Arráncame la vida es la primera novela de la escritora mexicana Ángeles Mastretta. Publicada en 1985, tuvo tan buena aceptación que inclusive se llegó a traducir en 15 idiomas. Lo que la vuelve una novela imprescindible, desde nuestra perspectiva de izquierda, son los temas polémicos que trata, todos desde la perspectiva de una mujer poblana, Catalina Guzmán, que, aunque pertenece a una clase acomodada, se encuentra totalmente reprimida por su esposo, Andrés Ascencio, quien vive en un entorno político de administración pública, algo que también permite criticar el derrotero de algunos participantes de la Revolución mexicana de 1910.
La obra está ambientada en un México posrevolucionario, en los primeros capítulos se menciona la Guerra Cristera y la lucha por quitarle el poder a la Iglesia, un proceso que surge como consecuencia de la “Ley Calles”. Es recurrente que en el texto nombren a los personajes del proceso armado, como Zapata, Madero, Huerta y Obregón.
Además, es fácil intuir su referencia al movimiento revolucionario, pues el propio Andrés Ascencio carga en sus hombros la viva imagen del caudillo, quien vivió el levantamiento armado, o al menos, eso nos hace creer el propio personaje. A su vez, en Andrés Ascencio está la crítica tanto política como de género, siendo que es un burócrata, con una política de institucionalización liberal de la Revolución, además de ser el esposo represor y violento (casi amo) de Catalina.
La novela en la revolución mexicana
La Revolución en México fue el movimiento más importante de inicios del siglo XX. Las clases bajas impulsaron el levantamiento armado campesino y obrero contra el gobierno de Porfirio Díaz, defensor de latifundistas y grandes propietarios extranjeros principalmente. Las clases altas buscaban quitarle el poder a Porfirio Díaz y su selecto círculo.
La literatura reflejó estos dos mundos en distintos libros como: Los de abajo de Mariano Azuela y La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. En la primera se narra desde el conflicto armado, cómo es la miseria en que vive la población y la desgracia en que cae. Demetrio Macías es el personaje principal, un campesino y dirigente de un grupo armado quien tiene habilidad para mover a su gente y para librar batallas, pero carece de un verdadero ideal revolucionario y un plan de acción. La segunda novela habla del conflicto, pero desde los altos escalones de la sociedad, ya no de los caudillos, sino de los generales que poco a poco van ganando el poder en los altos cargos de la política mexicana, como es el caso de Hilario Jiménez y Oliver Fernández quienes pelean por ganar la presidencia usando los actos corruptos y violentos más nefastos de la nueva forma de hacer política en México.
En Arráncame la vida, Andrés Ascencio es la suma de estos dos modelos. Al principio uno desconoce quién es en verdad este personaje, hasta que nos muestran su pasado, que, posiblemente, es una fantasía que inventa el mismo personaje. Se le dedican dos capítulos enteros a narrar los orígenes de Andrés. En ellos está plasmada una imagen romantizada del héroe revolucionario. Una persona humilde que trabaja de campesino en la periferia de la ciudad quien sufre las desgracias del porfiriato, la hambruna, la escasez, etc. Y que, tras un hecho trágico (la muerte de la primera esposa por una enfermedad), se une a las filas armadas. Esta narrativa es la que se utiliza para enaltecer a los héroes: un hijo campesino del pueblo explotado que se levanta en armas reclamando justicia.
Por otro lado, saliendo de la fantasía y la invención del caudillo, está el personaje ambicioso. Andrés busca el poder por todas partes. Es manipulador y conoce muy bien a sus enemigos. Sabe con quienes hacer alianzas según su conveniencia y a quienes quitar de su camino. Él representa lo malo que dejó la Revolución mexicana. Un general que por su formación en un entorno corrupto encarna al personaje que toma cargos públicos.
Así como pasó con Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles, Andrés acaparó funciones que no le correspondían desde la administración pública. Intervino en acciones de carácter público para desviar recursos, así como participaba en una guerra sucia entre los nuevos políticos posrevolucionarios. Catalina es la única que no puede ver todo lo que hace su esposo, pues se revela sometida, ni siquiera tiene oportunidad de leer los periódicos.
La burocracia gubernamental en México, la restauración autoritaria
Andrés Ascencio resulta en el general que termina encarnando al personaje que buscaba erradicar la Revolución: un autoritario poderoso que lucha por permanecer en el poder de forma permanente, así tenga que matar para lograrlo. Tan es así que este mismo muere en un momento por conflictos políticos. Desde la sombra, metía sus manos e influía para poner a alguien en la presidencia que le conviniera, no a las masas campesinas y obreras por quien luchó el movimiento armado, sino a él y a las empresas con quien estaba aliado.
Su lucha política llega cuando se hace gobernador de Puebla. Llega y rapta a Catalina, casándose con ella casi por obligación. Recorre todo el estado dando promesas y discursos baratos a las clases bajas. Sus propuestas de campaña no salen de un discurso que vela por “el valor de la familia”, usando a Catalina y a sus hijos como atracción para ganarse el corazón de los votantes. Su gobierno resulta mediocre, pues no es capaz de implementar siquiera programas elementales; uno de ellos, que consistía en mejorar un orfanato, lo había encargado a su mujer. Resultó un fracaso pues los niños estaban en condiciones más que deplorables, además de que las encargadas estaban enajenadas por ese trabajo debido a situación tan explotada en la que se encontraban. Catalina se da cuenta de esto y le informa a Andrés, quien hace caso omiso, y es que sólo era el teatro para conmover a las masas.
Otro ejemplo de los fallidos programas públicos es cuando rehabilitan un manicomio para mujeres. El circo sale tan bien que organizan una fiesta para celebrar la remodelación. Catalina de forma graciosa dice que la única loca de ese lugar era ella por casarse con alguien como Andrés.
Un elemento importante de la obra es la aparición constante de la CROM y la CTM. Hoy en día es claro que representan lo peor de la burocracia sindical y el charrismo, sin embargo, en la novela mantienen los “ideales” del gobierno de Lázaro Cárdenas.
Cuando aparecen los personajes de Medina y Cordera, se siente la lucha de clases como contraposición a Andrés y su alianza con las empresas. Catalina es espectadora pasiva de estos contrincantes. La rivalidad es tal, que el esposo de Catalina hará lo posible por desmantelar la CTM y dirigir a los trabajadores en su favor. Incluso el propio Andrés en un pasaje intenta integrar a Catalina en un grupo de mujeres católicas derechistas (en favor del valor de la familia) que están en contra de las ideas comunistas que surgían en ese momento. Su miedo por perder ante los dirigentes de la CTM era grande; su paranoia se ve reflejada cuando cree que Carlos Vives, el amante secreto de Catalina, se mensaje con Cordera y Medina por medio de códigos secretos.
Sin embargo, son dos las escenas que mejor expresan el carácter de Andrés. La primera cuando asesina a un grupo de campesinos que luchaban en contra del despojo de sus tierras, pues el gobierno, actuando como una herramienta de una empresa, buscaba privatizarlas usando las armas. La segunda escena es cuando Catalina conoce el verdadero monstruo que es Andrés, pues le comentan que destruyó una huelga de una forma violenta y represiva.
Un mes estuvieron sus banderas puestas. Hasta que llegó el gobernador.
Échame a andar las máquinas- le dijo a uno que se negó -. Entonces, camínale- ordenó. Sacó la pistola y le dio un tiro-. Tú, échame las máquinas a caminar- le pidió a otro que también se negó-. Camínale- dijo y volvió a disparar-. ¿Van a seguir de necios? – Les preguntó a los cien obreros que lo miraban en silencio-. A ver tú- le dijo a un muchacho-, ¿quieren morir todos? No va faltar quién los reemplace mañana mismo.
El muchacho echó a andar su máquina y con él los demás fueron acercándose a las suyas hasta que la fábrica volvió a rugir turno tras turno sin centavo alguno.
Todas las críticas son fáciles de interpretar, pues muchas de ellas están en la forma. Es decir, ya sea que los personajes expliquen, por medio de los diálogos, cómo funcionaba (y sigue funcionado en gran medida) la política mexicana, o que por las acciones uno intuya qué está pasando. Ejemplo de esto es cuando Andrés mete al padre de Catalina en sus negocios turbios, teniendo una complicidad entre hombres, pues a ella nunca le explican nada, haciéndola a un lado porque, por su condición de mujer, no tiene la capacidad de entender esos temas.
El poder de Andrés es casi absoluto, todos le temen pues sabe articular y maniobrar desde las sombras. Lo que lo vuelve un personaje interesante y un buen antagonista es que, al contarnos desde la perspectiva de la esposa, desconocemos mucho de sus atrocidades, convirtiéndolo en alguien con muchas facetas.
La liberación de Catalina y su lucha contra Andrés
Toda la obra es una crítica al patriarcado vivido y ejercicio por la burguesía y por las clases altas poderosas, de los gobernantes y grandes generales. Es la cultura de las grandes élites las que se imponen a las masas, por eso todo empieza desde Andrés, siguiéndole la gente subordinada a este, replicando los mismos comportamientos. Recontar todos ejemplos de actitudes machistas de Andrés es una tarea que llevaría muchos párrafos, pero la novela expone todos con distintos matices: unos cómicos, otros tristes, otras asquerosas. La estética es lo que hace sumamente entretenido leer cada una de las veces que Catalina se burla de los machismos de su marido y los de sus amigas, aunque en la vida real es violencia que debemos combatir en todos sus niveles.
Catalina tiene un desarrollo muy interesante. Su evolución se siente pues, aunque no te digan los años que transcurren, es posible apreciar su maduración como personaje y como mujer. La lucha de una mujer que contra un sistema patriarcal que conspira para mantenerla en un estado servil y sumiso. La novela arranca cuando ella es apenas una niña de 15 años que descubre su sexualidad de una forma muy forzada y obligada. La sierva sexual pasa varios años bajo el yugo del “héroe revolucionario”.
En la Revolución mexicana las mujeres cumplieron una función muy importante pero sumamente explotada y poco reconocida. Las clases bajas que se sumaban al proceso armado exponían a la mujer para que realizara el trabajo doméstico en medio de la guerra: hacer comida, lavar ropa, cuidar niños. Sin embargo, la Revolución también llevó a que las mujeres pelearan y se jugaran la vida en los enfrentamientos armados. Esto en el marco de la profunda y terrible violencia de género que sufrieron en un ambiente de guerra.
Es importante conocer esta parte de la historia para entender muchas de las actitudes de Andrés. En un pasaje éste dice que las mujeres de antes sí eran mujeres, y las de ahora no se comparan con ellas. Es como si aplaudiera de una forma totalmente cínica que la explotación, la violencia y la sumisión eran lo más reconocido y apreciado por los hombres.
Catalina se casa por la fuerza. Primero porque tenía quince años, que, si bien la concepción de infancia era diferente en ese entonces, no cambia el hecho de que era una decisión fuerte para su edad. Otro factor era que Andrés ya tenía reconocimiento como persona con poder, por lo que su casamiento fue totalmente cosificado, como cuando alguien escoge un auto para comprarlo y hacerlo de su propiedad. Lo mismo sufren las amigas de Catalina, envueltas en ese ambiente político.
En cuanto a lo erótica, la obra está cargada de esa represión sexual que sufre la mujer. Las descripciones de las personas que le atraen a Catalina son muy completas, pues se expone la parte física, así como la psicológica. Esto refleja que ella es una persona sensible y muy inteligente, pero encerrada en una burbuja por culpa de Andrés. La misma burbuja, la barrera que impide su liberación, se rompe tras conocer a Carlos Vives. Carlos es el gran amor de la protagonista. Él es casi el único que no la trata como si fuera de su propiedad. Al mismo tiempo, algo importante es que este no se convierte en el centro de Catalina. Cuando muere, la protagonista sufre mucho, pero no termina ahí. Ella debe enfrentar la imposición de su marido, hasta que enviuda y ahí siente una verdadera libertad, tanto de su esposo, como de sus propios hijos y toda la carga doméstica.
La obra surgió en un contexto donde había un despertar literario de las mujeres. La segunda mitad del siglo XX se vio marcada por que las escritoras tuvieron un profundo interés por revivir a la Revolución mexicana en la literatura, pues se apoyaron en el mundo caudillista para expresar su inconformidad con el sistema patriarcal, pues en el fondo, es cierto que dicho movimiento se interesó muy poco en la liberación femenina.
Debemos abrazar estas críticas y usarlas como referentes para luchar contra esta cultura machista que imponen las clases más altas de la sociedad. La literatura puede servir para desautomatizar nuestra percepción de la realidad y transformarla, sea el tema que sea, desde las actitudes machistas hasta la corrupción del charrismo y el Estado capitalista que vivimos. |