En 2009 el autor convivió con el joven que desapareció y murió tras una represión de Gendarmería. En 2017, viviendo en París, colaboró en la organización de concentraciones por verdad y justicia en común con algunos activistas kirchneristas. A cuatro años de esas movilizaciones, un balance y algunas reflexiones.
Un día como hoy, hace cuatro años, el 1° de septiembre del 2017, hubo una enorme movilización en Plaza de Mayo convocada por los familiares de Santiago Maldonado junto a organismos de derechos humanos, sindicatos, organizaciones políticas, estudiantiles y sociales. Exigían la aparición con vida de quien fuera el anarquista con quien yo había convivido durante un año en La Plata. Ese día se cumplía un mes de su desaparición.
La movilización estaba convocada a las 17 horas. Yo no pude asistir, porque justo a esa hora salía mi vuelo hacia París.
Conocí a Santiago en el 2009. Nos presentaron en el comedor de la pensión donde viviríamos ese año, frente a la Facultad de Bellas Artes de La Plata, al lado de lo que en ese momento era el bar Tía Martita. “Ali, él va a ser tu compañero de habitación”, me dijo el encargado de la pensión. Nos saludamos rápido porque yo me tenía que ir.
Esa misma noche nos encontramos en un recital punk en El Viejo Varieté, donde pudimos conversar tranquilos. “Decime Lechuga”, me dijo. Pero bueno, lo terminé llamando siempre Santi. Un punk, un anarquista, un cuestionador del sentido común.
Pero el fin de estas reflexiones no es recordarlo como la persona cuestionadora, graciosa, sencilla, alegre, humilde, luchadora y de hermosa personalidad que fue, como tampoco hablar de los intercambios y discusiones políticas que tuvimos en aquel entonces. Eso ya quedó plasmado en un artículo y un video publicados en el mismo 2017.
Desde París
Cuatro años han pasado. El tiempo corrió rápido y la injusticia sigue erguida como una estatua reluciendo su impunidad. Pero algunas caretas comienzan a caerse.
Cuando Santiago desapareció en agosto de 2017 yo acababa de recibirme y me había salido una beca para ir, por cuatro meses, a comenzar mi doctorado en un instituto de París. Hacía un año y medio que había empezado a militar en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Fueron momentos muy intensos para mí los vividos ese año, desde lo más personal hasta lo más político. Una sucesión de eventos muy particulares que me llevaron a hacerme muchas preguntas. Y a encontrar algunas respuestas.
En París se estaban haciendo pequeñas concentraciones de argentinos con el fin de visibilizar internacionalmente el caso de Santiago y mostrar al Gobierno de Mauricio Macri que allí también se exigía su aparición con vida. Si bien quienes organizaban esas concentraciones no pertenecían a ninguna organización política, la Asamblea de Ciudadanos Argentinos en Francia (ACAF), dirigida mayormente por kirchneristas, intentaba mostrarse como la “organizadora”.
El 1° de noviembre, a tres meses de la desaparición y a poco de haberse encontrado el cuerpo de Santiago, con un par de argentinos propusimos organizar una concentración en la Place de la République, un lugar muy concurrido. Los dirigentes de ACAF se opusieron, alegando que “la tradición” era hacer las concentraciones frente a la Embajada Argentina. Pero la embajada quedaba en medio de un barrio de clase alta, en una cortada por la que no pasaba nadie. Por eso, con otros cinco argentinos decidimos llevar a cabo nuestra propuesta. Invitamos a la ACAF a sumarse. Previsiblemente, no lo hicieron.
A la concentración en la Place de la République concurrieron unas cien personas. Dentro del contexto parisino era bastante. Allí decidimos conformarnos como un colectivo al que llamamos “Justicia por Santiago Maldonado - Francia”. Eso incomodó a quienes dirigían la ACAF. Tal vez porque vieron que podíamos convertirnos en un nuevo espacio, de izquierda, que les pudiese generar molestias futuras y poner trabas a su lugar de “referentes” de la política argentina en París.
Fue así que, al otro día de la concentración, nos propusieron organizar una próxima acción en común. Si bien eran concentraciones pequeñas en comparación a las que se hacían por Santiago en Argentina, ayudaron mucho a divulgar la causa en la comunidad internacional, denunciando con fuerza al gobierno macrista.
Doble discurso
Nos pareció bien su propuesta de organizar juntos la próxima acción. La única condición que pusimos es que nos dejaran leer un comunicado propio. Dijeron que sí, así que organizamos una concentración frente a La Sorbona. Lo que sucedió allí me hizo comprender varias cuestiones respecto al roll de muchos dirigentes kirchneristas, revalorizadas hoy con el Frente de Todos en el poder.
La conducción de la ACAF se mostró mucho más comprometida y organizada que en las acciones anteriores, ya que, a diferencia de las concentraciones pasadas, llevaron sonido y movilizaron a más personas. Pero cuando nos tocaba leer nuestro documento empezaron a decir que, por cuestiones de tiempo, no podríamos hacerlo y que sólo hablarían ellos. Burocracia pura.
Nos negamos a aceptarlo. A la fuerza pedimos la palabra para leer lo que habíamos escrito para esa acción. El clima se puso bastante tenso. Pero al final no pudieron negarnos la palabra y una compañera comenzó a leer lo que habíamos escrito. Entonces, mientras lo hacía, entre el bullicio que estaban haciendo varios miembros de la ACAF, uno de ellos se me acercó, me miró a los ojos y, con una mirada cargada de cinismo que no olvidaré, me dijo: “si realmente fueses amigo de Santiago Maldonado, no dividirías su lucha”.
En pocos minutos mostraron su verdadera cara, ésa que siempre esconden detrás de promesas y discursos “progresistas”. Responderle con una trompada hubiese sido caer en su provocación e interrumpir la lectura del comunicado que habíamos preparado. Me limité a morderme los labios. Ahora, cuatro años después y con dos años del Frente de Todos en el poder, pregunto qué pasó con la lucha de Santiago Maldonado a la que ese descarado se refería.
En el PTS siempre tuvimos claro que el fin del kirchnerismo con la causa de Santiago (y muchas otras causas) era canalizar la bronca hacia las urnas en beneficio propio. Lo dijimos en su momento y hoy está a la vista.
Es ya el segundo año de la presidencia de Alberto Fernández junto a la conducción kirchnerista y no se ha hecho absolutamente nada desde el Estado por avanzar hacia la verdad y la justicia. Todo lo contrario. Patricia Bullrich sigue impune. Durante su gestión ascendieron al gendarme Emmanuel Echazú, imputado en la causa, y hoy sigue en actividad como si nada. A Alberto Fernández se lo escuchó decir que “la Argentina toda está en deuda con la Gendarmería”. Y su gobierno carga con más desapariciones y muertes, como las de Facundo Castro y Luis Espinoza.
Esto se debe a que el fin del kirchnerismo no es terminar con la explotación, sino generar ganancias para un sector de la burguesía nacional mientras se mejora la vida de los explotados todo lo que los explotadores permitan. Y para ello necesitan tener a disposición de los intereses burgueses las mismas fuerzas represivas que terminaron con la vida de Santiago.
El comunicado que nosotros leímos ese día en París intentaba explicar que la muerte de Santiago era consecuencia de un aparato represivo necesario para proteger la propiedad privada y los intereses capitalistas. Decíamos que no fue la causa de su muerte sólo la gestión gubernamental macrista, como denunciaba la conducción de la ACAF en París y los dirigentes kirchneristas en Argentina, sino sobre todo la estructura social que hace uso del Estado y su monopolio de la violencia para defender los intereses burgueses.
Cuatro años después el gobierno cambió, pero el Estado es el mismo. Y sus fuerzas represivas, como era de esperarse, siguen intactas, cumpliendo la misma función.
La “estrategia” reformista del kirchnerismo lo llevó a formar parte del Frente de Todos: una coalición más conservadora, más encubridora de las fuerzas represivas y más de derecha.
Hoy el PTS y el Frente de Izquierda pelean por bancas parlamentarias no como un fin en sí mismo, sino para convertirlas en tribunas de denuncia contra el capitalismo y del llamado a la la organización de las masas trabajadoras, que son la única fuerza social con el poder de cambiar este sistema de raíz.
Muchos de quienes se identifican con el Frente de Todos, cuando no dicen que le hacemos el juego a la derecha nos llaman “utópicos”. Pero las crisis siempre muestran quién es quién. Y la que actualmente golpea a la Argentina está dejando en clara evidencia quiénes son en realidad los utópicos que dicen que desde el Parlamento y la Casa Rosada pronto solucionarán los graves problemas sociales mientras, por múltiples vías, pactan con la derecha.
A cuatro años de la desaparición seguida por muerte de Santiago Maldonado, y con el Frente de Todos en el gobierno, seguimos reclamando justicia.