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26 de junio de 2021 Twitter Faceboock

Debates
Peronismo, clasismo y unidad de la izquierda
Facundo Aguirre | @facuaguirre1917

El Manifiesto Comunista sostiene que la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos. Karl Marx y Friedrich Engels, cuando proclaman ese principio, lo hacen llamando a construir un partido aparte del de la burguesía liberal. Ellos afirman que toda lucha de clases es una lucha política que debe llevar a la constitución de una fuerza política de clase.

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Esta discusión tiene particular importancia en nuestro país, donde la clase obrera es dirigida por un partido burgués, el peronismo, a través de las direcciones burocráticas de los sindicatos y los movimientos sociales. El peronismo, para mantener su control político e ideológico sobre la clase trabajadora, apela a la idea de un frente común en defensa del interés nacional y, en el caso del Frente de Todos, en particular, poner un freno a la derecha y el ajuste sin fin del macrismo. Ambos planteos son desmentidos por la realidad de una política dictada por la subordinación a los dictados del FMI y el ajuste que la misma implica sobre el pueblo trabajador, así como la capitulación frente a los embates de las patronales.

La idea de que la emancipación de los trabajadores será su propia obra es lo que mueve el llamado del PTS en el FITU a unir a toda la izquierda clasista bajo el programa común de lucha por el gobierno de les trabajadores. Se trata de elevar al plano de la disputa con los partidos de la patronal la conciencia de los trabajadores, usar las elecciones como una tribuna para dicho fin y las bancas y puestos que se conquisten para fortalecer la lucha callejera y de clases.

Peronismo y política obrera

El 17 de octubre de 1945 Juan Domingo Perón, desde los balcones de la Casa Rosada, planteó una máxima que la participación de los trabajadores en la sociedad era ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. El objetivo era desmovilizar a quienes habían copado la ciudad de Buenos Aires y limitar su protagonismo político al rol pasivo de acompañar a Perón; es decir, que la política la hacen los patrones y no los trabajadores y sus organizaciones. El Partido Comunista y el Partido Socialista que eran las grandes organizaciones de izquierda de aquellos años, claudicaron al frente gorila y se integraron a la Unión Democrática alentada por el embajador yanqui Spruille Braden. El sindicalismo que articuló el movimiento de los obreros en aquella jornada histórica, puso en pie el Partido Laborista, que se encontraba basado en los sindicatos, como un intento de partido sindicalista de conciliación de clases, cuya función fue apoyar la campaña que llevó a Perón a la presidencia. Pero rápidamente Perón ordenó su disolución y encarceló a los dirigentes más díscolos que se resistieron, como Luis Gay y Cipriano Reyes. Desde entonces la burocracia sindical no solo es una casta privilegiada asociada al Estado patronal sino un garante de la subordinación de los sindicatos al peronismo. Liquidaron así su independencia política y el carácter de organizaciones de combate de la lucha de clases.

Cuando el ascenso de la lucha de clases tiene lugar, esta situación de subordinación empieza a ser cuestionada. Después del golpe que dio origen a la revolución fusiladora en 1955, la clase obrera reorganizó sus fuerzas por abajo y comenzó la resistencia, mientras la burocracia de los sindicatos capitulaba sin resistir y Perón huía en una cañonera paraguaya.

La resistencia obrera contra los fusiladores de José León Suárez y sus continuadores civiles fue un momento de extraordinario ascenso de la lucha de clases, de revitalización de las comisiones internas y de surgimiento de nuevos dirigentes sindicales. En esos momentos la izquierda peronista encabezada por John William Cooke, contuvo a los trabajadores dentro de los límites de la política burguesa planteando que los trabajadores no podían oponer su propia fuerza política a la del frente nacional policlasista que representaba el peronismo. La clase obrera es llamada a cumplir el papel de columna vertebral que sostiene a una dirección burguesa cuyo programa era preservar mediante la conciliación de clases la dominación capitalista.

Insurgencia obrera, autoorganización y lucha política

Posteriormente, a partir del Cordobazo en 1969, se inicia otra fase de ascenso de la clase trabajadora y la juventud que plantea el surgimiento de nuevas organizaciones democráticas y de combate a partir de las comisiones internas. En Córdoba empieza a surgir un nuevo movimiento obrero cuya manifestación más importante son los sindicatos clasistas del SITRAC-SITRAM, que cuestionan la hegemonía de la burocracia sindical y el peronismo entre los trabajadores. El movimiento obrero que protagonizó la semiinsurrección, su vanguardia, se dividió entre los clasistas y Agustín Tosco, quien encabezaba el llamado sindicalismo de liberación.

Tosco opinaba que los sindicatos tenían que formar parte de un frente antiimperialista que unía, por una etapa prolongada, a los trabajadores y los patrones “nacionales”, a los partidos de la clase obrera con la izquierda pequeñoburguesa del peronismo y la guerrilla en un frente de liberación. En consecuencia, se negaba a enfrentar en la arena de la lucha política al peronismo como dirección de los trabajadores.

En 1973 ante las propuestas para que encabezara una fórmula presidencial obrera contra el peronismo, declaró tajante que no pensaba ser “el polo anti-peronista”. En Córdoba apoyó abiertamente la candidatura del FrejuLi a la gobernación que llevaba a Ricardo Obregón Cano y el dirigente de la UTA, Atilio López, como candidatos.

El SITRAM-SITRAM, por su parte, estableció la democracia obrera como método de dirección y unidad de clase, se definió anti-patronal, antiimperialista y hasta por el socialismo, pero consideraba que la lucha sindical era el terreno exclusivo de la acción de los trabajadores y se negó a convocar a la constitución de un partido de clase. La dirección del SITRAC-SITRAM perdió una oportunidad histórica para unir detrás de una política independiente de los trabajadores, a la amplia vanguardia que, bajo el impacto de la insurgencia en Córdoba, se iba extendiendo por todo el país.

En la negativa de los clasistas a hacer política propia, se expresa un límite profundo de lo que podemos considerar una experiencia de sindicalismo revolucionario que, por sus características democráticas, anticapitalistas, anti-imperialistas, su definición a favor del socialismo y su intención de luchar por la independencia de los sindicatos, constituían el embrión de un partido de clase. Pero no nunca dio el salto necesario hacia un partido. Como señalaba León Trotsky discutiendo con el sindicalismo francés de los años ‘20 del siglo anterior: “La independencia de la influencia de la burguesía no puede ser un estado pasivo. Solamente se expresa mediante actos políticos, o sea mediante la lucha contra la burguesía”.

Unidad de la izquierda e independencia política

Las y los luchadores ven en la izquierda un punto de apoyo para pelear por sus demandas. Los tercerizados ferroviarios, los trabajadores de EMA, les compañeres de LATAM, les jóvenes precarios, les compañeres de la Asamblea Permanente de Guernica que luchan por vivienda y trabajo genuino, entre muchísimos otros, son hoy protagonistas de importantes conflictos. Allí se está forjando una vanguardia que enfrenta no solo a las patronales y el gobierno sino también a la burocracia sindical y de los movimientos sociales que los divide y deja abandonados.

Desde el PTS venimos llamando a la más amplia unidad de la izquierda para rodear de solidaridad estas luchas y para impulsar la autoorganización democrática y la coordinación con el fin de agrupar a les compañeres. Entendemos esta pelea como una tarea fundamental para luchar por recomponer la unidad de los trabajadores y por la recuperación de las organizaciones obreras de manos de la burocracia sindical.

Muchos de quienes participan en esta pelea que tiene por escenario las calles, pueden pensar que con esta unidad alcanza. Pero en la actual situación de crisis y ataque a les trabajadores, toda lucha reivindicativa tiende a transformarse en una lucha política abierta contra un gobierno que ha optado por seguir los dictados del FMI contra el mandato que le dieron las mayorías populares que votaron sus promesas de terminar con el ajuste. En un escenario donde la oposición macrista también hace demagogia contra las consecuencias sociales del ajuste, la lucha callejera está íntimamente unida a la pelea por enfrentar a los partidos patronales constituyendo un gran frente de independencia política de les trabajadores.

Las lecciones de la lucha de clases de la segunda mitad del siglo XX, nos enseñan que no alcanza incluso con la autoorganización y la combatividad para vencer definitivamente sobre el capital y sus agentes de la burocracia sindical. La unidad de la izquierda clasista es fundamental para usar estas elecciones como tribuna de una política anticapitalista, para que les trabajadores, las mujeres y la juventud conquisten las condiciones para dar un salto en la conciencia política dando pelea al Frente de Todos y Juntos por el Cambio, es decir los partidos del régimen del FMI.

 
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