Participación en la mesa "Democracia y antidemocracia en la UNAM y balance del movimiento #UNAMNoPaga" realizada junto a profesores de la FES Acatlán como parte de las actividades de la Asamblea General.
El movimiento que atravesó la universidad en los últimos meses no es un rayo en cielo sereno. El movimiento estudiantil viene de varios procesos que se han dado en los últimos años. Desde el movimiento #YoSoy132, Ayotzinapa y el más reciente movimiento contra los porros del año 2018.
Por su parte, la pandemia como telón de fondo de este movimiento, ha generado una elitización del conocimiento donde solo aquellos estudiantes con internet y dispositivos han podido seguir las clases virtuales, complejizando la enseñanza en un contexto de precariedad y violencia que atraviesa la juventud. Hay un malestar en la juventud y es un fenómeno internacional.
Ahora bien, no es un secreto que la UNAM tiene una estructura de toma de decisiones cuasi feudal, como un rey y una corte. El rector es elegido entre 15 notables, ligados a los grupos de poder que mueven facultades como medicina o derecho y estos notables a su vez son elegidos por el rector.
Aunque hay algunas universidades como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) donde los estudiantes tienen un margen de participación mayor en la toma de decisiones, en la UNAM, los cientos de miles de alumnos, docentes y trabajadores que le damos vida a la universidad no tenemos prácticamente ni voz ni voto. Apenas en los planteles hay un “Consejo Técnico”, consejo que debiera permitir un mínimo de representación para la comunidad, pero que en realidad está integrado por gente afín en la mayoría de los casos al director en turno, a veces, como en el caso de la FES Acatlán directores represores y autoritarios fuertemente cuestionados por la comunidad.
Históricamente, el movimiento estudiantil en la UNAM ha puesto en cuestión esta estructura antidemocrática universitaria. En 1986 estalló una huelga cuando las autoridades intentaron imponer el llamado “plan Carpizo”, un plan tecnificador de la universidad para hacerla más “productiva”. Esta huelga se levantó (por la política claudicante y burocrática del Consejo Estudiantil Universitario) con la promesa de llevar adelante un Congreso Universitario, el cual nunca llegó.
En 1999 la llamada “huelga de fin de siglo” cimbró la universidad más grande del país paralizándola en un contexto electoral donde luego de 70 años el PRI perdería el poder presidencial. Esta huelga derrotó el intento de aumentar las cuotas y se planteó como demanda, de nuevo, un Congreso Universitario que discutiera como se toman las decisiones en la UNAM. Luego de una fuerte represión (metiendo a la cárcel a más de mil estudiantes), la lucha por el Congreso Universitario fue derrotada en aquél momento.
No obstante, la antidemocracia no cambió desde entonces y esta última experiencia dejó importantes lecciones en cuanto a la organización democrática. Así, los últimos años se ha puesto sobre la mesa gracias a la activación de docentes y estudiantes en diferentes escuelas la necesidad de democratizar la UNAM.
En el movimiento del 2018 en contra de los porros, se planteó claramente que si es que había estos grupos de choque en la UNAM tenía que ver con directivos que los solapaban e incentivan, así como de un entramado donde la propia rectoría tiene responsabilidad. Para terminar con los porros entonces, hay que democratizar la UNAM.
El CCH Azcapotzalco, fue el plantel que en aquél momento inicio el proceso cuando sus estudiantes organizados en asamblea lucharon contra su exdirectora y fueron reprimidos con grupos de porros. A las autoridades “se les hizo fácil” mandar a porros a aventar molotovs y herir estudiantes con cuchillos en la explanada de la rectoría. La respuesta fue inmediata y se paralizó con asambleas masivas casi toda la universidad.
Algo muy interesante que se logró en aquél momento en este plantel (CCH Azcapotzalco) fue que luego de conseguir la renuncia de su reaccionaria directora, se eligiera democráticamente al nuevo director. Así, se organizaron foros de debate con profesores “candidatos” a director en los cuales la comunidad pudiera conocer las propuestas de quienes buscaban ser directores.
Se votó masiva y de forma física en urnas que instaló la comunidad organizada logrando así hacer escuchar su voz, sin embargo, la rectoría al ver que ganaba un candidato más “radical” de lo que querían, dijo que la votación únicamente era indicativa y decidieron imponer a uno de los tres candidatos más votados. Así las autoridades tenían que ceder, y el movimiento ya desgastado luego de varios meses no logró imponer al candidato ganador. No obstante, este fue un gran ejemplo de que es posible otra forma de tomar decisiones, una experiencia reciente, pues en la historia de nuestra universidad ha habido otras.
Durante los años 70s y 80s, en la UNAM la comunidad organizada logró construir un nivel de participación muy amplio, de la mano de organizaciones y corrientes de izquierdas impuso la creación de cogobiernos universitarios y del histórico autogobierno de la Facultad de Arquitectura, el cual durante 12 años no dependió de autoridades, organizándose en consejos y asambleas generales.
En la actualidad, el movimiento estudiantil y docente en nuestra universidad se ha despertado en el medio de la virtualidad y de la pandemia mundial. La virtualidad permite un intercambio de ideas muy interesante, con mucha potencialidad para discutir democráticamente.
En la FES Acatlán recientemente se propuso la creación de una Consejo General de Representantes ante la represión y el autoritarismo de autoridades con Manuel Martínez Justo, Nora Goris Mayans y Claudia Márquez a la cabeza. Un consejo democrático capaz de involucrar en la toma de decisiones a la comunidad. ¿Por qué no estudiantes, trabajadores y profesores podríamos ser partícipes en discusiones como la asignación del presupuesto o la composición de la planta docente?
La represión puede generar miedo, pero también una masiva y potente respuesta democrática, depende en gran medida de que los sectores que alzan la voz y se organizan logren ganar el respaldo y la activación de cada vez más estudiantes y docentes. Nosotros somos muchos más, no necesitamos funcionarios corruptos y autoritarios, un gobierno universitario diferente, de los tres sectores de la comunidad, es necesario.
Concluyendo, el movimiento #UNAMNoPaga puso sobre la mesa la precariedad en la que viven miles de docentes de la “máxima casa de estudios”, un movimiento donde se juntaron docentes y estudiantes, con marchas y paros votados por miles como no se había visto antes. Y es interesante porque somos parte de la misma generación que deja de normalizar actitudes machistas a nivel mundial, o actitudes racistas en Estados Unidos y en otros países, o que sale a enfrentar gobiernos y políticas neoliberales como en Chile y Colombia. Esta generación también quiere dejar de normalizar la precariedad laboral de nuestros docentes y la antidemocracia de la “burocracia dorada” en las universidades.
Este movimiento hay que pensarlo como parte de uno más general que defienda la educación pública, el pensamiento crítico y los derechos laborales, es un pretexto para avanzar en recuperar esa UNAM con sentido social que algunos buscan terminar.
Somos las y los estudiantes quienes queremos construir un futuro distinto, quienes buscamos aliarnos con los docentes y trabajadores para conquistarlo. Vamos por un movimiento estudiantil y docente permanente en nuestra facultad y en toda la UNAM, para organizar cien mesas como esta, actividades culturales y de debate político y social. Contra la indiferencia, el conformismo y el individualismo, la solidaridad de la clase trabajadora y la juventud.
Reinstalación ya de todos los y las docentes despedidos en la FES Acatlán.
No dejemos de luchar hasta lograr una universidad democrática al servicio de los sectores populares y trabajadores. |