El pasado lunes, impactó en varios medios la noticia. Una orientadora social, perteneciente al Equipo de Orientación Escolar de la Escuela Primaria N° 9 de Quilmes, se acercó al domicilio de uno de los niños de la escuela, para conocer la situación familiar, en virtud de su escasa participación en las clases virtuales y en las propuestas realizadas por el equipo.
Al llegar y escuchar gritos, alcanzó a ver tras la puerta la terrible escena de una mujer (madre del niño) siendo apuñalada por quien fuera su pareja, en presencia de sus hijos. Inmediatamente, realizó un llamado al teléfono de emergencia. El agresor actualmente se encuentra detenido. La mujer víctima, por su parte, se halla fuera de peligro, aunque tiene lesiones graves.
En los medios hegemónicos y siempre apelando a lo morboso, fue resaltada la imagen de la orientadora social, como una heroína que impidió el desenlace más terrible. Sin embargo, poco se dice del nivel de exposición de la misma como trabajadora o de la situación de vulnerabilidad a la que estaban expuestos los niños protagonistas del caso y su mamá.
Los casos como el descripto, donde aparecen heroínas que dejan de ser anónimas, ponen al descubierto la realidad de la mujer trabajadora. Esto se observa mayormente en los ámbitos de la salud o de la educación, donde hay una mayoría de mujeres desempeñando diversos cargos de exposición, poniendo en riesgo su salud y su vida misma (como en este caso), con sueldos de miseria.
De hecho, las mismas trabajadoras de la línea 144, órgano creado para consultas de mujeres que viven situación de violencia, luchan cotidianamente contra sueldos a la baja e inestabilidad laboral. Puede parecer una paradoja, pero sin embargo son realidades que hablan a las claras de las prioridades estatales, en relación a la política de género.
Estamos a días de un nuevo 3J, fecha emblemática desde el año 2015, cuando por primera vez más de un millón salimos a las calles a gritar “Ni una Menos, Vivas nos queremos”. Sin embargo hoy, seis años después, los índices de femicidios no paran de aumentar. En el año 2020, solo en la provincia de Buenos Aires, se registraron 115 femicidios.
Hoy la cifra es de un femicidio cada 23 horas. No deja de impactar que en el mismo municipio conducido por Mayra Mendoza, en el barrio San Cayetano una semana antes fuera víctima de femicidio Ayelén Jara Gutiérrez. Una joven que fue parte de la recuperación de tierras de Guernica a la que fue en busca de un terreno huyendo de la violencia machista. ¿Cuántas mujeres víctimas de violencia fueron reprimidas, hostigadas y desalojadas brutalmente por la policía de Sergio Berni y Axel Kicillof en Guernica?
Cada uno de los femicidios que seguimos presenciando, forman parte del último eslabón de una cadena de violencias. No hay un Estado ausente. El Estado es responsable cuando crea ministerios de cartón sin presupuesto, sin intervención real en la vida de las mujeres, sin acceso a posibilidad laboral, o con trabajos de miseria, sin un techo al que acceder para escapar de su agresor, sin comida para ellas y para sus hijos, cuando no son tomadas en cuenta al realizar una denuncia, o se resuelven medidas que dejan en total desprotección sus vidas. El Estado es responsable cuando desaloja miles de mujeres, niñas y niños, con gases y balas de gomas, prendiendo fuego sus casillas.
Dos caras de una misma moneda. La trabajadora que evitó un femicidio y la mujer a quien salvo la vida. De ambas el Estado es responsable.
El movimiento de mujeres ha dado muestra de las peleas históricas que conquisto haciéndose escuchar en las calles.
Este 3 de Junio, más que nunca, la cita es por todas y cada una de las que ya no están, y por los derechos de aquellas que nos encontramos día a día con un Estado que cuida los intereses de los que manejan los resortes de la economía, mientras la lista de femicidios asciende y las condiciones de vida de todo el pueblo trabajador empeoran. |