Contrario a lo que puede deducirse de los últimos eventos , septiembre no es el mes en que más sismos se han registrado, por tanto no hay evidencia de alguna periodicidad entre los terremotos y el noveno mes del año.
7 de septiembre de 2021, 7 septiembre de 2017, 19 de septiembre de 2017 y 19 de septiembre de 1985, cuatro eventos que se han quedado en la memoria colectiva de varias generaciones de mexicanos. Sin embargo, contrario a lo que podría ser lógico para muchos, éstos no tienen que ver con el mes.
Pero para empezar… ¿Por qué tiembla en México?
México es uno de los países con mayor actividad sísmica del planeta, debido a su ubicación sobre 5 placas tectónicas –Norteamericana, Pacífico, Caribe, Cocos y Rivera- por lo que todos los días del año se registran sismos, solo que la mayoría no son perceptibles para la población.
Aun así, para el Servicio Geológico Mexicano, el país se clasifica de acuerdo a las probabilidades de presentar un terremoto, donde la mitad del territorio tiene entre media y alta incidencia de actividad sísmica, principalmente en las costas del Pacífico sur, donde se intersecan la placa de Cocos y la de Norteamérica.
De acuerdo con el Departamento de Sismología de la UNAM, en promedio cada 1.6 años se registra un sismo con escala igual o mayor a 7 grados en la escala de Richter, y en los últimos 120 años han ocurrido al menos 83 eventos de magnitud importante cerca al centro del país, dando estos cuatro eventos ya recordados en septiembre, que a su vez dista de ser el mes con más registros, siendo superado, curiosamente, por el mes de diciembre, como se muestra en el siguiente gráfico:
Al mismo tiempo, según el registro del Servicio Sismológico Nacional desde el año 1900 al 2021, se han registrado 110 sismos con magnitudes superiores a 6.9, siendo los meses de junio (15), y diciembre (14) en los que se han sucedido más registros, frente al mes de septiembre con 13.
¿Quiere decir entonces que nos preocupemos por junio y diciembre?
No. No existe relación entre la fecha del año y la ocurrencia de un sismo, tampoco intervienen eventos climáticos o atmosféricos. Un sismo se produce a partir de los movimientos de las placas tectónicas o de la actividad volcánica, procesos complejos que no son del todo claros para las ciencias de la Tierra. Sin embargo, pese a que aun no se tiene una manera de predecirlos, geólogos aceptan que sí existe una periodicidad en la actividad de las placas terrestres.
En todas las zonas sísmicas activas en el mundo, se tiene un registro histórico de los terremotos ocurridos en el pasado. Según el tamaño de cada sismo (su magnitud) y su localización, es posible generar mapas que indican en qué áreas se han generado sismos y en cual no.
Para México, la zona de subducción entre la Placa de Cocos y la Norteamericana se extiende a lo largo de la costa oeste, zona que genera grandes terremotos como el ocurrido en 1985 y el del 7 de septiembre del 2017, sin embargo, existe una zona en frente de la costa de Guerrero donde no ha ocurrido un sismo grande en los últimos 100 años, a esta zona los sismólogos le han llamado "La Brecha de Guerrero" o la "Guerrero Gap", donde los expertos creen que, en el futuro, un terremoto de gran magnitud tiene una gran probabilidad de ocurrir en esta zona.
Esto no quiere decir que en un futuro veamos una catástrofe peor que las que ya vivimos en 1985 y 2017. Los expertos aún dudan si se tratará de un solo evento o si la energía contenida se liberará paulatinamente con pequeños o medianos sismos a lo largo de los años.
Si bien aún falta entender cómo funcionan los procesos internos del planeta, hay que recordar que una catástrofe NO depende del fenómeno natural en sí. Ya sabemos que el territorio nacional esta en una zona de alta sismicidad, pero los riesgos para la población tienen que ver con las desigualdades sociales que perpetua el sistema capitalista, preservando las ganancias de unos pocos, mientras las grandes mayorías precarizadas están mucho más expuestas a los riesgos.
Los desastres no sólo son naturales, la magnitud de los daños que un fenómeno natural cause en las poblaciones depende de una relación cotidiana de las sociedades con la naturaleza. Por eso urge instaurar un sistema basado en la solidaridad, que recomponga racionalmente el metabolismo natural entre la humanidad y la naturaleza, y que reorganice la producción social respetando los ciclos naturales sin agotar nuestros recursos, terminando al mismo tiempo con la pobreza y las desigualdades sociales.