Seis millones de dosis para 14 países. Cerca de 500 mil dosis por país, o sea, menos de 250 mil personas inmunizadas. Si todas las vacunas fueran para Brasil alcanzarían para vacunar a un miserable 1,5% de la población. Ese es el enorme gesto de la administración Biden para su patio trasero. La cantidad de dosis languidecen comparadas con los 600 millones de dólares que el país envió a Colombia en 2020 como ayuda militar. Las prioridades siempre claras.
Un comunicado de la Casa Blanca confirmó la donación y el método de distribución, el mecanismo Covax, pero no se aclaran los montos destinados a cada país ni de qué vacunas se habla. EE. UU. cuenta con stock de AstraZeneca, Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson, todas marcas estadounidenses, excepto la primera, que no lograron gran distribución en la región.
Por muy simbólico que sea, el gesto es importante. Muestra la continua preocupación del imperialismo yanqui por la competencia en América Latina. Es que la diplomacia de las vacunas hasta ahora favorece a China y a Rusia, los creadores y distribuidores de los antivirales que por ahora inmunizan latinoamérica en gran medida.
Chile vacunó a gran parte de su población con la china Sinovac, aunque las terribles políticas de Piñera hicieron que la epidemia siguiera descontrolada en el país. La misma vacuna es prevalente en Brasil, donde además se logró un acuerdo para fabricarla, aunque el bloqueo de exportaciones de materias primas desde China dificulta su producción.
Argentina ya recibió varios cargamentos de la Rusa Sputnik V y recientemente el instituto Gamaleya anunció que los lotes de prueba producidos en el país pasaron los controles de calidad. El ejecutivo argentino confirmó que la producción nacional iniciaría en el corto plazo, aunque habrá que ver para creer, considerado el fracaso con la vacuna de AstraZeneca.
Biden llegó tarde a la contienda y sus adversarios le sacaron ventaja. Tuvo que remar el desastre interno que le dejó Trump, un negacionista de la primera hora que hizo que su país estuviera a la cabeza de los contagios y muertes en el mundo. Aunque tener un sistema de salud privado completamente expulsivo e inhumano también hizo su parte.
Con un enorme porcentaje de su población vacunada, y teniendo contratos “por cientos de millones de dosis más de las que podría usar”, el demócrata intenta mostrarse como un gran líder mundial. Pero viendo que el resonado anuncio de la liberación de patentes no pasó de un intento de presión a las farmacéuticas, podemos dudar de que estas muestras grátis tengan un gran efecto.
Si algún interés genuino tiene en ponerle fin a la pandemia es porque entiende que, siendo el centro del mundo, EE. UU. nunca va a estar completamente a salvo hasta que el virus esté medianamente controlado.
En última instancia, poco le importa a Biden la salud de millones de personas, solo está buscando un punto de apoyo para hacerse fuerte y resistir los embates de sus competidores internacionales. |