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15 de marzo de 2025 Twitter Faceboock

Derechos Humanos
Tortura, redes de trata y tráfico de órganos al interior de cárceles: denuncian Jacqueline y Bryan
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La Izquierda Diario platicó con Jacqueline Santana y Bryan Reyes. Relataron las condiciones en las que vivieron los últimos 8 meses mientras permanecieron presos, acusados de robo después de intentar ser desaparecidos.

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La lista de las irregularidades y vejaciones es enorme, no hay manera de mencionar todas tan sólo en una nota. Durante la entrevista, los jóvenes narraron diversas situaciones que viven día a día las personas internas de los “centros de readaptación” en el país. A pesar de permanecer en diferentes lugares –Jacqui en la cárcel para mujeres Santa Marta Acatitla y Bryan en el Recusorio Norte– ambos narran situaciones muy similares.

Prostitución, abandono y maternidad: las mujeres en la cárcel

Durante su permanencia en Santa Marta Acatitla, Jacqueline Santana convivió con diversas mujeres que son víctimas de la redes de trata al interior. La gran mayoría orilladas por la necesidad generada por el alto costo de la vida al interior de las cárceles.

Operada principalmente por los custodios y permitida por funcionarios, se aprovecha cuando las presas deben salir a diligencias –audiencias en reclusorios varoniles–. Allí los custodios, encargados de “salvaguardar” la integridad de las presas, se ponen de acuerdo con los internos que están dispuestos a pagar por el “servicio” y cobran un porcentaje para permitir el acercamiento y asegurar la privacidad del acto. Algunas mujeres están de acuerdo y lo asumen como una fuente de ingreso, sin embargo, varias son persuadidas por los mismos custodios.

Las visitas a las internas de las cárceles para mujeres son mínimas, “las mujeres son abandonadas por su pareja y hasta por sus familiares,” afirma Jacqui, “muchas llevan años sin recibir visitas” agrega. La necesidad de pagar por todo –alimentos, agua, no ser golpeada por las custodias, etc.–, y el abandono, y por lo tanto la falta de recursos, deja a las mujeres presas como única opción la prostitución.

Además, varias de las presas tienen hijos del personal que trabaja en los centros, haciendo así que muchas vivan la experiencia de la maternidad en las condiciones antes descritas, esto en caso de que no hayan logrado convencerlas de abortar. Jacqui nos cuenta como se persuade a las chicas para que aborten en caso de quedar embarazadas. “Se practican abortos sin importar los meses de gestación, el servicio médico las persuade para que decidan abortar, no importa si tienen 3 o 5 meses, ellos practican el aborto, sin contar siquiera con el equipo y las instalaciones adecuadas.

Tortura, tráfico de órganos y extorsión

Las prácticas narradas por los jóvenes son brutales, nefastas. Al interior del reclusorio es “usual” que los internos sean torturados. Uno de los métodos que los custodios usan con frecuencia para “castigar” a algunos internos es la mezcla de agua hirviendo con azúcar y aceite. La arrojan sobre el cuerpo de los presos, buscando que se les caiga la piel. El mismo Bryan presenció cuando un custodio rociaba con gas los ojos de un interno y además lo electrocutaba, a pesar de las marcas por las quemaduras en el cuerpo de este interno, los visitadores de Derechos Humanos fueron omisos al respecto.

Uno de los más brutales ataques que sufren los internos es la extirpación de órganos. Los llamados “franceses” –presos abandonados, que no reciben visitas– son víctimas de estas prácticas. Con cualquier pretexto, como la extracción de un molar, son anestesiados, al despertar los presos se percatan del dolor y la cicatriz.

Tanto la familia como las personas internas de los centros de readaptación social, son víctimas de la extorsión por parte de custodios y algunos internos. Se debe pagar a diario “el pase de lista” para evitar ser golpeado.

Cuando un interno genera un adeudo por drogas o cualquier índole, suele solicitarse a familiares el pago de estas deudas mediante efectivo e incluso la prestación de “favores sexuales” por parte de las familiares.

Por si fuera poco algunos internos, incluyendo a los jóvenes activistas, son perseguidos y acosados por presos que funcionan como “halcones”.

Ante tales atrocidades los visitadores, la mesa de Derechos Humanos de cada centro e incluso la misma Comisión de Derechos Humanos omite acciones para frenar, peor aún, cuando alguna presa o algún preso se atreve a interponer alguna queja, es amenazado y persuadido para que desista.

Esta es la realidad de los denominados “centros de readaptación social” que de readaptación social tienen nada, comentan los recién liberados Jacqueline y Bryan. Lejos de readaptar, deshumanizan, torturan, prostituyen, extorsionan y vejan a los internos, en su mayoría presos por no contar con recursos para pagar una adecuada defensa legal. Los pobres no pueden demostrar su inocencia –o si es demostrada son culpados– y la mafia que cae presa y cuenta con recursos, paga para vivir privilegiadamente al interior de los centros.

 
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