La vaquita marina es una especie de marsopa de alrededor de 1.5 metros. Históricamente no se conoce mucho de esta especie, pero se comenzó a hablar de ella en la primera mitad del siglo XX, gracias al hallazgo de tres cráneos encontrados cerca de San Felipe, Baja California. Es uno de los cetáceos más pequeños del mundo y sólo habita en las aguas del Golfo de California.
Desde hace unos años vive una situación trágica: la mayoría queda atrapada en las redes de enmalle con las que pescan ilegalmente a totoabas -el pez más grande del Alto Golfo de California-, pues son vendidas a China por precios exorbitantes ya que, al parecer su vejiga tiene propiedades medicinales. Son animales muy interesantes; se les conoce también como “tambores” porque producen sonidos con su vejiga, llegan a vivir de 25 hasta 50 años y llegan a alcanzar los 2 metros de longitud y pesar 100 kg.
En 2017, el gobierno de México implementó leyes para proteger a la vaquita de la pesca ilegal y estableció una zona de “tolerancia cero”, pero con las nuevas medidas de protección, la extinción de la especie es cada día más probable, según expertos y científicos.
Estas nuevas medidas de protección (según la página oficial) establecen el cierre total o parcial a la pesca por actividades ilegales que ayudarán a la vigilancia y supervisión en el hábitat de la vaquita marina. En pocas palabras, las secretarías de Medio Ambiente, Agricultura y Marina estarán en coordinación para realizar patrullaje de vigilancia las 24 horas desde el mar, el cielo y la tierra.
En una entrevista del periódico Monogabay Latam a Alejandro Olivera, representante en México del Centro para la Diversidad Biológica -una organización dedicada a proteger especies en peligro de extinción- Olivera explicó la verdadera “eficacia” de las medidas implementadas por el gobierno. En realidad ya no se considera que haya una zona de cero tolerancia, pues la “protección” humana y material responde a la cantidad de embarcaciones ilegales presentes en el área o la cantidad de redes en el agua. La pesca sigue estando prohibida, pero ahora están haciendo un tabulador para ver cuántos recursos van a utilizar, “si hay de cero a 20 embarcaciones, únicamente se van a utilizar el 60% de los recursos disponibles”.
Evidentemente, el patrullaje del que las Secretarías hablaron, no está todos los días, sino que cada dos días la Secretaría de Marina sale a invitar de manera cordial a los pescadores que se encuentran en la zona de “tolerancia cero” a irse. Alejandro explica que no hay respuesta real de las autoridades ante la pesca, “la Profepa ha estado meses sin embarcaciones, todo el año pasado estuvo sin ni siquiera una oficina, sin vehículos, sin gasolina para salir”. Y así ha sido.
Al principio de la administración de Peña Nieto se contaban alrededor de 200 vaquitas marinas, en 2017 sobrevivían menos de 30. Es decepcionante que ahora haya 10 ejemplares.
El actual presiente López Obrador, ha dicho que no sólo es responsabilidad de México detener el tráfico de la totoaba, sino que el gobierno de China también tendría que atenderlo, pero sigue sin tratar el problema con la urgencia que necesita. Parece que el medio ambiente no es prioridad para el gobierno.
La legislación no responde a la realidad para todas las amenazas de las especies que están sufriendo, y la vigilancia y el patrullaje no son la solución al problema.
La desaparición de la vaquita y de la totoaba son sólo dos ejemplos de la lista de especies endémicas de México en peligro de extinción. A esta se le suman la tortuga laúd, el lobo mexicano, el ajolote, la guacamaya roja, la mariposa monarca, el coral cuerno de alce, el pepino de mar, la orquídea monja blanca y el jaguar. Todas en peligro por pérdida de hábitat, caza indiscriminada, tráfico de especies o pesca excesiva.
Es doloroso y criminal que los animales tengan que pagar la rapacidad capitalista. La gran riqueza ecológica mexicana está en peligro por la voracidad de las grandes empresas que expolian los ecosistemas y que además despojan a comunidades originarias de sus territorios.
Bajo el sistema de producción capitalista, la extinción de especies es resultado de poner los beneficios económicos de una minoría millonaria por encima de la sostenibilidad de la vida. No hay límites. No se detendrá la deforestación, ni la contaminación del agua y el aire o la acidificación de los océanos mientras rija este sistema.
Ni patrullajes, ni zonas de “tolerancia cero”, ni capitalismo verde. No hay “plan B” en este sistema.
Pero la juventud empieza a cuestionar al sistema y a luchar para impedir que los estados sigan depredando el planeta. Se han levantado movimientos a nivel internacional como el llamado #FridaysForFuture, o huelgas por el clima, contra las políticas extractivistas que dejan en peores condiciones a los países latinoamericanos para enfrentar la crisis climática global.
Los paros estudiantiles comenzaron en 2018 y se expandieron por el mundo. En 2019 tuvieron lugar más de cuatro huelgas mundiales por el clima, con más de siete millones de personas manifestándose por todo el mundo, lo que la ubicó como la protesta mundial más grande de la historia desde las acciones coordinadas contra la Guerra de Irak en 2003.
Artistas, activistas, científicos, especialistas, también han expresado su descontento y hartazgo por la clisis climática.
Es urgente destruir este sistema y construir uno nuevo donde se puedan satisfacer las necesidades humanas sin devastar el medio ambiente y la diversidad de especies que lo habitan, donde no haya más explotación y opresión. |