Los asesinados por la represión del ejército y la Policía ya superan el centenar. A la represión de las protestas y saqueos se suman pequeños propietarios, entre ellos sectores de la minoría blanca. Después de 27 años del apartheid, continúan las enormes desigualdades, la pobreza extrema y la alta desocupación como motores de estos estallidos sociales.
El epicentro de los saqueos se encuentra en la provincia de KwaZulu-Natal (de donde es oriundo Zuma), sobre todo en la ciudad portuaria de Durban -Océano Índico- y también en la provincia de Gauteng. En esas zonas continúan desplegándose camiones, vehículos blindados y sobre vuelan helicópteros con militares que desde que se iniciaron las protestas y saqueos el viernes último, no paran de reprimir. A ellos se sumaron 12.000 reservistas.
En Durban se encuentra una de las plantas de la refinería South African Petroleum que decidió cerrar momentáneamente por estos días (lo que significa lisa y llanamente un lockout patronal), con el consecuente peligro de provocar desabastecimiento. El martes último hizo otro tanto en Kwazulu-Natal.
Mientras tanto la ministra de Defensa Mapisa-Nqakula anunció el miércoles por la tarde que los efectivos destinados a reprimir los saqueos alcanzarán el número de 25.000, con el objetivo de distribuirlos en las zonas más calientes.
La crisis parece agravarse a tal punto que comenzaron a verse este jueves por la madrugada elementos que pueden derivar en guerra civil, ya que residentes de algunos barrios cercanos a grandes supermercados salieron armados con palos y hasta con armas de fuego para ahuyentar a quienes intentaban ingresar a los locales. También medios locales e internacionales -como Al Jazeera- informan que conductores de taxis (la gran mayoría propietarios) de Vosloorus, al sur de Johannesburgo, estaban armados con el mismo objetivo.
Trasfondo político, social y sanitario
La crisis de la pandemia vino a agravar la situación de la mayoría de la población. El país se encuentra atravesando una nueva ola de covid-19, agravada por la cepa Delta. Precisamente la provincia de Gauteng (donde se están produciendo los mayores disturbios), en la que vive el 25% de la población, es el epicentro de los contagios. Sudáfrica tiene menos del 5% de la población vacunada y entre los mayores de 60 años, solo un tercio recibió la vacunación.
Esto se debe en primer lugar a la desigualdad en el reparto de las vacunas a nivel mundial, donde los laboratorios -que se mueven con la lógica de obtener ganancias- vendieron las vacunas sobre todo a los Estados imperialistas que acapararon la mayor cantidad, pese a que las regiones más pobres o desiguales quedaron postergadas. Este "nacionalismo" de las vacunas provocó la muerte de grandes cantidades de poblaciones más pobres en el mundo. A pesar de los demagógicos discursos los Estados más ricos nunca hicieron realidad la liberación de las patentes.
Además de esta situación, el Gobierno de Ramaphosa no tomó medidas que podrían haber evitado el salto en los contagios y para las pocas vacunas a las que pudo acceder el país, había que anotarse en un sistema on line al que solo tiene acceso la población con mayor poder adquisitivo, que continúa siendo en gran medida, la minoría blanca del país.
El trasfondo interno de esta situación es la profunda desigualdad que reina a más de dos décadas de finalizadas las leyes del apartheid. Lo cual indica que aunque no estén escritas en la legislación, las diferencias continúan vigentes.
La gran mayoría de las empresas están en manos de la minoría blanca, la mitad de la población adulta, según datos oficiales, está por debajo de la línea de pobreza (49,2%), en su inmensa mayoría se trata de la población negra. De ese porcentaje la mayoría son mujeres, un 52%.
Esta situación que para los trabajadores implica bajos salarios, aumento de la precariedad laboral, ya en 2012 hizo estallar grandes huelgas en las minas de platino que pertenecen a la gigante corporación minera británica Lonmin, que la Policía reprimió brutalmente matando a 34 de esos obreros.
A esto hay que sumarle la corrupción reinante en el Congreso Nacional Africano, el partido creado por Nelson Mandela. Jabob Zuma es de ese partido, al igual que Ramaphosa.
Este es el marco en el que surge este estallido social. Lo que demuestra que el fin de las leyes del apartheid, no significaron la igualdad para los nativos de color. Porque precisamente a lo que nunca puso fin el partido que gobierna hace 27 años es a las bases económicas capitalistas que sostuvieron y sostienen las diferencias raciales.
Publicación de la revista Time que muestra dos barrios de Johannesburgo separados por una carretera: "El país más desigual del mundo":
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