La situación del gigante de América del Sur, tiene amplia repercusión en la región, mucho se habla por estos días del enfrentamiento del reaccionario Bolsonaro contra el Poder Judicial, incluso el progresismo plantea que la intención es realizar un autogolpe.
André Barbieri nos habla de cuál es la situación de fondo en Brasil, qué expresa esa política de Bolsonaro y por qué no alentar las movilizaciones de trabajadores y sectores populares y solo apostar a las elecciones de un lejano 2022 va en contra de los intereses del pueblo trabajador.
A. B.: Las manifestaciones ayer fueron muy expresivas, fuertes en San Pablo y Brasilia, pero mucho menores de lo que esperaba Bolsonaro y la derecha. Esperaban uno o dos millones de personas en las calles, pero no fue eso lo que pasó. Más allá de su retórica reaccionaria, derechista.
Hay una crisis muy grande, una situación difícil para el gobierno. Bolsonaro puso todo lo que tenia para esta convocatoria, concentrar en movilizaciones llevando caravanas de todo el país, en una demostración de fuerzas defensivas para recuperar algo de la iniciativa política. La crisis económica es muy grande, la desocupación, la inflación. Pero de fondo lo que hay también son ciertas fisuras en las grandes patronales, en la clase dominante, está poco encuadrada con Bolsonaro por tanta inestabilidad.
Y también Bolsonaro al ser aliado de Trump no tiene mucho apoyo de Biden. Ese panorama exigía manifestaciones potentes. Sólo logró 100 o 150 mil personas en las principales ciudades, suficiente para dar un aliento al gobierno, pero no resuelve el impasse con las otras instituciones como el Poder Judicial.
Las divisiones en la clase dominante son fuertes acá en Brasil y eso explica parte de la crisis de Bolsonaro. Están a favor del ajuste sobre la clase trabajadora, pero hay sectores que no están satisfechos con su retórica. La patronal industrial de San Pablo, con mucho peso en el país y fiadora del golpe institucional a Dilma, expresó su desacuerdo con los ataques de Bolsonaro al Supremo Tribunal Federal, pero la patronal de Minas Gerais apoyó a Bolsonaro.
Hay también divisiones en el capital financiero. Parte de la Federación Brasilera de Bancos anunció la semana pasada su oposición a los atentados bolsonaristas al Supremo Tribunal Judicial, incluso dentro del sector de la agroindustria, siempre muy ligado a Bolsonaro, hay algunas alas que le hicieron críticas a sus embestidas.
Las amenazas de Bolsonaro se dan contra el ministro Alexandre de Moraes, un ministro del Tribunal Federal que esta al frente de la persecución a algunos aliados de Bolsonaro. Vierte sobre él una retórica muy agresiva, diciendo que es un canalla, que no obedece sus órdenes y debería irse. Un conjunto de amenazas para generar agresividad popular.
Moraes había dictado ordenes de arresto a figuras cercanas a Bolsonaro por amenaza a las instituciones democráticas. El Supremo Tribunal es como la némesis de Bolsonaro. Hace el juego del régimen de poner límites a la retórica golpista de Bolsonaro mientras aprovechan todo el pasaje del ajuste ultraliberal contra la clase trabajadora.
Otro personaje del Supremo Tribunal es Luis Roberto Barroso, presidente del Tribunal Electoral de Brasil, también pone limite a la retórica de Bolsonaro. No es que el Supremo Tribunal sea defensor de la democracia, son el autoritarismo judicial de Brasil, patrocinador del golpe institucional de 2016 y las maniobras de las elecciones de 2018 que le dieron la victoria a Bolsonaro. Son peleas al interior del régimen, tratando de ver que instituciones determinara el conjunto de la política de la burguesía brasilera.
Las marchas en contra del Gobierno de Bolsonaro y el rol desmovilizador del PT
Hubo movilizaciones de rechazo a las manifestaciones a favor de Bolsonaro en 26 capitales y casi 100 ciudades. Hay voluntad de sectores de la base, especialmente de vanguardia, de pelear contra Bolsonaro. Se hicieron contra el discurso de las direcciones de masas como la CUT y el PT de no salir a la calle. Fueron más pequeñas que las de la derecha por este motivo. El PT y la burocracia sindical no quieren grandes manifestaciones.
Tras las manifestaciones, Bolsonaro puede jugar un poco más por sacar a sus seguidores a la calle, pero al no haber sido arrollador deja a sus opositores dentro del eje y con margen de maniobra, por eso sigue el impasse institucional.
Lula hizo un spot de tono electoral discutiendo la necesidad de construir un nuevo país, de volver a los supuestos beneficios que dio su gobierno, pero muy apartado de esta pelea contra la ofensiva golpista de Bolsonaro y con la extrema derecha en las calles de Brasil. Muy apartado de la lucha de clases concreta.
Fue casi una campaña electoral su spot. La política de Lula y del PT está totalmente inscripta en lo que permite el régimen del golpe institucional. Su última gira por el nordeste del país fue para hacer acuerdos electorales con partidos de derecha que antes eran opositores a él. Dicen que hay que ser inteligentes y esperar al cambio electoral con Lula, apartándose del apoyo a las luchas que hay.
La política del PT es traidora. No convoca a movilizaciones centralizadas, no convoca asambleas en lugares de trabajo, pese a conducir a la CUT. No se discute cómo ganar las calles contra Bolsonaro. Sólo dicen esperar a las elecciones de 2022, dejando que se fortalezca la base de Bolsonaro y continúen los ataques que le permiten obtener una mejor relación de fuerzas. La política del PT colabora con esto.
Desde la izquierda tenemos una discusión, es un momento muy importante para construir una fuerza que sea anticapitalista y socialista que se enfrente a Bolsonaro y al conjunto del régimen heredero del golpe institucional.
La mayoría de la izquierda está totalmente volcada a las elecciones, adaptándose en mayor o menor medida al PT. El PSOL es un ejemplo clásico de electoralismo separado de la lucha de clases. Una de sus alas no quiere tener candidatos en 2022 para apoyar a Lula. Su otra ala tiene una pre candidatura propia en primera vuelta, pero ya dijo que si Lula necesita los votos, podría retirarse en primera vuelta.
EL PSTU, otra de las organizaciones de izquierda, se pierde en el sindicalismo electoralista, subordinado a la política de las burocracias sindicales del PT. Firmaron una carta pidiendo al Supremo Tribunal que se responsabilice por el país. Tienen la política del impeachment, que podría terminar llevando a un militar reaccionario como Hamilton Mourao -el vice de Bolsonaro- a la presidencia.
Para nosotros hay que cuestionar el régimen golpista de conjunto, y todas sus instituciones autoritarias. El Supremo y los gobernadores también son responsables.
Hay que construir una izquierda socialista, revolucionaria, a la par de pelear por formar un polo antiburocrático, pero que a la vez exija un plan de lucha nacional a las centrales sindicales para derrotar todos los ataques.
La izquierda debería jugarse por eso. Nosotros desde el Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) estuvimos codo a codo con huelgas locales de trabajadores metalúrgicos de Minas Gerais, de la construcción, de choferes, en sus luchas de resistencia por sus derechos laborales, a los cuales les dimos amplia cobertura en La Esquérda Diário.
Es con eso que es posible componer una fuerza contra todo el conjunto del régimen.
No hay que caer en la trampa del impeachment. Necesitamos una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que revoque todas las contra reformas reaccionarias y debata los grandes problemas del país, entre ellos la reforma agraria, el tema del derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios, la urgencia del no pago de la deuda pública para hacer frente a la injerencia imperialista en el país. |