Un acontecimiento de magnicidio no acontecía en el país desde 1915 y que diera lugar a la primera ocupación militar estadounidense que duró casi 20 años. Haití es un Estado que arrastra una fuerte descomposición social y política y en la última etapa hasta de pérdida de control territorial con el surgimiento de bandas armadas incluso vinculadas a poderes fácticos del país. Todo esto agudizado en el último año con la pandemia que acentuó una catástrofe social ya existente.
Como han venido destacando múltiples analistas, Haití es el único país del continente que ha tenido más de 20 gobiernos en 35 años, con una interminable historia de inestabilidad política, social y económica, donde la mano de Estados Unidos siempre ha estado presente en cuanto hecho político haya tenido, incluyendo la intervención militar. En el momento actual no lo será menos, la región del Caribe siempre ha sido del interés directo estadounidense, las intervenciones militares en Haití están para corroborarlo, como también en República Dominicana, países que comparten la isla.
¿Qué es lo que se sabe?
Sobre el magnicidio lo único que se ha declarado oficialmente es que los responsables del asesinato de Moïse eran mercenarios, pero hasta el momento no hay una idea clara para quién o quiénes trabajaban. La Policía haitiana anunció este jueves que el comando estaba compuesto por 28 personas, de los cuales 26 eran de nacionalidad colombiana, y que estaban en Haití desde hace cerca de tres meses.
Indican, siempre según las fuentes de la policía haitiana, que por el momento, 15 colombianos y los dos estadounidenses de origen haitiano fueron arrestados, tres colombianos murieron y otros ocho están huidos. Antes habían señalado que cuatro eran los abatidos en enfrentamientos con la policía en las cercanías de la elegante Pétion Ville, área donde reside la clase dominante y la élite política de Haití. En un comunicado, el ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, dijo que al menos seis de los presuntos atacantes eran miembros retirados del Ejército, dos de ellos ex oficiales y los otros cuatro soldados retirados.
"Tenemos a los autores físicos (del magnicidio) y buscamos a los intelectuales", explicó el director general de la Policía. Pero dada la magnitud de la crisis cabe la duda si realmente dan con los mismos, pues muchos podrían estar involucrados, y no sería de extrañar que las manos intelectuales se escondan incluso entre los factores de poder. Más aún, dadas las formas que según indican algunos videos sobre los hechos y la forma de operar, lejos se estaría de la actuación de elementos descompuestos en el espiral de violencia haitiana.
Como se ha escrito en estas páginas de La Izquierda Diario, “El país caribeño sufre, además, un incremento constante de violencia y el gangsterismo por parte mafias con cobertura empresarial y gubernamental... El fenómeno de las bandas criminales, agrupadas en Cofradías que actúan impunemente como la denominada G9, es apoyada abiertamente por el poder. Esto dio lugar a una Economía de la Violencia basada en la explotación del tráfico, la trata, la extorsión y el secuestro como prácticas cotidianas.”
¿Quién era Moïse y qué crisis enfrentaba?
Recordemos que Moïse proviene de una organización de extrema derecha, el Partido Haitiano Tét Kale (PHTK), que llegó al gobierno como sucesor del odiado Michel Martelly, en una elección denunciada por fraude - que implicó casi un año de conflictos e interinato-, con apenas un 18 por ciento de los votos, reflejando el hastío de la población, pero con apoyo de la llamada “comunidad” internacional y la burguesía, con aliados que estaban acusados de malversación de fondos estatales, secuestro y saqueo.
El PHTK fue fundado por Martelly en el 2012, siendo éste un personaje que en cierta manera tuvo sus vínculos con el pasado dictatorial del país. Durante su juventud Martelly fue miembro de las milicias del régimen de Duvalier. Ya en su etapa adulta, su relación con miembros de gobiernos anteriores de Haití ha sido controversial, pero es bien sabido que supo tener lazos de amistad con el Tte. Cnel. Michel François, exjefe de la policía de Puerto Príncipe, quién fue convicto por crímenes de lesa humanidad. Este es el personaje que entronó a Jovenel Moïse, como continuador de su política.
Desde la llegada de Moïse al gobierno la crisis que ya se arrastraba desde antes se acrecentó en el país. Es de constatar que las movilizaciones contra Jovenel Moïse databan desde noviembre del 2018, cuando el pueblo haitiano lo puso contra las cuerdas, obligando a la renuncia de varios ministros. Luego de un impasse, se reanudaron las protestas en septiembre del 2019 contra la escasez de combustibles que provocó cortes en el suministro eléctrico, problemas con transporte público, aumento de precios en productos y servicios básicos. En ese entonces las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas dejando un saldo de más de 40 muertos y cientos de heridos.
Desde enero de este año, pero sobre todo desde los primeros días de febrero, se había elevado la tensión y la crisis con una fuerte represión contra el pueblo que se movilizaba en todo el país contra Moïse, quien se resistía a dejar el gobierno tras la emblemática fecha del 7 de febrero en la que, de acuerdo a un artículo de la propia Constitución, vencía su mandato, argumentando de acuerdo a su propia interpretación de la misma que aún le resta un año de gobierno.
Luego de más de un año de estar gobernando por decreto, sin un Parlamento en funciones y con protestas en las calles que cuestionan su legitimidad como jefe de Estado, Moïse pretendió reformar la Constitución buscando la manera de una continuidad en el poder o dejar a un personal a fin a su régimen político.
Las evidencias de la connivencia de Moïse y el PHTK con el crimen organizado y las bandas armadas han sido denunciadas a través de las investigaciones de organismos de derechos humanos como la Red Nacional en Defensa de los Derechos Humanos de Haití (RNDDH), en la que además se dio toda una relación perversa entre las mafias y la ayuda internacional que fueron miles de millones de dólares.
Es de destacar en toda esta situación que Moïse fue un personaje afin a la política de Trump, de allí su alineamiento político, por lo que el presidente estadounidense le diera su apoyo, lo que se expresó, por ejemplo, con el reconocimiento a Juan Guaidó (quien se había autoproclamado presidente interino en Venezuela) tras la escalada golpista durante el 2019.
Aunque Biden le había reconocido el plan de quedarse un año más a pesar del repudio en las calles, esto estaba más contemplado como una manera de establecer una hoja de ruta a través de las venideras elecciones, razón por la cual no prosperó su plan de reformar la constitución programada para este junio. En realidad el sustento era menor al que tenía en la etapa de Trump, quedando solo con una política muy ofensiva de tratar de perpetuarse, pero sin gran apoyo interno ni externo, teniendo esa contradicción con Estados Unidos en los últimos meses.
¿Quién gobierna luego del magnicidio?
Hasta este miércoles no era muy claro en manos de quién estaba el Gobierno, aunque en los hechos el que venía fungiendo como primer ministro, Claude Joseph, había asumido el poder político de facto con el alineamiento de las Fuerzas Armadas -reconstruidas en el 2017- y el control de la policía, decretando el Estado de sitio, poniendo al país bajo la ley marcial y otorgando amplios poderes al Ejército. Hasta el propio embajador en Estados Unidos en Puerto Príncipe, Bocchit Edmond, declaraba tras el asesinato de Jovenel Moïse que “todavía no está claro quién liderará Haití”.
Pero Estados Unidos ha declarado oficialmente este jueves que reconoce a Claude Joseph como primer ministro. “Era el titular que estaba en ese cargo, él estaba ejerciendo como primer ministro antes del asesinato del presidente Moïse y nosotros seguiremos trabajando con Claude Joseph como tal", dijo el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, durante una rueda de prensa, y esta es la palabra decisoria.
En Haití no hay Parlamento como para presentarse una línea sucesoria, pues fue disuelto por el propio Moïse desde enero del año pasado, el presidente de la Corte de Casación (Corte Suprema de Justicia), René Sylvestre, que falleció hace pocas semanas por el Covid-19, es quién también podría haber estado en condiciones de asumir; y hasta este miércoles Claude Joseph – se autodesignaba como presidente interino asumiendo el control de las fuerzas armadas y policiales- y Ariel Henry -que días antes de morir Moïse lo había nombrado como primer ministro como sucesor del propio Joseph-, se disputaban la potestad de gobernar el país.
Joseph es el canciller y venía ejerciendo el puesto de primer ministro interino desde el pasado abril. Henry, exministro de Interior y de Trabajo durante el Gobierno de Michel Martelly (2011-2016), había sido nombrado primer ministro el pasado lunes, en el último decreto que firmó Moïse antes de su muerte, pero no llegó a ser investido en el cargo de forma oficial.
Pero en el medio de toda esta situación están las bandas armadas con alto poder de fuego, y que se asientan en los barrios más pobres de Haití, donde la oposición al régimen de Moïse era intensa, las que incluso tienen relación con los poderes fácticos del país. Esto no hace más que acrecentar la incertidumbre de un país en un colapso completo, a pesar del reconocimiento oficial de Estados Unidos, por tanto de las demás potencias y el resto de los países.
¿Es posible una nueva ocupación militar?
Con esta situación de profunda crisis surgen las hipótesis de si podría estar contemplada una intervención militar en Haití, colocando como argumento la ingobernabilidad del país. Biden ha afirmado estar “listo para ir en ayuda de Haití” de lo que se puede desprender una clara alusión a incentivar una intervención, y ya por su parte el presidente colombiano Iván Duque abiertamente ha exhortado a la OEA a intervenir con una misión en Haití de forma urgente.
La historial de ocupaciones es grande en Haití, tal como ya señalamos al principio. La “ingobernabilidad” fue uno de los argumentos que se dieron para la ocupación como la que se llevó a cabo durante 15 años a través de las misiones militares multilaterales de “pacificación y justicia” de las Naciones Unidas, que invadieron el país a través de la Minustah y la Minujusth. La primera fue puesta en marcha en 2004 con el fin de “apoyar” a Haití después del movimiento armado que derrocó por segunda vez a Jean Bertrand Aristide, y luego reforzada con el supuesto de “ayudar” al país tras el terremoto de 2010.
Ahora bien, es de considerar que ya en la última intervención directa Estados Unidos tuvo la línea que la ocupación la dirigieran países de América Latina, que terminó encabezando Brasil, pero que no fuera llevada a cabo directamente por los estadounidenses como fue en décadas anteriores.
Por otra parte, recrear la situación del 2004 también es mucho más complejo, tanto por lo que acontece en América Latina de conjunto con la que se le hace difícil lidiar a Biden, pero sobre todo por la relación de Estados Unidos con Brasil.
Como resaltan algunos analistas, Biden se estaría manejando con más “cautela” como para animarse a una intervención directa bajo su propio mando, no porque sea representante del partido demócrata, sino tanto por las políticas que están teniendo en otras áreas del mundo (se retiran de Afganistán, por ejemplo) como también por encontrarse con una situación convulsiva en América Latina y el Caribe. Situación marcada por abajo con procesos importantes de la lucha de clases, y por arriba, con oscilaciones en los poderes gobernantes como expresión de la polarización social.
Es claro que la importancia de Haití para Estados Unidos es sobre todo geopolítica y política, y no tanto económica al menos por ahora más allá de sus importantes recursos, y esto terminará determinando su política final de algún tipo de intervención más directa si la situación se vuelve incontrolable. El magnicidio recrudece la situación política que se vive en el país, pero hasta el momento y tras el decreto del Estado de sitio, no se han desarrollado movilizaciones de masas como las que cundieron hace pocos meses en el país. Pero pueden estar expectantes, y una irrupción de las mismas en el momento actual, podría acelerar cualquier decisión intervencionista.
¿Se realizarán las elecciones presidenciales y legislativas?
No está claro que fin tendrán las elecciones presidenciales y legislativas que estaban convocadas para el próximo 26 de septiembre, y que habían tenido el visto bueno de la mayoría las potencias, incluyendo Estados Unidos, como una hoja de ruta como salida para la crisis haitiana. Tras el magnicidio, la legislación establece la convocatoria en 90 días a nuevas elecciones, aunque pese a que el plazo sería posterior a la fecha ya prevista, crecen las dudas de que los comicios puedan celebrarse. “No hay un padrón ni un Tribunal Electoral capaz de organizar las elecciones”, sostienen algunos analistas.
Mientras tanto, no será fácil que un gobierno interino de Claude Joseph pueda extenderse demasiado, dado que es parte de todo el odiado régimen político no solo de Jovenel Moïse sino del antecesor gobierno de Michel Martelly. Así como también la búsqueda de un gobierno pactado de transición con las fuerzas de la oposición, sería fácil de instaurar. Todo dependerá de la disciplina que pueda imponer Estados Unidos, quien ya dejó a Ariel Henry fuera del juego político tal como lo hiciera saber la portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.
Recordemos que Jovenel Moïse se venía sosteniendo sobre todo por el apoyo que le venía dando el Gobierno de Estados Unidos con Donald Trump, una política seguida también por Biden. Pero no solo de EE. UU., sino de otras potencias imperialistas a través del Core Group integrado por EE. UU., Francia, Canadá, la Unión Europea, a la que se suma Brasil y otras naciones, además de una parte de la burguesía para mantenerse en el poder. Estos seguirán actuando más incisivamente aún en la trágica situación haitiana.
¿Qué pasa con el movimiento de masas?
A pesar de la cruenta represión, la catástrofe social y económica en la que viven, y la inexistencia de fuertes organizaciones que respondan más a sus intereses, el pueblo haitiano no ha dejado de hacerse sentir en todos estos años que fue gobernando Jovenel Moïse, haciéndole frente al conjunto de sus medidas antipopulares como a todo su sistema represivo.
En medio de toda esta crisis, el pueblo que se ha venido movilizando desde el 2018 contra las políticas gubernamentales también venía demostrando una enorme desconfianza hacia los líderes políticos opositores, muchos de ellos cuestionados por corrupción y ligados también a sectores la burguesía. De no ser por la política de esta propia oposición en su momento Jovenel Moïse hubiese caído en las grandes movilizaciones contra el hambre y la miseria que estremece al país.
Los próximos días darán más luz sobre lo que pueda devenir, pero no solo acerca de lo que pase por arriba, sino por abajo y con respecto al movimiento de masas, pues nada está dicho para todo un pueblo que apenas hace seis meses inundaba las calles de las principales ciudades de Haití con sus movilizaciones, irrumpa nuevamente en el escenario político. Más aún, donde las tendencias a la lucha de clases se acentúan en el continente. |