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23 de septiembre de 2014 Twitter Faceboock

Con ojos de espanto
Laura Vilches | Concejala PTS - FIT Córdoba. Legisladora provincial PTS-FIT (mandato cumplido) | @VilchesLaura

A la memoria de Paola

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Este fin de semana fue otra vez doloroso para nosotras. Una joven atropellada por su novio hasta matarla, en Río Negro; una mujer y su nieto que fueron muertos a manos de un policía para dañar a su ex pareja. La semana inicia con la noticia de una nueva y joven víctima, esta vez en La Plata.

Estas son las muertes que trascienden, porque aún frente a tanta misoginia incontenida, el Estado no considera siquiera que sea necesario contar nuestras muertes. Ahí andamos, como si fuera poco y grato, contando los “casos” que saltan a los medios de comunicación. Así tampoco sabemos cuántas son las mujeres desaparecidas por las redes de trata (las suponemos 600...y más); cuántas más allá de las 300 que estimamos, que mueren por abortos clandestinos y cada año.

Somos, apenas, unas cuantas cifras calculadas por las organizaciones de mujeres, buscando con desvelo los modos para frenar esta violencia.

Este fin de semana por la incansable búsqueda de familiares y amigos, encontraban también, el cuerpo de Paola. Y otra vez, desde Córdoba, llegaba la conmoción. Entonces, ahí, los medios discutieron el cómo y el cuánto de la violencia machista.

Y desde estas páginas, una mira con ojos de espanto.

Acá y allá, en pantallas y redacciones se dirime si el asesinato de Paola podía o no considerarse femicidio. Que apenas se conocían y salieron algunas veces; que el padre de Martina se negaba a reconocerla; que no reconocerla también es violencia y que era la primera vez que le daba la cuota alimentaria. Hubiera sido la primera vez, si no fuese porque el femicida definió que la vida de Paola y Martina, pasaban por sus manos. El femicidio existe cada vez que una mujer es asesinada porque alguien más decidió que esa vida estaba bajo su control.

El femicidio, es el último eslabón de esa cadena de violencia estructural a la que estamos sujetas las mujeres bajo el sistema capitalista. Es inherente a la condición de nuestras vidas. Y se materializa en golpes, en la imposibilidad de decidir sobre nuestro cuerpo; en ataques sexuales, en insultos. Se hace carne en menores salarios por el mismo trabajo y en la miseria que obliga a la prostitución; en la imposición de roles para nuestras vidas ajustadas a milímetro bajo, los estereotipos que proyecta la TV o las revistas de moda.

Que Martina lo miró “con ojos de espanto”, declaró el trabajador que ayudó a rescatar a la niña aun viva. ¿Y con qué otros ojos mirar, si se cruzó de frente con la cara brutal de la violencia machista, así ella, tan pequeñita?

El revolucionario ruso, León Trotsky decía que, para transformar profundamente la vida, había que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres. Aprender a mirar y reconocer esa violencia de la que la Justicia, el Estado, la Policía y los empresarios son responsables y garantes. Y aprender también, que la única salida ante tanto espanto es la organización y la lucha contra ellos.

 
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