“A nadie quise ofender, de todas formas, quien se haya sentido ofendido o invisibilizado, desde ya mis disculpas” dijo el presidente de los argentinos en un supuesto intento de disculpas, aunque no reconoce haber ofendido ni invisibilizado a nadie.
Y me volví a preguntar qué es “ser argentino”, una pregunta que da vueltas en mi cabeza y en mi vida cada vez que, por ejemplo, acudo a alguna institución pública y me preguntan mi nacionalidad. Porque parecen no creer lo que dice mi DNI.
La pregunta aparece cada vez que recuerdo alguna mirada de desconfianza detrás de las vidrieras de un shopping, la vergüenza por el color de mi piel que aprendí a sentir apenas ingresé al sistema educativo y cuando me hacían bullying los nenes rubios y de ojos claros del colegio privado donde terminé la primaria gracias a una beca.
Yo sabía que mi mamá no podía defenderme de ese bullying, que más “fácil” para todos era que yo me calle y me haga fuerte porque era mi “oportunidad” de tener unos años de “buena educación”. Hacerme fuerte y no “victimizarme”, como lo había hecho mi abuelo -que de chico llegó de Bolivia y me enseñó a recitar y a que la palabra “boliviano” no era insulto-, ese que murió tan pobre como llego al mundo siendo hijo de la clase obrera.
En el año 1946 y desde Abra Pampa a Buenos Aires, “El Malón de la Paz” fue impulsado por la necesidad de las comunidades originarias de reclamar al Presidente Juan Domingo Perón que cumpliera su promesa de campaña de una “reforma agraria”, la cual nunca llegó. Lo que sí llegó fue el maltrato y ocultamiento del malón, que fue cargado como ganado en un tren para volver en silencio a la miseria ¿Será porque sólo en el cuarto oscuro los originarios podemos pasar como “argentinos”?
En 1947 casi mil originarios de comunidades Pilagá fueron masacrados en Rincón Bomba, también bajo el gobierno del General Perón. Aunque eso no lo aprendí en la escuela, siento que es parte de la historia de mi clase, pero no sé si de la historia de “los argentinos”. Porque aún me sigo preguntando ¿Qué es ser argentino?
En la escuela me enseñaron que debía amar una bandera, cantar himnos a la “patria”, rendir honores al “padre del aula”, a la “madre patria”, que la forma de vida de mis antepasados era de “salvajes”, todas cosas necesarias para “ser argentino”, cosas que ni hoy entiendo.
Durante los doce años de kirchnerismo y los cuatro de macrismo, murieron por desnutrición decenas de originarios. Otros fueron asesinados por las fuerzas al mando de gobernadores (intocables) cuasi señores feudales, otros perseguidos y encarcelados por reclamar sus territorios ancestrales y cuestionar la “propiedad privada” que el hombre “civilizado” impone a sangre y fuego.
En esos años tuve que dejar de estudiar muchas veces. Siempre intentaba retomar pero terminaba dejando porque mis “profesiones” (de empleada doméstica, de empleada de comercio, de niñera, de vendedora ambulante, de trabajadora de campo) no me dejaban tiempo ni recursos suficientes y parece que casi me acerco a la respuesta que busco…
Ayer Alberto Fernández dijo que “los argentinos descendemos de los barcos” y me sentí una vez más como cuando esos nenes rubios me arrinconaban a escondidas de las maestras y amenazaban con pegarme, pero ya no tengo miedo de hablar.
Concluí por todo lo antes dicho que el presidente es “un peronista de Perón”, y que en realidad sus intentos de disculpas no eran tales porque si no reconoce la ofensa, es porque no reconoce al que ha ofendido. Si ese otro originario no existe, se naturaliza el por qué de tanta desidia y falta de respeto y deshumanización. Ejemplo de ello es que no sea un escándalo la muerte de miembros de comunidades originarias durante el año pasado en el NOA no sólo por COVID, sino por desnutrición y dengue. Como aprendí investigando para rendir una materia en la UNGS: a la supuesta desaparición física (no real) de las poblaciones originarias se le agrega una vez más la desaparición simbólica.
Después de todo Eva Perón consideraba a la “Conquista de América” como una “gesta popular”, digna de ser reivindicada. Entonces ¿será que “ser argentino” es no ser originario, o negar ser originario, o simplemente ser empresario para tener acceso a la tierra, o ser descendiente de europeos, o tener la piel mucho más clara que la mía?
Sigo sin entender del todo. Será por eso que mi “patria” son la gente de mi clase, donde quiera que estén, esos que trabajan y así mueven al mundo, y como son mi “patria” celebro cuando esos pueblos se revelan y levantan la voz como en Colombia; como en Chile; como en los setenta en Argentina; como en el sur los mapuches y los "elefantes”; como en la Europa de los chalecos amarillos; como las, los y les que no se resignan a pagar las crisis que patrones “argentinos” (y extranjeros) generaron. Resulta difícil poner en palabras lo que se siente ante tantas ofensas como originaria y trabajadora. Me sigo preguntando qué es ser “argentino” pero más convencida que nunca que, como dijo Karl Marx: “Los obreros no tienen patria, no se les puede arrebatar lo que no poseen” y que “La Tierra es de quien la trabaja”. |