En 1962 el presidente estadounidense Dwight Eisenhower inició un bloqueo intentan estrangular la economía de la isla, con el objetivo de provocar miseria e inestabilidad política que le permitiera al imperialismo norteamericano recuperar a este pequeño país como su semicolonia.
Estados Unidos, desde los padres fundadores Tomas Jefferson y James Madison, han buscado que la isla sea una estrella más de su bandera. Con el dictador Fulgencio Batista las condiciones de la isla se encontraban sometidas a la explotación imperialista de la mano de la mafia estadounidense. Con la revolución de 1959 esto se acabó.
Si bien el movimiento comandado por Fidel Castro, el M26, inicialmente no tenía un proyecto socialista, sino únicamente democrático en los límites del sistema capitalista, es decir sin la perspectiva de terminar con la propiedad privada, la irrupción y la presión de las masas trabajadoras y campesinas, por un lado, y la ofensiva imperialista por el otro llevaron a la revolución a ir más allá de lo que esperaba el propio Fidel. De esta forma la revolución avanzó en expropiar al capital imperialista y a la burguesía local, avanzando en la planificación de la economía desde el Estado.
Sin embargo, la respuesta a este proceso por parte del imperialismo yanky fue comenzar el bloqueo más largo en la historia de la humanidad el cual ha traído enormes consecuencias humanitarias. En este marco, la política de la burocracia castrista concito una enorme dependencia con la URSS consecuencia de la subordinación económica y política con respecto a la dirección estalinista. Tras la caída del Muro de Berlín y la restauración capitalista en Rusia aconteció el llamado período especial donde se expresaron las consecuencias de esa dependencia. Lejos de relajar las medidas del bloqueo, Estados Unidos intentó llevar al límite al pueblo cubano incrementando las medidas de embargo.
Así, la Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas (conocida como Ley Helms-Burton), de 1996, reforzaría el embargo, incluyendo lo referido a su aplicación extraterritorial gracias a la inclusión de sanciones para las empresas de otros países que hagan transacciones con la isla.
Se calcula que el bloqueo ha costado al menos 150 mil millones de dólares y con el racista mandatario Donald Trump este se incrementó aún la abrumadora votación a favor de levantarlo en la ONU.
En las últimas votaciones ante el pleno de las Naciones Unidas, la resolución de rechazo al embargo a Cuba obtuvo 184 votos a favor y solamente dos en contra, el de Estados Unidos y el de su aliado el Estado genocida de Israel, así mismo hubo tres abstenciones Colombia, el aliado latinoamericano del imperialismo hoy ante una fuerte crisis política producto de la movilización popular, el Brasil al mando de fascistoide Bolsonaro y Ucrania.
Es importante contemplar que las sanciones contra Cuba no son simplemente una restricción al comercio. El Gobierno de EEUU busca generar hambre y desesperación en el pueblo para generar un cambio de gobierno favorable a sus intereses. El efecto en Cuba es que toda transacción financiera cuesta mucho más que lo que costaría en una transacción en la normalidad.
De este modo, desde las dificultades para obtener semillas de hortalizas hasta la escasez de piensos para la manutención del ganado de granjas, todos los sectores se ven fuertemente afectados por el bloqueo imperialista y esto tiene terribles consecuencias para la población, en tanto la burocracia gobernante goza de privilegios como resultado de su rol de administradora de la economía. En el caso del transporte, se calcula que las pérdidas económicas suman los 520 millones de dólares debido, entre otros motivos, dada la prohibición de acceder a los puertos de los EEUU y a los armadores internacionales.
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Al mismo tiempo, además de su esencia económica y política, el bloqueo estadounidense contra Cuba tiene un carácter coercitivo y extraterritorial, transnacional, con efectos negativos contra terceras Potencias, sobre todo después de octubre de 1992 cuando el Congreso norteamericano aprobó la Cuban Democracy Act, mejor conocida como Ley Torricelli, que autoriza al presidente de EEUU para imponer sanciones a los países que mantengan relaciones comerciales o financieras con Cuba o les prestasen algún género de asistencia.
Las sanciones pueden ser: la exclusión de esos países de la recepción de ayuda norteamericana al amparo de la Ley de Asistencia Extranjera de 11961. La ley extendió sus sanciones a las filiales de empresas estadounidenses en el exterior y a los buques procedentes de puertos cubanos que no pueden embarcar ni desembarcar carga en los Estados Unidos sino después de transcurridos 180 días de su salida de Cuba y previa autorización del Departamento del Tesoro; y en el caso de los buques que transporten pasajeros desde o hacia Cuba, no pueden entrar a ningún puerto estadounidense.
Así, este ordenamiento jurídico tiene no sólo características de bloqueo sino de embargo, porque además de cercar comercialmente a Cuba posibilita la acción judicial contra los bienes de personas y empresas que comercien con ella, violando incluso derechos soberanos de muchos otros Estados por su carácter extraterritorial.
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El bloqueo y la restauración capitalista
Por otro lado, independientemente de la postura que los distintos gobiernos capitalistas asumen frente al bloqueo, el capital y las distintas administraciones de los países imperialistas buscan empujar la restauración capitalista en la isla por la vía de una cada vez mayor predominancia del capital privado que es el germen de una desigualdad social creciente. Esto es favorecido precisamente por la política de la burocracia castrista que avanza en abrir distintas áreas al capital siempre poniendo por delante sus intereses de casta parasitaria y privilegiada.
Como hemos visto el bloqueo es una realidad que ha sufrido la isla durante décadas, que provoca hambre para el pueblo. Por su parte, es cierto que la burocracia del Partido Comunista en el poder intenta ocupar el bloqueo como un pretexto para sus políticas represivas y para justificar los efectos de sus propias políticas económicas (las cuales profundizan las consecuencias para las masas cubanas y favorecen el fortalecimiento de las tendencias procapitalistas), siendo que impide cualquier alternativa independiente al partido único en el poder.
Los trotskistas denunciamos el bloqueo criminal de Estados Unidos sobre la isla, sin dejar de repudiar la represión contra la protesta ni los privilegios de la burocracia castrista. Estamos por una Cuba socialista, donde consejos obreros y populares sean quienes tomen las decisiones, para reorientar de forma democrática la economía y la sociedad cubana, con libertad para los partidos que defiendan la revolución, y bajo una perspectiva que apueste a extender la revolución más allá de las fronteras de la isla, la mejor manera de defender las conquistas de 1959, pues es imposible construir el socialismo en un solo país.
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