El apocalipsis terrestre ha tenido varias expresiones en el mundo de las series, desde que “Lost” impuso cierto formato, varios títulos han transitado, con mayor o menor éxito, ese esbozo de fórmula argumental.
Un círculo cerrado, una pequeña sociedad, de sobrevivientes (a un atentado, a la caída de un avión, al esparcimiento de una toxina letal, a una invasión zombi, a una guerra nuclear, a guerras y guerrillas entre clanes, buscando al primus inter Paris) se va amplificando a otros grupos para intentar rescatar si no a la Tierra a su entorno inmediato, en principio, de un cataclismo irreversible.
Empieza en el ineludible territorio norteamericano o en uno que se le parece demasiado, al menos en sus formas culturales y políticas, buscando reintegrar un sistema de valores que devuelvan al país y al planeta todo, carcomido por la barbarie y el caos, a su forma original de sueño americano y tierra de “nuestros” padres fundadores (esos pioneros paradigmáticos, heroicos, incorruptibles, de arrasadora fe, industriosos, pregoneros de la buena familia y sus costumbres, en síntesis, de esos custodios morales de un modelo hegemónico de cultura, que arrastra por el mundo, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser). O de cómo pintarle una carita feliz al imperialismo cultural en su mejor envase de venta.
Esto no es el planteo de una crítica, sino la exposición de una realidad. Por eso, nos parece interesante su análisis, porque nos deja tela que cortar, no es todo blanco o negro, al cabo, y nos ofrece no pocos elementos para vislumbrar, en su gama de tires y aflojes, una teoría implícita del poder y sus diversas formas. De cómo se ven o quisieran verse los voceros de esta cultura, que es hoy (redes y canales mediante) universal. De cuáles serían sus anhelos ante el panorama general bastante desalentador de los mercados mundiales y los emporios empresariales (que, por otro lado, representan) para construir una sociedad más equilibrada (sin dejar genocidios aparte) y justa para los que queden en pie al promediar su idea de un ocaso civilizatorio y un apocalipsis de escala mundial.
En eso, Los 100 (o The One Hundred, aunque su título impreso sea The 100), no escatima ningún recurso, apelando a lo mejor del género para referenciarse.
Pero aquí, la acción no se centra, en principio, en nuestro planeta, sino en un arca, compuesta de naves superpuestas, que se erige en el espacio como el último reducto para la vida humana. Aquí funciona una democracia de estado de excepción, regida por un canciller y un consejo, dedicados a mantener el orden, controlar la producción y las finanzas, y reprimir el crimen, que, en este marco, es casi cualquier cosa que contradiga sus órdenes (robar comida o medicinas incluso). Es un grupo de notables científicos, en general, con cierta habilidad para el mando (una aristocracia ilustrada) quien establece la división de tareas, los niveles de responsabilidad, las atribuciones, el racionamiento y la especie de los castigos a quienes violen sus reglas. En este sentido, existen dos posibilidades, si es menor, su encierro hasta la mayoría de edad, si es mayor, su inmediata flotación, esto es, su expulsión a una muerte segura en el espacio exterior.
Entretanto, la Tierra se encuentra devastada por la explosión de sucesivas cargas nucleares que destruyeron a las potencias del mundo y a las principales ciudades. No hay demasiados datos de los antecedentes, pero hubo una guerra, y se mencionan misiles que desde China aniquilaron los principales emplazamientos urbanos de los Estados Unidos y sus reservas. Lo que queda evidente es que el medio ambiente quedó sometido a una constante radioactividad que dejó al planeta inhabitable al menos por doscientos años. Eso obligó a esta incursión definitiva de las doce (o trece) naves que constituyeron el arca para la supervivencia de una diezmada población humana.
Cuestión que, transcurridos cien años de la hecatombe mundial, los científicos del arca estiman que podría ser viable una expedición tripulada a los territorios arrasados por las explosiones atómicas en busca de establecer nuevamente una colonia y repoblar el planeta. Eligen para esto a un grupo de cien adolescentes confinados que están en el límite de su cautiverio. El destino elegido no es otro que Washington D.C., la vieja sede del gobierno de los Estados Unidos. Su supervivencia no es segura y eso genera cierta angustia en los padres de los jóvenes enviados, entre los que están incluidos los propios magistrados, que no dudaron en encerrar a sus propios hijos por delitos menores, prefiriendo mantener el orden y preservar a la mayoría de un desacato extendido y un cuestionamiento de sus poderes.
La expedición, no obstante los sacudones del aterrizaje, llega casi íntegra al planeta y logra salir al medio terrestre sin percances para su vida. El aire es respirable y existen algunos recursos para alimentarse y poder sembrar árboles frutales y granos para abastecer su sustento. Aunque no todo es tan bueno como parece. En el aire existen residuos radioactivos que afectan a los recién llegados (lluvia ácida, animales y vegetales con mutaciones genéticas) y descubren que no están solos. Que otros terrestres sobrevivieron y se adaptaron a las condiciones de vida post-apocalípticas. Y aquí comienza el verdadero nudo de la historia: la lucha por la supervivencia, entre el medio hostil y las tribus de salvajes terrestres adaptadas a las radiaciones. Encima, existe un remanente del poder político y militar del imperio en el llamado Monte Weather (Monte del clima sería, y el que maneja el clima, maneja el mundo).
Así, tenemos tres frentes de batalla, Arcadia (nave fortaleza donde viven los llegados del espacio –llamados después Skaikru por los salvajes), Trikru (una coalición de pueblos salvajes que hablan un dialecto mezcla del inglés y el español, entre otras lenguas) y Monte Weather. Y en este marco, habrá enfrentamientos, alianzas, intercambio cultural, relaciones cruzadas y lealtades cambiantes que se moverán entre la resistencia y la asimilación a un nuevo sistema hegemónico.
El eje de este movimiento estará centrado en los sobrevivientes del arca. Destacándose siempre el grupo formado por Clarke Griffin (una omnipresente Eliza Taylor), destacada por sus conocimientos médicos y ser la hija de la ingeniera genética del arca (una gran actuación de Paige Turco como Abby Griffin), su pretendiente, el aventurero Finn Collins (Thomas Mc Donell), los hermanos fatales, siempre bien dispuestos a la revuelta, Bellamy Blake (Bob Morley, buen actor filipino-australiano, una especie de nuevo Lou Diamond Phillips) y Octavia Blake (la actriz australiana Marie Avgeropoulos, que irá creciendo con el correr de las temporadas), el siempre conflictivo John Murphy (Richard Harmon), el experto en sistemas, Monty Green (Christopher Larkin), el relativista Jasper (Devon Bostick) y Wells Jaha, el hijo del canciller Thelonius Jaha (gran rol jugado por Isaiah Washington). Mientras tanto, en el arca o nave madre, junto a Abby Griffin estarán el primero arribista y trepador, y luego consciente regente del poder, Marcus Kane (excelente interpretación del ex Lost –Desmond Hume en la serie- el inglés de origen peruano Henry Ian Cusick) y la ingeniera, detenida por robos, Raven Reyes (otro rol capital con gran actuación de Lindsay Morgan). Estos serán los pilares de la narración y sus principales protagonistas. Para destacar, en roles secundarios pero no por eso menos gravitantes en la historia, Adina Porter como Indra, Ricky Whittle como Lincoln, Luisa D’Oliveira como Emori, y una de las protagonistas de Fear the walking dead, Alycia Debnam-Carter como Lexa.
Como señalaba antes, con guiños hacia “Lost” y hasta hacia su competidora “Game of Thrones”, pasando por tópicos habituales de la sci-fi en plan de catástrofe, Los 100 se impone con un ritmo estremecedor, buenas ambientaciones, un sólido argumento defendido por un elenco parejo muy bien seleccionado, generando un entretenimiento aconsejable para estos tiempos de gran consumo para los espectadores de la pantalla chica que ha logrado desplazar a la industria cinematográfica en sus distintos formatos.
Producida por el canal Warner puede verse en su cadena emisora, y en distintas plataformas como Netflix. Se espera para esta segunda mitad del año el estreno de su séptima temporada. |