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28 de junio de 2021 Twitter Faceboock

Vivienda digna
Mujeres al frente en Lisandro Olmos: la pobreza y el relato que no fue
Corresponsal La Plata

En el barrio Santa Rosa de La Plata, son muchas las familias que se vieron obligadas a formar un asentamiento y viven en terribles condiciones de vida. Sin embargo, las mujeres que lo habitan deciden contar sus historias de vida y buscan organizarse por un futuro distinto.

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Ingresando desde avenida 44, al oeste del casco urbano de La Plata, debemos adentrarnos unas diez cuadras pasando las primeras cuadras del Barrio Santa Rosa, para llegar al asentamiento formado frente al arroyo de la zona. Uno más de tantos que aparecen en escena en los últimos años. Decenas de familias han tenido, como única opción de vivienda, casillas precarias justo junto a un arroyo, con todos los riesgos que esto implica. La indigencia se conjuga con un fenómeno que viene creciendo: las mujeres como sostén de hogar.

En un informe que se dio a conocer por parte del CIPECC, ya a principios de 2020, se destacaba que 36% de los hogares argentinos contaban con una mujer como sostén de hogar, escalando esa cifra a un 55% en los sectores más vulnerables. Actualmente, tras la crisis socioeconómica devenida de la pandemia, esa cifra no hace más que escalar, con un índice de desocupación ubicado en el 11% y un 42% de familias bajo la línea de pobreza.

¿La respuesta del Estado?: medidas vergonzosas de contención social con planes de miseria o, mediante su faceta punitiva, con brutales represiones, como ha sucedido con el emblemático caso de la toma de Guernica, en la provincia de Buenos Aires. Basta escuchar la realidad de las mujeres del barrio, para tomar dimensión de esta alarmante situación.

Adquirir un terreno en la zona, con servicios precarios y falta de acceso a transporte y urbanización, se estima actualmente en 25000 dólares, una cifra imposible para cualquier laburante que la pelea para vivir día a día.

Vanesa asentó su casilla hace aproximadamente cuatro años en la zona, buscando un techo para sus tres hijas. En la parte trasera, luego de tener que usar el dinero de ayuda social (IFE) para un flete que le permitiera buscar maderas cedidas por quinteros, armó la casilla su hermana Milagros, con un techo de nylon, al igual que la mayoría de sus vecinos.

Tal como lo describe Laura, las condiciones de las viviendas resultan sumamente precarias. “Tenemos el techo con nylon, no tenemos chapa, los chicos viven en casilla. Cuando se llueve se inunda todo, convivimos con agua adentro de la pieza, algunas casas tienen piso de cemento y otras solo tierra, vivimos el día a día. Los nenes se tienen que meter debajo de las frazadas para que no les caiga el rocío del mismo nylon. Yo tengo 7 nenes y cada dos por tres los busca y se los lleva el papá, porque no puedo tenerlos. No tienen cama, me prestan colchones para que duerman. Me tengo que alejar de mis hijos porque no tengo condiciones…”

"Para que llegue al barrio un servicio tan elemental como el agua, tuvimos que hacer una declaración jurada. Una vez q hicimos el trámite nos presentamos para que la empresa de agua nos baje el medidor, pero ahora hay q abonar $15400, sumado a ello luego el pago de la boleta mensual", grafica.

Claramente, en la situación de emergencia en la que se encuentran, muchas veces deben dejar de pagar el servicio, lo que obliga a pedir botellones de agua a otros vecinos de la zona. “Es una barbaridad lo que nos cobran ($1300 por bimestre) más estando en pandemia, somos todos gente necesitada”, expresa Laura, con bronca y dolor.

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A su vez, las conexiones de energía eléctrica resultan precarias y sumamente peligrosas. Utilizan gas envasado. Según relatan las vecinas una garrafa les dura de 15 a 20 días depende como la usen, debiendo abonarlas $650. Es decir, que muchas veces deben elegir pasar frio, para que el gas tenga más duración.

Las mujeres entrevistadas se sostienen de manera casi estricta con la Asignación Universal por Hijo. Débora, otra de las vecinas, comenta que ella tiene otro ingreso por el trabajo de su marido en la casa, pero que el mismo confecciona invernáculos, con entradas informales sin regularidad.

Las vecinas del asentamiento y sus hijos sufren el día a día, cuando buscan cubrir las necesidades más elementales como la alimentación, el techo y la ropa de abrigo. También con la ausencia de obras de infraestructura en el barrio (cada vez que llueve las inundaciones se lo llevan todo), o la falta de transporte de pasajeros cercanos.

Además, los reducidos recursos (humanos y materiales) en el Centro de Salud de la zona N°18. El mismo casi no funciona, no cuenta con pediatra, ginecólogo ni vacunación. Ni hablar de insumos básicos de atención.

Las dificultades de acceso a la escolaridad también son notorias, tanto por la distancia, la falta de soportes virtuales, dificultades para acceder al transporte, o falta de dinero para cargar la tarjeta sube. Niñas y niños que se alimentan de lo que llega a su escuela, con la mejor de las suertes cada 15 días, con una tarjeta alimentar que no alcanza, o con el comedor que funciona en el barrio solo una vez por semana, con meriendas 3 veces a la semana por parte de otra vecina en las mismas condiciones.

Sin embargo, con los cambios de gobierno también confiaron en que por fin serían tenidas en cuenta, que de una vez iban a valer sus derechos: “Teníamos esperanzas de un cambio, porque el gobierno pasado fue terrible pero cada vez estamos peor, nos sentimos abandonadas. Nos dieron nada más IFE solo 3 meses y ya no alcanzaba para lo básico. Hoy directamente comemos 1 sola vez al dáa. Luego tomamos mate o té para engañar al estómago y no sentir tanto frio” cuenta Laura, mientras sus vecinas asienten.

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Por la actual situación de pandemia, además de las condiciones de vida que influyen directamente en lo sanitario, nos comentaron que recientemente fueron inscriptas para vacunación (plan El Estado en tu barrio) pero sin embargo no hubo más novedad al respecto. No tienen forma de saber si fueron llamadas o no. Laura también nos habló de los adultos mayores “Mi papá es un hombre grande que trabaja en la quinta, y se tiene que ir igual, aunque no recibió vacuna. Se tiene que hacer la jubilación y nadie lo ayuda con los trámites. Los viejos también sufren. Si a mi papá lo ven en la calle lo para la policía, pero él necesita salir a trabajar. No creo que un móvil de policía le de para que coma! Las dejan abandonadas a las personas mayores también"

El actual gobierno llegó de la mano de promesas de campaña que priorizaban a los niños, a los jubilados, a la salud y a la educación, por sobre los intereses de las grandes corporaciones. Sin embargo, casos emblemáticos como el de Guernica o testimonios como el de las vecinas entrevistadas, nos muestran a las claras las respuestas del Estado ante el flagelo del hambre y la desocupación.

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Sin embargo, lo más importante de todo, es que la historia continúa. Las mujeres del Santa Rosa nos cuentan que hoy viven día a día, pero no se resignan. Se acercaron a medios locales para mostrar su realidad, en busca de algún tipo de ayuda, aunque solo recibieron un colchón y algo de ropa.

Cansadas de golpear puertas sin tener respuestas favorables, empiezan a ver el potencial de su fuerza. Piensan en organizarse, en tener su olla popular, pero entienden que esto no queda ahí. Desde el acceso a lo más básico hasta luchar por todos los derechos que el Estado debiera garantizarles y les niega: sueñan y piensan un futuro distinto para sus hijos y empiezan a organizarse para hacerlo realidad, sin esperar más de los gobiernos de turno.

 
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