Un joven precario sin derechos. La lucha de una madre a la que el Estado le devolvió un hijo muerto. La espera por la condena del efectivo de la Policía de Entre Ríos, Mauricio Gómez.
Iván Pérez (24) corre en cueros por un descampado del barrio Molinari, Gualeguaychú, Entre Ríos. Son alrededor de las 10:30 del 9 de octubre de 2019. El día está perfectamente soleado.
Una bala recorre entre 95 y 100 metros. Lo atraviesa desde la nuca y le sale por la frente. Iván cae a pocos pasos del “Ministerio Puertas del Cielo”, la iglesia evangélica del barrio. Es la única edificación precaria que hay cerca. Más adelante, monte. A derecha e izquierda, campo abierto y yuyos.
¡Le dí! - dice Mauricio Gómez, efectivo de la Policía de Entre Ríos, que llegó al volante del móvil N° 647 con su compañero, Juan Alberto Zapata. Minutos antes, alguien había llamado a la comisaría por el hurto de una caja de herramientas y una amoladora. Gonzalo Folmer, de 18 años fue detenido por el robo. La persecución fue tras Iván.
Iba desarmado, de espaldas. Gómez bajó de la camioneta, desenfundó su 9mm, desactivó tres seguros y aplicó 5 kilos de fuerza sobre el gatillo. Nunca dio la voz de alto.
Hace pocos minutos que está en el suelo.
Iván, hijo… - le dice Rosa, su mamá, que acaba de llegar pensando que el tiro habría sido con bala de goma o en una pierna.
Iván no le contesta y no podrá hablar con él nunca más.
“¿Qué le podría haber hecho a 90 metros, de espaldas y desarmado?”
Es la pregunta que se hace Rosa Castro, mamá de Iván, cuando le cuenta a este diario lo que pasó ese 9 de octubre y lo que se vive día a día en el barrio Molinari con la Policía de Entre Ríos.
“Más de una vez cuando había un robo decían ‘fue Iván’, cuando él estaba durmiendo acá. No salía todas las noches”, cuenta. “A los allanamientos los hacían como corresponde, porque venía una persona de la fiscalía, aunque todos los que hicieron acá dieron negativo. Pero cuando venían sin fiscalía, entraban a golpear la puerta y a pegarle a Iván, siempre sin orden de allanamiento, se bajaban corriendo con las armas en la mano y entraban pasando todo por encima”.
Una de esas veces quedó registrada en un video que Rosa envió a este diario:
Rosa dice que a los 15 minutos su hijo estaba en la casa de vuelta porque no tenían orden de allanamiento, no habían encontrado nada en la casa y fiscalía evaluó que no había fundamento alguno para detenerlo. Pero su relato continúa y es tan ilustrativo como el video:
“Ese día antes de que Gómez lo matara, testigos que declararon en el juicio vieron a Iván cartonear en un campito que está ahí nomás. Siempre juntaba cobre, chatarra. Iba a un galpón acá cerquita y vendía. Supuestamente robó las herramientas de camino entre ese descampado y casa, todo está a cinco minutos caminando. El vecino llamó a la policía y detuvieron a Folmer.
Yo estaba embarazada de seis meses. En ese momento dormía pero creo que Iván salió corriendo de atrás de casa cuando llegó la policía. ¿Sabés por qué? porque siempre hubo un problema con la policía que se metía sin permiso, pateaba la puerta, apuntaba con las armas.
Una vez estábamos con una amiga tomando mate. Mi amiga se asoma, un policía pasaba con el arma apoyada en el borde de la ventanilla de la camioneta. Yo salgo porque me dio una bronca y le grito, pero nunca pensé que se iba a bajar corriendo. Tengo la puerta de atrás rota y me acuerdo que éramos mi amiga, Iván y yo, los tres agarrando el picaporte porque se nos quería meter. Se tomó una medida porque el tipo no pudo entrar más al barrio. Yo fui a hablar con el jefe de la Policía. Los gurises cuando lo veían a él, sabían que tenían que disparar porque ese tipo se bajaba a pegar y lastimar, y apuntando con el arma. Era una persona trasladada de Concordia, porque había tenido denuncias por vejaciones allá.
Tenía otro video donde lo tienen a Iván en el piso. Pude grabar muy poco. Cuando se da cuenta de que lo filmaba un policía me apunta con el arma, entonces disparé para adentro. Tenía el video donde a mí me apuntaba y se me borró. También de cuando lo suben a la camioneta, le pegan un culatazo en la cabeza y le dejan la cara toda ensangrentada.
No era solo contra él. Una noche siento que gritaba un chico. Atrás de casa hay otro terreno. Voy, miro y era la policía que le pegaba y le pisaba la cabeza. Hacía muy poco que Gómez había matado a mi hijo y tenía tanto miedo que dije si le grito algo capaz me pegan un tiro a mí. Fui, busqué a la mamá, pegamos la vuelta y cuando llegamos, una policía mujer le decía “no es tu hijo el que está acá”. Yo le digo a la mamá, nos vamos a quedar porque yo lo vi, es tu hijo. Y era el chico ese. La policía lo soltó y salió caminando. Lo habían corrido porque estaba en la plaza.
El juicio por jurados fue muy doloroso porque fue como revivir todo lo de Iván. Yo ya sé lo que la sociedad piensa, pero los testigos son claros, las pruebas están, fue un fusilamiento.
¿Qué le podría haber hecho Iván a 90 metros, de espaldas y desarmado?”.
Un año y siete meses sin condena: basta de impunidad y de espera
Después de un año y cinco meses, la causa llegó a juicio con la carátula “Gómez Mauricio Javier sobre homicidio agravado por tratarse su autor de un miembro de las fuerzas de seguridad, en abuso de sus funciones”.
El hecho se juzgó en el primer juicio por jurados de Gualeguaychú, en cuatro audiencias realizadas en la sala de convenciones, los días 26, 29, 30 y 31 de marzo de 2021. Fueron transmitidas por el canal de Youtube del Poder Judicial de la provincia de Entre Ríos.
Estando probado que fue el autor del disparo, la defensa del policía intentó demostrar que no lo hizo voluntariamente y que desenfundó su arma 9 milímetros basado en la “peligrosidad” que evaluó que representaba Iván en ese momento. Para esto acudió a mentiras, como que Iván tenía antecedentes por robos a mano armada, cosa que Fiscalía desmintió categóricamente a este diario. La jueza Alicia Vivian, encargada de conducir el debate, permitió que la defensa introduzca mucha información impertinente, que no tenía nada que ver con el hecho que se juzgaba -el fusilamiento- sino con los antecedentes de Iván. El objetivo fue desviar el eje del debate para culpabilizar a la víctima y confundir al jurado con información secundaria.
Las deliberaciones del jurado en torno a la culpabilidad de Gómez fueron secretas. No se puede saber cuántos opinaban que debía quedar libre y cuántos no. Se sabe que el jurado no fue unánime en su veredicto, por lo que el juicio quedó “estancado”. Esto quiere decir que las audiencias en las que se interrogó a los testigos y se exhibió la prueba, debe repetirse con la intervención de un juez técnico y jurado popular diferentes.
Si este segundo jurado tampoco fuese unánime, Gómez, quien ya tiene una condena por vejaciones ilegales en un juicio abreviado, podría ser absuelto por el beneficio de la duda y quedar libre. Por el momento, sigue siendo acusado y la familia de Iván espera que no se dilate más el segundo juicio y se obtenga la condena que le corresponde: cadena perpetua.
La juventud que construye los hospitales no tiene derechos
“Tengo 27 años, soy dos años mayor que Iván. Mi familia está compuesta por mi vieja, Rosa, Iván que era mi único hermano varón y mis tres hermanas, Tatiana, Ayelén e Ivana que es la más bebé, la que Iván no llegó a conocer. Estaba ansioso porque naciera su hermanita y le terminaron arrebatando la vida antes”, cuenta a este medio Exequiel Castro, hermano de Iván.
Se dedica a la construcción. Cuenta que ahora, con la pandemia, está todo parado en Gualeguaychú: “está difícil la mano”. Él no vive en el Molinari, sino en un barrio más precario que está atrás. “Tiene calle de tierra, no tenemos servicios. La luz, el agua y las cloacas llegan hasta la esquina. Todo a trasmano, todo lejos, el cordón cuneta está a una cuadra”, describe.
Aporta la foto de su hermano sonriente a la cámara, con casco y ropa de albañil. Entre otras obras, cuenta que trabajaron juntos contratados para la construcción del nuevo hospital local.
Exequiel pudo ver el momento en que Gómez mató a su hermano y declaró como testigo en el juicio. Su relato coincide con el de otros testigos visuales del hecho:
“Lo mató porque se le antojó matarlo, como quien dice. Ese día yo estaba trabajando a dos casas de donde vivo y pude ver todo.
Mi hermano era una persona común y corriente, con ganas de vivir, de seguir adelante. Era un pibe de familia, venía seguido a ver a sus sobrinos. Con la madre un respeto bárbaro, hacia sus hermanos también.
Mi mamá había pedido ayuda por todos lados por la adicción de Iván. Ella quería que lo internaran. Una vez le dijeron que ‘no estaba muy deteriorado’ por la droga como para internarlo, o sea que tenés que esperar que una persona se esté muriendo. Yo lo acompañé a unas entrevistas en Concepción del Uruguay para internarse. Tenía que hacer cinco entrevistas y te decían si quedaba o no quedaba. Ellos, cuando tienen esa adicción tan grande, no es mucha la voluntad que ponen a veces, por más que quieran cambiar, hay que estar en esas condiciones… pero él fue a las cinco entrevistas y quedó. Estuvo internado y fue un tiempo que andaba re bien.
Él había estado trabajando en el parque. Mucho tiempo laburó conmigo en albañilería. Yo lo llevaba seguido; mayormente laburaba conmigo o en el campo. También trabajó en la construcción del hospital nuevo, el hospital Centenario”.
“Esta lacra tiene que morir”
El día que mataron a su hijo, Rosa dijo a la FM local, Radio Máxima, que hacía años pedía ayuda: “Ya andaba el comentario de que la Policía lo iba a matar”. El día 26 de diciembre de 2018, diez meses antes del asesinato, el sitio NOVA publicó su pedido de auxilio. La misma Rosa planteaba que Iván cometía delitos menores, como el hurto, para consumir. Ya no sabía qué hacer para salvarlo: “La valentía de esta madre la impulsó a pedir ayuda a la Justicia de Gualeguaychú, pero le expresaron que nada pueden hacer”, publicó el sitio.
“Hay una sala en el hospital Centenario para la atención de pacientes con problemas de salud mental, dentro de los cuales está el consumo problemático de drogas, pero de ahí a dar respuesta a la situación en algunos casos extremos, que requieren internaciones y tratamientos de estas características, nada… se necesita muchísimo más de lo que hay. Por más garra y buenas intenciones que haya, necesariamente requiere una inversión económica, es así, sino no funciona”, dice Matías Ayastuy, director de Derechos Humanos de la municipalidad de Gualeguaychú.
El gobierno municipal y el provincial, del que depende el financiamiento del hospital, son del mismo signo político:
“Hay una ley alucinante que plantea la desmanicomialización, que tiene una teoría hermosa pero se aplica mal en los hechos, porque nunca tuvo el financiamiento para dar atención, acompañamiento y resolución a los problemas de salud mental. La respuesta a todas las madres de todos los Iván Pérez de todo el país, fue, es y, si no se le pone fondos a este tipo de cuestiones, va a seguir siendo absolutamente insuficiente”, agrega Ayastuy.
Ivonne, madre de Pablo Kukoc, relató a LID que el joven asesinado por Chocobar (policía bonaerense), también sufría adicciones y ella también hizo esfuerzos muy grandes para que el Estado lo rescatara pero nunca le dio respuesta, hasta que lo mató con una bala por la espalda.
“Cuando me separé del papá, a él le afectó mucho. Nos mudamos al barrio Pereda y empezó a ir a la escuela. Tenía 12 años. Fue por ahí. Empecé a notar algo en él, que no era él, lo empecé a notar más encerrado, más lejos de la familia, ya no se sentaba a comer con nosotros o se sentaba atrás de la casa solo… Una de mis hermanas me dijo que se había enterado de que Iván consumía. Enseguida empecé a pedir ayuda. De inmediato llamé al Consejo del Menor. Vinieron a mi casa, con un asistente social, lo internaron en la sala 6 del hospital Centenario con mi consentimiento, porque era menor. Lo tuvieron una semana. Después estuvo con un tratamiento ambulatorio, fue un año que anduvo re bien hasta que nos vinimos acá, al Molinari, cuando ya tenía entre 16 y 17 años. Acá empeoró y nunca más pudo salir”, dice Rosa.
“Seguí yendo al Copnaf (Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia), que antes era el Consejo del Menor. Del juzgado me mandaban al hospital y del hospital me mandaban al juzgado. Cuando pedí ayuda en el juzgado, me dijeron que tenía que denunciar a mi hijo. Hice todo lo que me dijeron. Denuncié a mi propio hijo con todo el dolor del alma. Tenía que llamar una ambulancia para que lo internaran con una custodia y pudiera hacer un tratamiento, hice todo. Después vinieron a hablar y me dijeron que no, que eso no se podía hacer. En el hospital estuvo varias veces internado, una semana o menos, a veces tres días y lo largaban, no hacen otra cosa”, continúa Rosa.
El día que Gómez asesinó a Iván, otra madre del barrio lloró ante las cámaras del Canal 9 Litoral:
"Yo soy una de las mamás que hemos llegado a las radios, hace 13 años que lucho porque tengo un hijo adicto. Iván es una parte mía, todos los días lo hablaba, pero son pocos los que los ven como seres humanos (...) la Policía me dijo ’este lacra tiene que morir’. Hace un mes le dieron una paliza en la puerta de la casa. Y yo me metí porque soy una mamá que le da impotencia, no por tener un uniforme podés hacer lo que quieras (...) Una lo que quiere es salvarles la vida, evitar una muerte, ellos no se dan cuenta que están enfermos y las mamás queremos ayudarlos para que no queden muertos como un animal tirado(...). Hagan algo, ¿cuándo van a sacar a los vendedores de droga?”.
Cárcel o cementerio
La fiscal Martina Cedrés, quien estaba de turno en el momento del hecho y encabezó el primer tramo de la causa, sostuvo en diálogo con este diario que “en ese barrio hay puntos de venta de estupefacientes, pero es muy difícil realizar la investigación porque enseguida avisan ante la presencia de un móvil o persona ajena al barrio, es muy difícil llevar tareas de vigilancia en el lugar”.
La versión del comisario Ruiz Moreno, que declaró como testigo en el juicio la contradice. Dijo repetidas veces que al llegar al descampado donde Gómez acababa de matar a Iván, los vecinos no lo reconocían como efectivo porque tanto él como su compañero estaban de civil y que esto hacía creer que había menos presencia policial. En ese momento se desempeñaba como segundo jefe en la División de Investigaciones.
Es la misma policía que patrulla permanentemente el barrio y acude con prontitud ante un hecho como el que motivó la llegada de la camioneta N° 647 ese día: el robo de una caja de herramientas y una amoladora. Por esto el móvil policial llegó de inmediato, entró al barrio y además de asesinar a Iván en el marco de la persecución, detuvo a Folmer con un destornillador en la mano. Los testigos, cuando hablan en el juicio sobre la camioneta N° 647, lo hacen con familiaridad, acostumbrados a su presencia en el barrio.
Cedrés comparte con Ayastuy la crítica respecto de la falta de recursos para la atención de casos como el de Iván, desde el punto de vista social y sanitario. “Tenemos una intervención desde la justicia penal en algo que debería abordarse desde otro lado. Uno toma intervención, lo detiene y todo como para decir bueno, tratamos y por supuesto, le encargamos a la Policía, ‘fíjense el estado del chico’; es como para tratar de solucionar la situación en la emergencia, pero no podemos dar solución de fondo”, aseguró la funcionaria y remató: “A veces, hablando con algunos defensores públicos que trabajan con chicos muy vulnerables, dicen que hay algunos que directamente están destinados a la cárcel o al cementerio porque el Estado no tiene otra herramienta”.
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Primera entrega de una serie sobre el caso y el juicio por jurados.
Producción de La Izquierda Diario Investiga.