En octubre del año pasado la estatua de Cristóbal Colón fue retirada de su emblemática glorieta en Paseo de la Reforma, bajo el argumento de que se le daría mantenimiento. Esta medida se dio luego de una serie de protestas en diferentes partes del mundo que derribaron monumentos de repudiados personajes colonialistas. El trabajo supuestamente duraría un par de meses solamente; sin embargo, los meses pasaban y el monumento no regresaba a su lugar.
El 5 de septiembre de este año, Claudia Sheinbaum anunció que la escultura de Colón sería reubicada permanentemente y en su lugar se realizaría un monumento a la mujer indígena. No parece coincidencia que todo esto pase justo en el marco de la celebración de los “500 años de resistencia indígena” que con tanto ahínco ha promocionado el gobierno de la 4T.
Una primera pregunta al darse a conocer esta noticia fue ¿quién se encargaría de la obra? La respuesta no agradó a muchos. El elegido fue Pedro Reyes, mexicano nacido en la CDMX en 1972 y que se dedica principalmente al tallado en piedra. Casi a la par se filtraron imágenes del prototipo de la escultura terminada, que también causaron revuelo.
En redes sociales se cuestionaba la elección “a dedazo” del escultor, cuando normalmente se realiza un concurso para evaluar las opciones. Llamó la atención también que fuera directamente la Jefa de Gobierno quien le solicitara la escultura a Pedro Reyes, en lugar del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México (COMAEP) que es el organismo encargado de asignar dichas tareas.
Las protestas
Desde que se anunciaron tanto la escultura como el creador, las redes sociales estallaron en críticas que rápidamente fueron escalando. Se redactó una carta firmada por aproximadamente 300 integrantes de la comunidad cultural, entre las que figuran nombres como Laureana Toledo y Mónica Mayer. En la misiva se solicitaba cambiar al escultor, pues consideraban inadmisible que fuera precisamente un hombre blanco que no pertenece a la comunidad indígena, el encargado de realizar un monumento a las mujeres indígenas. Los artistas pedían también que fuera un comité de mujeres que se reconocieran como pertenecientes a comunidades originarias las que determinaran a la encargada de realizar la escultura.
Reyes defiende su elección argumentando que muy pocas personas manejan la técnica que él lleva años desarrollando y por la premura del encargo, puesto que se le solicitó que la escultura estuviera lista para principios de 2022, una tarea titánica para una escultura que se planea mida 10 mts. en total de altura.
Los argumentos de la mayoría de la comunidad artística que está en contra se centran en que la elección de Pedro Reyes continúa invisibilizando a las mujeres indígenas. Pero el problema de fondo es que una escultura, aún si fuera realizada por una mujer indígena, no compensa la terrible realidad que viven los pueblos originarios en el país.
El respeto a los indígenas no provendrá de un monumento. Mientras por un lado la administración de la 4T anuncia con bombo y platillo el respeto a estas comunidades y su “reconocimiento” con este tipo de esculturas, por otro lado, continúa otorgando permisos a grandes transnacionales para que saqueen los territorios de las comunidades indígenas, dejándolas sin sustento.
De nada sirven los discursos de respeto y valoración hacia esas comunidades cuando se les mantiene en el abandono, sin garantizarles acceso a los servicios básicos como el agua y viviendas dignas. Las y los integrantes de los pueblos originarios han visto a lo largo de los años cómo sus comunidades son asediadas por el crimen organizado, obligando a muchos a dejar sus hogares y tierras para no morir en manos del narco. Enfrentan día con día la discriminación y dificultad de encontrar trabajo, así como la falta de acceso a la educación básica, dejándoles como único medio de sustento el comercio informal.
Que una mujer indígena realice la escultura que sustituirá a la de Colón podrá darle cierta visibilidad a esa persona en concreto, pero principalmente se usará para que “se pare el cuello” una administración que con el discurso y la retórica pretende reconocer a un sector de la población, pero al mismo tiempo mantiene las bases para su marginación y opresión. |