YO RECUERDO
¡Doy fe!
Yo estuve allí.
Yo estuve y padecí
y mantengo el testimonio
aunque no haya nadie que recuerde
yo soy el que recuerda
aunque no queden ojos en la Tierra
yo seguiré mirando
y aquí quedará ardiendo,
No hay olvido, señores y señoras,
y por mi boca herida
aquellas bocas seguirán cantando.
Pablo Neruda
…………….
POR LA ESPALDA
Fue por la espalda que le dieron muerte aquella tarde a Julio Spósito.
Mister Brown, el dueño CICSSA, se le había dado por vigilar la productividad de los obreros de la fábrica de envases de cartón armado con una escopeta. Los trabajadores, que estallaron en conflicto, consiguieron la inmediata solidaridad de los estudiantes. Los peajes, las pintadas y las movilizaciones contra el gringo bravucón se multiplicaron por toda la ciudad. El parlamento llamó entonces a Mister Brown para que diera explicaciones.
Velorio de Julio Spósito
Aquel miércoles los militantes del FER nos convocamos a las 5 de la tarde para rodear el Palacio en repudio del patrón. También reclamábamos por la desaparición de Héctor Castagneto y Adán Ayala. Ahí me encontré con Julio que conversaba con otros compañeros, que militaban como nosotros en el FER del Suárez. Julio, aquel flaco, rubio de largos bigotes y barba crecida, con la misma campera de cuero negro de siempre. A Julio lo conocían todos, en el liceo y en el barrio, componía canciones y expresaba su compromiso en las cuerdas de la infaltable guitarra. Soñaba con la Iglesia de Camilo Torres y la construía con los jóvenes de la parroquia San Juan Bautista.
Féretro de Julio Spósito trasladado de San Juan Bautista al IAVA
Los “guanacos”, las “chanchitas” y los “roperos” acechaban en las esquinas. De pronto se sintieron disparos y una nube de gases lacrimógenos inundó la concentración. Empezamos a correr hacia Medicina y a juntar piedras y a tirarles a los milicos. Julio y yo estábamos escondidos detrás de una palmera en la vereda de Química cuando una granada de gas estalló a mis pies. Quedé aturdida. “¡Vamos!” gritó Julio, arrastrándome de la mano y corriendo a refugiarnos en la Facultad. Entre el humo, los gritos y las sirenas subimos los escalones, entramos y ahí nomás apoyándose en mi hombro me dice “me parece que estoy herido”, no se sostuvo y cayó boca arriba.
Entierro de Julio Spósito por Av Rivera
Creíamos que se había desmayado por los gases, un compañero trajo alcohol para reanimarlo. Otro gritaba “¡un médico, que venga un médico!”. “Vamos a acostarlo en esa mesa” sugirió una compañera mientras se sacaba el Montgomery para abrigarlo. Entre varios compañeros lo vamos a levantar y el que pone la mano en la espalda la saca llena de sangre. Crucé Gral. Flores como pude, sintiendo los balazos, muerta de miedo. El doctor Uruguay Larre Borges indicó a otros estudiantes que lo llevaran a su camioneta que él lo llevaba directo al Clínicas. Lo pusimos sobre un pizarrón que ofició de camilla y lo sacamos por una puerta trasera. Dentro de la camioneta dos o tres médicos o estudiantes trataban de reanimarlo, no se sentían los latidos, casi ni respiraba… “Aunque esté muerto síganle dando” apremiaba el conductor. En pocos minutos llegamos pero ya sin tiempo…
19 años. Una bala 38 por la espalda. Nada más. Nunca un culpable.
Después de velarlo en San Juan Bautista y en el IAVA, una multitud inusitada lo acompañó a pie hasta el cementerio del Buceo exigiendo justicia.
El golpe de estado borró los reclamos.
La impunidad los sepultó.
Pero no hay olvido señores y señoras. |