Las razones que me llevaron a militar en el PTS. El compromiso social y ambiental. Crónica de un reciente militante que desea compartir su experiencia con el PTS
Terminé el colegio en diciembre del 2001, pleno estallido social en Argentina. Vivía aún en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires. En esos años de estudiante debía atravesar todos los días en colectivo el conurbano bonaerense para llegar a la facultad de agronomía de la UBA, en Paternal, dándome de lleno con lo que era la calle en esos tiempos. Trabajaba también algunas horas haciendo repartos en una camioneta, observando la dura realidad de muchos en el conurbano bonaerense y en algunas zonas de la ciudad de Buenos Aires. Era imposible ser indiferente a esa situación de pobreza y deterioro social.
Masticando todo aquello, y ya con mi título de ingeniero agrónomo bajo el brazo, me instalé en Mendoza, año 2006, para hacer una maestría en Viticultura y Enología y “hacer carrera” en el mundo del vino, rubro del cual me había apasionado durante la facultad. Sin embargo, algo mucho más fuerte se venía agitando dentro mío, se me había despertado, como nos ocurre a muchos en la primera juventud, un llamado imperioso a no dejar pasar de lado aquella realidad, aquella injusticia social, aquel sufrimiento de miles. ¿Cómo ayudar a transformar esa realidad?
Movido por esa inquietud social empecé a ayudar en ONGs, y fui yendo luego un poco más allá; inventé proyectos sociales varios, tratando de articular mi profesión con mi inquietud social, algunos con resultados muy interesantes (¡si hasta me hicieron algunas notas en diarios!), era para algunos “un joven emprendedor con inquietudes sociales”. Pero más conocía la realidad social, los barrios, la gente a la que tratábamos de dar una mano, más me daba cuenta de que lo que hacíamos con las ONGs, nuestra energía y esfuerzo, terminaban, a fin de cuentas, cayendo en saco roto. No porque no lográramos realmente ayudar a algunas personas a tener, por ejemplo, alguna nueva oportunidad de estudio o trabajo, sino porque me daba cuenta de que lo que hacíamos era simplemente tratar de colocarle parches a un sistema que seguía arrojando a miles y miles en las fauces de la miseria y la marginalidad. Mientras muchos jóvenes buscábamos encausar nuestra acción social a través de ONGs diversas, emprendimientos sociales, de la economía “popular”, “circular”, “verde”, “naranja” y cuanta variante se quiera imaginar, quienes manejaban los resortes del sistema, infinidad de empresas, incluso muchas de las que colaboraban a veces con estos proyectos sociales, seguían reproduciendo el sistema económico y social que arrojaba en la marginalidad a estos millones de personas y que, además (lo iba descubriendo en esos tiempos) destruía también nuestro ambiente. ¿Qué hacer entonces?
En esas reflexiones me encontraba. Eran dudas que ponían en cuestionamiento todo lo que venía haciendo hasta ahora, todo a lo que me dedicaba. Fue entonces que ocurrió algo; me hice un amigo que tenía algo diferente a mis demás amigos: sus ideas. Se convirtió en poco tiempo en un gran amigo y, en su casa, en la que compartíamos muchos momentos y charlas, estaba lleno de libros de un tal León Trotsky; a quien yo sólo conocía por ser aquel tipo de la revolución Rusa de los anteojitos redondos. Sí, mi amigo era Trotskysta.
Este trotskista era un buenazo con un bocho muy grande (es un eufemismo para decir inteligencia, aunque sea también un poco cabezón), y poseedor de una paciencia aún mayor. Nos embarcábamos constantemente en prolongadas y exquisitas discusiones acerca del mundo, de la sociedad, del funcionamiento del planeta, de la naturaleza, de la ciencia. Fueron casi 10 años de atravesar todo mi proceso de trabajo social y desempeño profesional a la par que construíamos nuestra discusión política con nuestras ideas diversas (un primer y gran aprendizaje que hago hoy, es la fundamental importancia que tiene la discusión política, constructiva, inteligente, en el desarrollo ideológico personal).
Esta discusión me ayudó a comprender mejor, entre otras cosas, lo que era el sistema capitalista, su funcionamiento, su reproducción. Puede parecer obvio para muchos, pero a mí me llevó un buen tiempo entender la existencia de clases y su contraposición; la existencia de una clase poderosa y opresora, y de una clase mayoritaria y oprimida, y comprender el rol que cada clase tenía en el sistema capitalista. Así, poco a poco, fui convenciéndome de que la raíz de los problemas sociales y de la destrucción ambiental, era el propio funcionamiento del sistema capitalista y su forma de reproducción. Quizás el haber nacido en una familia católica conservadora no ayuda a uno a cuestionarse más tempranamente estos asuntos.
Hay una historia de un hombre q se llamó Giordano Bruno. Fue un monje-filósofo-científico que vivía en una época (allá por el 1500) en la que se creía que la Tierra era estática y el sol y las estrellas giraban en torno a ellas y estaban allí por decisión de dios, en beneficio de los hombres. Se dice que una noche soñó que “corría el telón negro del cielo” y descubría que detrás estaba el cosmos sideral, con infinitas estrellas y mundos. Así postuló que la Tierra y el Sol eran tan solo una estrella y un planeta más en un universo plagado de soles y planetas, e incluso posibles civilizaciones nuevas. Eso fue para mí el entender que el origen de los problemas sociales y del desastre ambiental era el sistema capitalista; y que sólo superando el sistema capitalista podían solucionarse esos problemas. Se corrió para mí el velo que me impedía ver más allá de las soluciones dentro del sistema capitalista. ¿Pero, cómo vencer entonces al sistema capitalista, ese gran monstruo que sostienen tantos poderosos? ¿Cómo quitarle el poder a la clase capitalista y liberar a las clases oprimidas?
Fue entonces que me animé a leer a Marx. Mi amigo, el cabezón, insistía. Y todo lo que decía este otro bocho del siglo XIX parecía cuajar de una manera muy certera en la realidad de hoy. Leí también a Trotsky, y algo de Lenin, y también varios autores contemporáneos que tocaban el tema ambiental, muy sensible para mí. No leí sólo autores marxistas, sino también anarquistas, comunitaristas, indigenistas y demás variantes. Comprendí mejor aquello de la lucha de clases, de la explotación, de la lucha de las mujeres, del ambiente. Comprendí que el capitalismo tenía sus métodos, su enorme estructura de influencia ideológica y opresión, y que para superarlo era fundamental organizarse, tener también una estrategia, un método, un programa. Comprendí la posición estratégica, crucial, de la clase trabajadora, y el potencial de su fuerza organizada.
La experiencia con el PTS y la lucha ambiental
Hace unos cuantos años que conozco al PTS, inicialmente gracias a este amigo. Empecé discutiendo con él el programa del PTS, sus postulados, su ideario. Pero recién hace unos dos o tres años me atreví a participar de algunas marchas y acciones, haciendo una muy linda experiencia en diciembre de 2019 con las movilizaciones de Mendoza en defensa de la ley 7722. De a poco fui conociendo también a otras compañeras y compañeros, y haciendo algunos aportes con artículos en el LID. También fui conociendo en mayor profundidad las estrategias que plantea el trotskismo, la importancia de la construcción orgánica de la clase trabajadora, desde abajo, promoviendo la autoorganización, la unión de las luchas locales, regionales, internacionales, lo crucial de la existencia de una vanguardia dirigente y de la creación de un partido de los trabajadores, internacionalista. Fui testigo, asimismo, de las valiosas experiencias realizadas en diversos conflictos o luchas, y los avances que cada una ellas generan (la construcción a través de la experiencia de lucha). A medida que fui conociendo más al PTS, su estrategia, la envergadura de la fracción trotskista que conforman junto a otras organizaciones hermanas en países cruciales en la lucha de clases como Francia y Chile, por ejemplo, más sólido me pareció su espacio, y más entusiasmo me generó participar en él.
En estos dos o tres años en los que me he ido acercando al PTS he militado principalmente la causa ambiental. Así como la explotación y destrucción del ambiente es intrínseca e inseparable del capitalismo, creo que el desarrollo de una civilización integrada a la naturaleza y protegiendo los equilibrios del planeta, son causas intrínsecas e inseparables del socialismo. Son postulados cuyas raíces ya estaban presentes incluso en escritos de Marx y Engels, y es una discusión que hoy tiene cada vez mayor centralidad entre los militantes y dirigentes del trotskismo, muchos de los cuales buscamos fomentar el debate, estudio y reflexión sobre la gravísima problemática ambiental. De este modo, la lucha contra el capitalismo y por la revolución socialista es, sin lugar a dudas, una lucha en defensa del ambiente y en la búsqueda de este equilibrio entre la humanidad y los ecosistemas naturales.
En el PTS, creo yo, esta centralidad se ve reflejada en la multiplicación de grupos de discusión y acción ambiental a nivel regional y nacional, en la participación activa en coordinadoras nacionales de lucha y multisectoriales, en la realización de charlas y cursos y en la redacción, por parte de sus militantes y colaboradores, de numerosos artículos de una calidad sobresaliente sobre la problemática, y la edición incluso de interesantes libros. El partido ha hecho además grandes experiencias participando políticamente y en las calles en prácticamente todas las luchas ambientales que hubo en el país, contra la megaminería en Mendoza, Chubut y Catamarca, resistiendo a la firma del acuerdo por la instalación de mega granjas porcinas, contra la deforestación en Córdoba y el litoral, por la protección de los humedales, y otras causas regionales.
La visión que observo, y por la que me entusiasma trabajar, es la de contribuir a generar un verdadero movimiento ambiental posicionado detrás de un programa anticapitalista, revolucionario y socialista, para la resolución de la crisis ambiental global. Para construir esta salida revolucionaria a la crisis ambiental, pienso que es fundamental la organización, desde abajo, de la clase trabajadora, junto a las demás clases y colectivos oprimidas, no por tratarse de una “clase iluminada” (de hecho existe, creo yo, un enorme trabajo de militancia por delante en este sentido), sino por la sencilla razón de que la clase trabajadora es la que tiene la posición estratégica para vencer al capitalismo y concretar esta revolución; pues es la clase que maneja las palancas de la producción.
Esta crónica no es más que la humilde historia personal de alguien que transitó un largo camino para llegar a la izquierda. Pero, si bien ha sido un viaje personal, fue también un viaje compartido, y esa es una de las razones por las que ha sido asimismo muy gratificante. Es, por otra parte, un camino que no termina sino más que en el horizonte de la revolución socialista; que es un horizonte donde todas las personas podamos producir nuestros medios de subsistencia, desarrollar nuestros talentos y nuestra vida, de manera libre y asociada, sin opresión, en igualdad, integradas a los ecosistemas planetarios y respetando su metabolismo natural.