del gobierno apunta a convertir a casi todo el país en una gran maquila.
Las “maquiladoras”, o simplemente “maquilas”, han sido la manera en que en nuestra región se ha conocido ese mecanismo con el cual los capitales de las principales potencias, en especial EE.UU., pudieron relocalizar y reordenar sus cadenas de producción hacia zonas de países “subdesarrollados” donde podían explotar a trabajadoras y trabajadores con jornadas más extenuantes, sin mayores derechos contractuales, sin sindicatos, sin “cargas impositivas”, garantizando así partes o productos acabados que requerían en sus propios países. En lugar de producirlas en sus países de origen, debiendo pagar los salarios e impuestos del caso, lo hacían donde podrían someter a la fuerza de trabajo a condiciones de súper explotación.
El ex candidato presidencial que hizo campaña regalando un plato de sopa en los sectores populares, dice que, para el objetivo del negocio exportador de los empresarios, es positivo que la clase obrera tengo un salario tan pírrico y que ellos además no paguen casi impuestos.
A decir verdad, la existencia de un régimen de súper explotación similar al de las maquilas, claramente delineado en esa ley, no se limita a los territorios y sectores que abarque la misma, sino que con la política antiobrera de Maduro, ya es de hecho una realidad en gran parte del país. Con empresas nacionales y transnacionales –incluyendo gigantes corporaciones mundiales como Mondelez– que pagan una absoluta miseria, ignorando la existencia de derechos contractuales y organizaciones sindicales, dedicando, de hecho, parte importante de la producción a la exportación.
Consenso burgués y un verdadero frente capitalista contra la clase obrera
Con toda razón, en un folleto de divulgación del marxismo para los obreros, quien años más tarde fuera el principal dirigente de la revolución obrera y campesina de 1917 en Rusia, Vladimir Lenin, decía: “Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas, sociales, los intereses de una u otra clase”.
Aun cuando el país lleva muchos años atravesado una enconada pugna por el poder político, con importantes intereses geopolíticos confrontados, con zarpazos de uno u otro bando, confiscaciones, intentos de golpe, persecución política, etc., ese enfrentamiento agudo y las frases de cada bando, no pueden impedirnos ver los intereses de clase que hay detrás.
Hoy, esta que llamamos #LeyMaquilas, muestra precisamente ese ámbito en el que pueden ponerse de acuerdo. Parten de un consenso burgués, no escrito ni declarado, sino implícito en la lógica de todas las fracciones en pugna: cualquier plan económico cuenta como “ventaja” con la destrucción del salario y las conquistas de los trabajadores y trabajadoras. Se trata, por supuesto, no de planes económicos a secas, neutros, sino con un carácter de clase definido, son planes económicos capitalistas, en diferentes versiones, según la fracción de que se trate.
Mientras las familias trabajadoras nos hemos sumido en la decadencia y la ruina –cuando no en la tragedia– por la destrucción de nuestras conquistas y la erosión del precio al que nos pagan nuestra fuerza de trabajo, para los políticos del gobierno y la oposición, para los empresarios extranjeros o venezolanos, de cualquier bando, eso resulta ser algo beneficioso, favorable para sus intereses de clase. El pellejo que realmente se sacrifica es el nuestro.
Como reza una consigna que durante años ha acompañado más de una manifestación, la lucha es de clases. La verdadera línea divisoria no es chavismo versus antichavismo, ni gobierno versus oposición, es la que separa a los explotadores, sus políticos y sus respectivos aliados internacionales, de la clase trabajadora y el conjunto del pueblo pobre.
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