Nadie podría negar que León Trotsky le puso el cuerpo a sus convicciones. Luchó toda la vida por la verdadera libertad, no la de unos pocos a costa de muchos sino la de toda la humanidad; contra de cualquier forma de opresión y explotación. Contra las injusticias y las desigualdades que genera el capitalismo día a día. Por pensar esto siempre fue perseguido y considerado peligroso para los poderosos y sus gobiernos. Tanto así que hasta Putin y Netflix, hace algunos años, pusieron mucha plata para hacer una serie sobre su vida, completamente falsa, sólo para difamarlo.
A los 19 años se hizo marxista porque se cansó de analizar la realidad y quejarse. Se dio cuenta que lo que había que hacer era cambiarla. Revolucionarla. Deportado, preso en 20 cárceles, se escapó de dos y siguió militando desde la clandestinidad. Incansable.
En la revolución de 1905, a los 26 años, fue presidente del Soviet de diputados obreros de San Petersburgo elegido directa y democráticamente por trabajadores y campesinos rusos.
Se exilió en varios países, fue periodista de guerra y hasta se instaló un tiempo en Nueva York, el corazón del imperialismo norteamericano, donde conoció un movimiento obrero poderoso que lo sorprendió.
En 1917 volvió a Rusia, se sumó al Partido Bolchevique y con Lenin dirigió una revolución socialista que cambiaría la historia para siempre. Hay mucho más, creó y fue el jefe militar del Ejército Rojo, con cinco millones de combatientes, y enfrentó a catorce ejércitos imperialistas en el campo de batalla. Sí, uno contra catorce y ganó.
Incansable. Se opuso a Stalin y a la burocracia cuando se apoderaron del gobierno soviético que hablaban de “socialismo en un solo país”. Algo que para Trotsky era imposible e irreal porque el capitalismo era/es un sistema mundial por lo que la lucha de la clase trabajadora para terminarlo, también tenía que ser internacional. Perseguido él, su familia, sus hijos y amigos no lo detuvo y fundó la IV Internacional en 1938 como alternativa marxista al estalinismo.
Decía que la clase trabajadora no debía confiar en sectores o partidos de la burguesía, al contrario tenía que unir todas sus fuerzas, porque la lucha es colectiva -no individual-, y ser la cabeza del cambio social. La única que podría planificar una sociedad muchísimo más democrática que ésta, que produzca y funcione en base a lo que se necesita realmente y no lo que genera ganancia para el empresario, como pasa ahora.
Lejos de cualquier idea utópica, planteó cuestiones concretas. Para resolver los problemas que deben resolverse en lo inmediato, había que tomar una serie de medidas en pos de construir una sociedad socialista. ¿Cuáles? la reducción de la jornada laboral para terminar con la desocupación, la nacionalización de la banca, la expropiación de los terratenientes que concentran la mayor cantidad de la tierra, entre otras.
Trotsky tiene mucho que ver con nuestra historia. En Argentina el movimiento trotskista existe desde fines de la década del 20, hace casi cien años que está en nuestro país. Por eso cuando fue asesinado por orden de Stalin -a los sesenta y un años en su exilio mexicano- se hicieron actos y homenajes acá y en muchos países del mundo.
Militante revolucionario, teórico, periodista, estratega militar. Escribió sobre economía, política, historia, arte y sobre los problemas cotidianos. Amaba a los perros, la jardinería, la vida en general. Y tenía plena confianza en las generaciones más jóvenes, sobre todo en las mujeres, a las que vio siempre como el motor de un verdadero cambio social. Decía su testamento: “la vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”. |