La oleada de protestas que vive Sudáfrica desde la semana pasada, incluyendo saqueos a centros comerciales algo que no se veía hace años en el país, acumula ya 72 muertos y 1.234 detenidos, mientras la Policía y el Ejército siguen interviniendo en común en las zonas afectadas.
Dos regiones siguen siendo los focos de las protestas, la oriental provincia de KwaZulu-Natal y el corazón político y económico del país, la provincia de Gauteng (donde se encuentran Johannesburgo y Pretoria).
Todo comenzó como protestas por el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma (2009-2018) por desacato judicial. El presidente Cyril Ramaphosa, del CNA (Congreso Nacional Africano) el mismo partido que Zuma, comparó la situación actual con la convulsa transición que Sudáfrica vivió a principios de los años noventa, tras el final del sistema segregacionista del "apartheid".
La exagerada comparación que hace el presidente busca conseguir consenso para la represión, mientras la situación durante la jornada se mantuvo fuera de control en muchos puntos, incluso luego del despliegue de 2.500 soldados para apoyar a la Policía.
La crisis expresa las fisuras dentro del CNA, que gobierna Sudáfrica desde el fin del Apartheid. En este partido conviven diversos intereses entre empresarios multimillonarios, políticos de carrera ligados a la corrupción con empresas y Estados, un Ejército con negocios propios y mucho poder político y económico acumulado, exdirigentes sindicales devenidos en empresarios con influencia dentro del partido, entre otros. El expresidente Zuma mantiene una parte de poder del partido, especialmente en la región de KwaZulu-Natal.
El actual presidente Cyril Ramaphosa, que reemplazó a Zuma en 2018, no logró avanzar en sus promesas anticorrupción y de crecimiento económico. El juicio por corrupción a Zuma, mostrado con espectacularidad tratando eclipsar una situación social y económicas cada vez más acuciantes, no logra esconde los casos de corrupción endémicos dentro del CNA.
Las protestas que comenzaron los partidarios de Zuma, se extienden por las condiciones de desempleo, pobreza y crisis sanitaria. El desempleo se sitúan en un máximo histórico del 32,6 % entre la población activa y es incluso más alto entre los jóvenes, llegando al 46,3 %, mientras avanza una agresiva tercera ola de casos de covid-19 en el país, que es el más golpeado por la pandemia de toda África (con unos 2,2 millones de contagios y unas 64.000 muertes).
El escenario, anunciado por el propio Ramaphosa, es de mayor inseguridad alimentaria y crisis sanitaria, además de un golpe a la precaria recuperación económica en general. Por lo tanto, es de esperar que más allá de cómo sigan las protestas por la detención de Zuma, el país se vea atravesado por muevas manifestaciones de descontento con la alarmante situación social, sanitaria y económica. |