Foto: Claudio Gutiérrez - Los Andes
El pasado martes 1 de junio fue el cumpleaños del club deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba. Han pasado cien años desde su fundación por obreros bodegueros en la plaza departamental, hasta la historia reciente, donde el Tomba salió campeón del torneo nacional B, subcampeón de la primera división del fútbol argentino y participó de copas internacionales. Sin dudas, en este periodo de tiempo, el club se ha convertido en el más grande del oeste del país y sus manifestaciones se ubican en el centro de la agenda mediática de la provincia de Mendoza. La polémica desatada por los festejos del centenario ha tenido repercusión a nivel nacional, porque miles de personas participaron de caravanazos y confluyeron en el estadio Feliciano Gambarte. Las imágenes con las tribunas colmadas, sin distanciamiento social en el peor momento de la pandemia, recorrieron los medios de comunicación.
No se trata de tener una posición de intentar justificar lo sucedido en los festejos, porque hay varios hechos discutibles, pero es necesario el análisis de esa manifestación masiva. Una de las discusiones es con la cobertura periodística de los acontecimientos, porque hubo periodistas que con indignación pedían la intervención de la policía, planteaban que hubo una zona liberada, exigían controles y hasta la represión de la manifestación. Esto en el marco de la situación represiva que sostienen tanto el Gobierno nacional como provincial con el argumento de la pandemia. “De la casa al trabajo, del trabajo a la casa” es el contenido de la propaganda gubernamental, mientras también plantean que son mínimos los contagios en los lugares de trabajo, las escuelas y el transporte público.
El grueso de las y los hinchas de Godoy cruz son personas de los barrios del este y del oeste del departamento, que sufren la crisis sanitaria y económica, con muertos, hambre, despidos, suspensiones, precarización laboral, sin IFE, etc. Son estas mismas personas que fueron al Estadio, en su mayoría, que salen a trabajar de manera informal todos los días, sin condiciones sanitarias, en el transporte público, etc. exponiéndose a contagiarse y contagiar a sus familias para poder comer. Así como también sufren la inflación, en una situación donde todo sube y el salario no alcanza, y donde las condiciones laborales y de vida han empeorado notoriamente.
Este periodismo que pedía tiros y balas para las familias, con niños y niñas, que asistieron al festejo, es el mismo periodismo que no se indigna de la misma manera con las manifestaciones de los anticuarentena, por ejemplo, que cada dos por tres se reúnen en el centro de la Ciudad. Como alguna vez escribió Carlos “el indio” Solari en relación a algunos músicos de su época: “Roqueros bonitos, educaditos”.
Podríamos decir que estos periodistas también son educaditos en ese sentido, y que hacen un periodismo clasista, porque son blanditos con los poderosos, como por ejemplo en el caso de corrupción del juez federal Walter Bento, donde manda la pauta y poco dicen, y por el contrario se despachan con miles de caracteres en contra de las personas de las barriadas, y sólo se acuerdan de ellas para enojarse y pedir represión. ¿Por qué no se enojan con la falta de vacunas para estos sectores?
Lo que ocurrió en el festejo del centenario es comparable con el fenómeno, también en pandemia, que se desarrolló con la muerte de Diego Maradona, y un compañero me recordó aquel testimonio de un hombre que decía que a veces no tenía para comer pero que lo veía a Maradona y era feliz. En este sentido, en una entrevista que fue viral hace unos pocos meses, el humorista Sebastián Weinraich le respondió a uno de estos periodistas educaditos, que cuestionaba lo ilógico de ser hincha de futbol, de la siguiente manera: " Si gana un equipo y yo me pongo contento es un montón, no tantas cosas me ponen contento en la vida. ¿Pero sabés por qué me gusta ser hincha? Porque no sirve para nada. Y hoy todo tiene que servir para algo, tiene que ser productivo".
Sigmund Freud en relación a la psicología de las masas planteaba que en la multitud todo sentimiento y todo acto son contagiosos, hasta el punto de que el individuo “sacrifica” su interés personal al interés colectivo, actitud ciertamente contraria a su naturaleza. Digo esto ante las valoraciones morales de los hechos, porque no creo que las miles de personas que fueron al Estadio son “covidiotas”, ni anticuarentena, ni que no valoran el esfuerzo de las trabajadoras y los trabajadores de la salud, sino que el efecto de la multitud, hace que no se tomen ciertos cuidados, como el distanciamiento social, por ejemplo. Y en última instancia cada hincha al exponerse al contagio del virus, pone en riesgo su propia vida.
Además, en lo relacionado con la identidad y pertenencia de la hinchada con el club, durante la pandemia se han vivido hechos dolorosos y traumáticos, como fueron la muerte del “loco” Julio Roque Pérez, el hincha más querido, y el suicidio de Santiago “el morro” García, el último ídolo. También ocurrió un hecho histórico, “la vuelta a casa”, al Estadio feliciano gambarte, donde Godoy Cruz jugó 3 partidos oficiales después de 16 años sin poder hacerlo. Y la hinchada que fue protagonista de la remodelación para la habilitación de AFA, no había podido asistir.
Con esto quiero expresar que se pueden tener diferentes visiones sobre esta desobediencia colectiva, desde que es una acto irresponsable, innecesario, estúpido, etc. cómo han señalado en los medios de comunicación, hasta se puede tener la mirada que es un desahogo de una situación angustiante que sufren miles de personas, una alegría, una bocanada de felicidad entre tanta muerte y penurias. Esto último sin justificar que no se tengan los cuidados necesarios para preservar la salud y la vida, porque las vidas de los trabajadores y trabajadoras, y nuestras familias, las tenemos que cuidar entre todos y todas, sino no nos cuida nadie. Pero lo que es totalmente repudiable es que se exija represión o que se inicie una caza de brujas con las personas que participaron de la manifestación. Porque una cosa es discutir, criticar, polemizar, y otra muy distinta es ponerse la gorra. |