En los últimos días circularon varios videos del Instituto Nacional de las Mujeres - InMujeres - realizados hace unos tres meses en el marco del Día Internacional de la Mujer sobre el trabajo de remunerado. Los videos fueron criticados en las redes sociales por el mensaje que dan y por lo que no se dice ni cuentan de la realidad de miles de mujeres en nuestro país.
El contenido del discurso de los audiovisuales están cargados de estereotipos y micromachismos. Por ejemplo, uno de ellos comienza hablando de los "corona kilos", mensaje que sigue en sintonía con los estándares de belleza impuestos en una sociedad gordofobía y machista. De igual manera se coloca al hombre como alguien a quien enseñarle, tenerle paciencia y encomiar en cuestiones del trabajo en el hogar. También se repite varias veces en el discurso la idea de "inversión a largo plazo" como si la pareja y familia se manejaran con una lógica empresarial.
Hasta en tono de chiste recomiendan comprar el libro de "Crandon" para que los hombres aprendan a cocinar. De la misma manera se generaliza la conformación de las familias - heteronormativas -, hablando de la importancia de las redes de contención haciendo referencia a la importancia de los abuelos, tíos, etc. Entre el tono de sarcasmo y burla, comentarios superfluos y machistas, los audiovisuales buscan supuestamente "reivindicar" a la mujer, pero lejos estuvieron de hacerlo porque el discurso estaba muy alejado de la realidad que las mujeres uruguayas estamos enfrentado desde que comenzó la pandemia.
Estos videos van dirigidos a un sector de mujeres: a las mujeres de los sectores acomodados de la sociedad, a profesionales, empresarias y “emprendedoras”, que manejan sus inversiones, que buscan el éxito individual, que tienen autos, propiedades y con poder adquisitivo. Mujeres privilegiadas como Beatriz Argimón, Laura Raffo o Mónica Bottero, que expresan su feminismo, un feminismo liberal.
Lejos de sentirnos representadas y defendidas, los audiovisuales nos muestran que hay dos realidades. La realidad de unas pocas a quienes van dirigidos el mensajes: mujeres con pareja y contención familiar, que tienen vivienda y trabajo, donde las preocupaciones son "los kilos de más", "que no se manche o achique las prendas en el en el lavarropas", o "que temen que el marido no les cocine rico".
Sin embargo, hay otro Uruguay que no se menciona, donde las mujeres viven una realidad muy diferente. Hablamos de las mujeres que están criando solas a sus hijos, sin pareja y sin ninguna contención de familiares. Aquellas mujeres que no tienen techo o que hacen tremendos esfuerzos para poder pagar un alquiler, las que no tienen empleo y las precarizadas. No mencionan cómo les está costando a miles de uruguayas el poder alimentar a sus familias, tampoco mencionan las que tienen que recurrir a las ollas populares y merenderos, o aquellas que colaboran en estos lugares en solidaridad con sus comunidades. Ni hablar de aquellas mujeres que por la emergencia sanitaria y económica están viviendo con sus agresores y padeciendo todo tipo de violencia.
En el marco del Día Internacional de la Mujer había tantas cosas que necesitábamos escuchar: respuestas, soluciones, empatía ante un contexto tan complejo y donde reina la incertidumbre en miles de hogares.
Las mujeres trabajadoras y de sectores populares nada podemos esperar de este gobierno que sólo piensa en discursos y soluciones para una determinada clase, dejando totalmente olvidadas a las mayorías. El desempleo crece, la canasta básica familiar sigue aumentando, familias que se están quedando sin techo, mujeres que siguen muriendo por feminicidios o a causa de la pandemia; y desde el gobierno sólo recibimos silencio, falta de apoyo o estos materiales institucionales que son una vergüenza.
Somos nosotras, las mujeres trabajadores, las que somos doblemente explotadas por este sistema capitalista y estructura patriarcal, explotación que se profundiza con la pandemia: trabajamos fuera de nuestras casas y dentro de nuestros hogares, y al trabajo que realizamos en nuestras casas también se le suma el cuidado de nuestros familiares enfermos por coronavirus, con todo lo que eso implica.
Aún en plena pandemia hemos continuado luchando por nuestros derechos en todo el país. Este año, tanto en el 8M como en el 3J, hicimos escuchar nuestra voz exigiendo medidas contra la violencia machistas, la trata y la explotación sexual; exigimos soluciones reales para las mujeres que están sin trabajo y sin techo.
Urge una salida para nosotras y para nuestra clase, es necesario unir las luchas de las mujeres con la fuerza de la clase trabajadora para dar una verdadera salida, ya que nada podemos esperar de los responsables de esta crisis.
