En los últimos días varias comunidades se han visto afectadas por una serie inundaciones. Turrialba, Talamanca, Matina, Limón y Sarapiquí son los sectores que se encuentran decretados en alerta roja por la Comisión Nacional de Emergencias (CNE). Las consecuencias recaen en la clase trabajadora y sectores pobres.
Se han reportado daños totales y parciales en viviendas y comercios locales, además de pérdidas totales y parciales de ganado, vías incomunicadas, inundaciones, deslizamientos de tierra y caída de árboles. Hasta el momento hay 1500 personas en albergues habilitados en distintas comunidades afectadas. En Turrialba se habla del “julio más lluvioso en 79 años”.
Las afectaciones que han tenido las fuertes lluvias ponen en evidencia que ha habido años de descuido y de negligencia estatal sobre las comunidades que se ven afectadas por los fenómenos naturales. La propiedad de la tierra y las viviendas de calidad, están puestas al servicio de los grandes capitalistas, privando a la clase trabajadora y el pueblo pobre y poniendo en evidencia las desigualdades sociales que explican que sean estos últimos sectores los que tengan que perder sus viviendas, su medio de trabajo, su cultivo y sus pertenencias ante un fenómeno natural.
Esas consecuencias, no son naturales. Por eso decimos que el problema no es la naturaleza, el problema es el capitalismo, que condena a la clase trabajadora y pueblo pobre a padecer las consecuencias de los desastres, lo cual se agrava aún más en medio de la pandemia y la crisis económica que, también, recae en dichos sectores.
Las consecuencias que vemos hoy se deben a años en los que los gobiernos no invierten en infraestructura, en viviendas de calidad, ni en contención de ríos. Pero sí se dedican a llevar adelante ajustes, precariedad y miseria. No destinan dinero a solventar estos problemas que son evitables, pero sí destinan dinero en pagar la deuda externa, en enriquecer a los grandes empresarios y entes financieros internacionales.
Muertes en Alemania a causa de las inundaciones, decenas de muertes y desapariciones como consecuencia de las inundaciones y deslizamientos de tierra en la India, cientos de muertes en Canadá producto de la ola de calor, mientras que se reportan muertes en Texas producto de la ola de frío. Estos son algunos de los fenómenos que han sucedido en el 2021, año que se perfila dentro de los más calurosos de la historia, pero también como uno de los más fríos. Si bien es cierto el cambio climático se relaciona con el aumento de los niveles de emisiones de los gases en la atmósfera producidos por la acción humana, hay que preguntarse ¿cuál acción humana?
La respuesta conduce a que no se trata de la acción humana en general, sino de las actividades que se desarrollan dentro del modo de producción capitalista. El capitalismo ha sido el vector que contribuye a la crisis climática, pues ha prosperado mediante la explotación de la naturaleza bajo la lógica de ser una “fuente inagotable” de recursos que convierte en mercancías. Sin embargo, cada vez más la capacidad de soportar esa explotación está llegando a un límite.
El capitalismo no está por brindarnos la solución. Hay que plantearnos la tarea de una planificación racional y ecológica de la producción, en manos de la clase trabajadora y el pueblo pobre, cuya situación objetiva conduce a querer evitar las catástrofes.