No es libertad, son privilegios
“¡Viva la libertad carajo!” Suele gritar el libertario Milei, y en la misma frase habla de “la superioridad del capitalismo”. Libertad y capitalismo no son compatibles cuando uno se hace algunas preguntas elementales. El pibe que labura pedaleando en la bici 10 horas para que le alcance para comer, ¿tiene la misma libertad que el dueño de una cadena de comida rápida? ¿Puede elegir si esa mañana sale a laburar para ganarse el plato de comida o se queda en su casa? O una madre soltera que trabaja en su casa con las tareas domésticas y de cuidado y, supongamos, un call center, ¿tiene la misma libertad para disponer de tiempo libre y los recursos para estudiar, ir al cine o hacer deporte, que la gerenta de una multinacional que puede contratar una niñera?
La desigualdad en el capitalismo es una marca registrada que sigue batiendo récords. El absurdo llega a niveles “Jeff Bezos”, el dueño de Amazon. Mientras sólo en América Latina se cuentan más de 209 millones de pobres, el hombre más rico del planeta no sabe en qué gastar su fortuna. Fue libre de pagarse un viaje al espacio de menos de 11 minutos, que se estima que le costó al menos 5.5 mil millones de dólares. Para no privarse nada, se dio el lujo de contaminar el medio ambiente: el nuevo capricho millonario emite 100 veces más de dióxido de carbono por pasajero que los aviones.
Nadie puede negar que la libertad no es igual para todos y todas. Esa desigualdad se origina en un robo: el de la propiedad privada capitalista que dividió a la sociedad en dos grandes clases sociales. De un lado los que la poseen, del otro los que no la poseen. No es algo que existió siempre, ni es natural. Si miramos la historia de nuestro país, las comunidades originarias que habitaban estas tierras y la trabajaban, fueron masacradas para ser expropiadas con la Campaña del Desierto. Tierras que hoy están en manos de un pequeño grupo de grandes terratenientes, y muchos las obtuvieron sólo por el “mérito” de la herencia. Sin hacer nada más que ser portadores de algún doble apellido.
Este robo es la base de otro robo, que se ejerce todos los días. Todo lo que produce el país, desde el aceite para hacer una milanesa, la soja que se exporta, la yerba, o un paquete de fideos, se hace de forma colectiva. Miles de trabajadores que levantan la cosecha del campo, manejan una máquina, cargan y descargan un camión, lo manejan, el o la que te cobra un producto en la caja del supermercado. Hasta participa el chofer del bondi que permite que las y los laburantes lleguen a su trabajo. Pero esa riqueza producida colectivamente es apropiada y usurpada en forma individual por un pequeño grupo de “los que poseen”.
Marx decía que “el obrero es más pobre cuanta más riqueza produce”. Porque a las y los trabajadores ni siquiera se les paga por todo lo que hacen en la jornada laboral. Los capitalistas roban todos los días el trabajo que hacen otros: lo que Marx denominó plusvalor surge de la diferencia entre lo que al capitalista le cuesta la fuerza de trabajo (salario) y lo que esa fuerza de trabajo efectivamente produce. En una jornada laboral de 8 horas supongamos, el salario que recibe el trabajador se “paga” quizás con 3 horas de su trabajo. Todo lo demás, se transforma en ganancia de los empresarios.
“Se horrorizan porque queremos abolir la propiedad privada. Pero en su sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus integrantes”, dice Karl Marx en el Manifiesto Comunista. Hablar de la libertad solo para una décima parte, es defender los privilegios de una minoría que posee mucho mientras la mayoría no posee nada. La libertad es robada para las nueve décimas partes de la sociedad. ¿Por qué la juventud, hoy en día, vive como una utopía tener un trabajo con derechos? Eso no es libertad. Y los libertarios son los primeros en atacar los derechos laborales.
La frase de Nicolás del Caño hablando del robo de los libertarios es justa. Doblemente precisa: por defender el robo de esos privilegiados, y por querer hacer pasar la defensa de los privilegios como libertad.
Libertad individual y libertad colectiva
Si hay una palabra prohibida en la jerga liberal o libertaria es cualquier cosa que sea colectiva. Por eso suelen usar también “libertad individual”, para identificarse con los valores del individualismo, el egoísmo y la meritocracia. De nuevo, su relato de libertad se cae cuando se conocen sus posturas sobre los derechos de las mujeres: muchos de ellos se oponen a la “libertad individual” de las mujeres a decidir si quieren ser madres y cuándo serlo. Más aún se oponen al movimiento de mujeres y la marea verde, que se caracterizó por resaltar una lucha colectiva.
Los libertarios también polarizan con una idea vulgar del socialismo, asociándolo al stalinismo, para decir que es imposición forzosa (aunque su modelo económico es asimilable al de dictaduras militares). Pero niegan la historia de las revoluciones, del marxismo y el trotskismo que ha luchado y lucha por una sociedad verdaderamente libre. La revolución rusa fue pionera en libertades elementales, antes que existan en cualquier país capitalista. En 1920, aún con las penurias de la guerra civil, se legalizó el derecho al aborto, el derecho al divorcio, y se eliminó la criminalización a la homosexualidad. Más atrás, la Comuna de París de 1871 abrió el camino para una forma política democrática, con la participación colectiva de los trabajadores y poniendo fin a los privilegios de los funcionarios, que allane el camino para la emancipación económica.
El marxismo y el trotskismo van por la conquista de la libertad para todos y todas. Al contrario de lo que dice la ideología liberal, la libertad individual y la colectiva no están contrapuestas para el marxismo. Se incluyen mutuamente. La lucha por el socialismo como antesala del comunismo, es la lucha por conquistar la libertad colectiva como condición necesaria para el más pleno desarrollo de la individualidad, la creatividad, el talento, los deseos de las personas. Claro que la base para su posibilidad es poner fin a la propiedad privada capitalista y la explotación. Algo que los grandes empresarios no van a ceder voluntariamente. La historia de las revoluciones son prueba de eso. Pero también, de las capacidades ilimitadas de la clase trabajadora cuando toma el destino en sus manos con la acción colectiva.
Ese pleno desarrollo de la individualidad haría más fuertes los lazos de solidaridad y comunidad de una nueva sociedad sin explotación. Más científicos, artistas, más desarrollo tecnológico. Pero al servicio del bienestar de toda una sociedad. En lo que hace a la alimentación, el cuidado del medio ambiente, la salud, la educación. Para trabajar cada vez menos, hasta que sea algo mínimo e insignificante en nuestras vidas. Y más cine, literatura, música. Porque la recreación y el tiempo libre serán un pilar fundamental de la nueva sociedad.
Hay una canción de La Renga, Hablando de la libertad, que dice “Hice un lugar, en el refugio de mis sueños/Y guardé ahí, mi tesoro más preciado/Donde no llega, el hombre con sus jaulas/Ni la maquinaria de la supervivencia”. El socialismo es la lucha porque la libertad pase de refugiarse en los sueños a desarrollarse plenamente en la realidad. |