Los indígenas cubanos veían en el oro el fetiche de los españoles. Celebraron una fiesta en su honor, le entonaron canciones y después lo arrojaron al mar.
Karl Marx, 1842.
El 12 de octubre 1492 es recordado, cada vez con más fuerza, como el comienzo del genocidio de los pueblos originarios más grande de la historia mundial. Fue el inicio del colonialismo, la dominación política, económica y cultural de los pueblos americanos.
En este breve artículo nos detendremos a examinar el papel impuesto a América en la formación del primer sistema económico mundial. El periodo colonial, el periodo de la victoria de unos y la derrota de otros, fue el periodo de incorporación de América a la esfera del mundo occidental de Europa a través de España (y posteriormente Portugal e Inglaterra). Los españoles por esas fechas recién salían de 8 largos siglos de dominación Arabe, así mismo la exigencia de materias primas y de metales preciosos para comerciar, así como la búsqueda de nuevas rutas de comercio, les llevó a realizar una de las expediciones que daría con nuestro continente.
La formación colonial en América, y en particular en México tras la conquista, tienen que ser comprendida en el marco de la formación de un moderno sistema. Las rutas comerciales con otras partes del planeta ya existían, pero es por primera vez que la conexión es global, una dimensión planetaria. Este sistema económico estará emparejado con el capitalismo en su faceta mercantilista: dominación de la esfera comercial y de intercambios internacionales.
La colonia, más que comprenderla como creación del capitalismo, se tiene que entender como un impulso para que el capitalismo supere la etapa mercantilista [1]. La Europa en expansión del siglo XVI, impondrá a la América conquistada una relación de metrópoli-colonia, una relación de subordinación centro-periferia. Esta relación no es casual, y tampoco obedece a alguna “fatalidad histórica”, sino que, a decir con Rosa Luxemburgo, el capitalismo no puede ser un sistema autosuficiente, su reproducción a escala ampliada necesita de la explotación de otras formaciones socioeconómicas, y la constante ampliación del capitalismo con la dominación de nuevas tierras. [2]
La incorporación que hace el sistema capitalista de diversas formaciones socioeconómicas y modos de producción como las que había -y aún hay- en América, complejiza la realidad y hace más difícil explicar cómo se realiza el capitalismo en esta zona. Dicha complejidad, al ser ignorada puede llevar a respuestas facilistas como creer que el periodo colonial americano es el equivalente al feudalismo europeo. Sin entrar a detalles, diremos que no se trata de situar el coloniaje novohispano como una formación económica “atrasada” o marginal del proceso de conformación del mercado mundial.
El coloniaje, fue parte integrante de lo que llamamos formación del primer sistema económico mundial, y por ende del desarrollo del capitalismo. Y no solo eso, América tendrá un papel protagonista en dicha formación mundial como veremos más abajo.
Esta formación económica que integrará a todo el planeta en un sistema mundial, no será producto de la actividad azarosa del “libre mercado”, por el contrario, será una actividad ordenada que tanto el sistema económico como el sistema político empujará a su realización. Como insiste el antropólogo Angel Palerm, el sistema mundial naciente impone a sus colonias la adopción de medidas económicas administradas y reguladas bajo una centralización que recae en las metrópolis.
El sistema político tendrá que traducir las fuerzas económicas desatadas en formas políticas necesarias para orientar dichas fuerzas. Estas formas políticas encontrarán su manifestación material en la hacienda, la encomienda, la minería, etc. Las metrópolis, ubicadas en Europa, tendrán el control ordenador de la vida económica y política de las colonias, estas jugaron el rol de ser colonias exportadoras del valioso mineral, la plata.
Si bien, los yacimientos de plata no son algo que se pueda encontrar en cualquier lugar, sino que obedecen a circunstancias “accidentales” de la geología, lo que no puede ser accidental es el “descubrimiento”, la organización de su explotación y exportación.
Según las estadísticas más autorizadas, la producción de oro y plata indianos, entre 1503 y 1560 ha sido estimada en 173 millones de ducados. Otras estimaciones dan unas 90 mil toneladas de plata las extraídas de las entrañas americanas en el lapso comprendido entre 1500 y 1800 y su valuación se elevaría a unos 120 mil millones de dólares actuales. [3]
La presencia creciente de la plata abrió un periodo de gran intensificación del comercio mundial. Los metales preciosos fluían de América a Europa, de Europa a Asia, y de Asia a Europa regresan en forma de mercancías. El coloniaje en este lado del Atlántico fortaleció los lazos comerciales de Europa con Asia. La adquisición de especias, telas finas como la seda o la porcelana china no hubiera sido posible sin la plata saqueada de nuestro territorio.
Más tarde las colonias americanas desarrollarían rutas de navegación por el pacifico, pero siempre bajo el control absoluto de España. Al incorporar a África, el nuevo sistema mundial quedó completo. Los esclavistas europeos comenzaron a raptar y trasladar masivamente a los campesinos africanos a América.
Se generó así una división internacional del trabajo que adoptó formas de triangulación: América aportó oro, plata, materias primas y la mano de obra; África suministró la mano de obra esclava que sustituyó a los exterminados nativos americanos y Europa se llevó la parte del león, ya que produjo y comercializó los productos manufacturados a la vez que capitalizó las transacciones de los demás vértices de la triangulación. [4]
Adam Smith al estudiar esta etapa de la historia tendría una opinión importante sobre el rol que jugó la plata como conector del planeta, dirá que es “la plata de Nuevo Mundo [...] una de las principales mercancías que se emplean en el comercio practicado entre los dos extremos del Antiguo [mundo], y es, en gran parte, este metal el que conecta regiones tan apartadas del globo. [5]
Si bien, el capitalismo tiene como origen la revolución industrial, la expansión y el desarrollo del capital deviene de múltiples procesos, por ejemplo, Marx señala que "La historia moderna del capital data de la creación del comercio y del mercado universales en el siglo XVI." [6]
Entonces, América no estuvo en los márgenes de la fundación del capitalismo, por el contrario, fue gracias a su plata la que la colocó en el centro del desarrollo capitalista, pero esta papel central, se desenvolvió como era de esperar bajo un carácter especializado (economía de exportación) y dependiente (metrópoli-colonia). La conformación del capitalismo, desde sus inicios, asignó a América un carácter dependiente, no por el hecho de algún “atraso cultural” o por la “fatalidad histórica” como decíamos arriba, sino porque lo que explica Rosa Luxemburgo en La acumulación del capital: la reproducción del capitalismo a escala ampliada necesita de la explotación de otras formaciones socioeconómicas.
Hacia el interior de las colonias, el sistema político a través del Estado organizó la vida política, económica y social alrededor de la plata. El Estado en esta época se desempeñaba como generador de instituciones y de relaciones sociales y económicas, articulando el mercado mundial con las minas (producción de plata), las minas con las haciendas, las haciendas con las comunidades indígenas.
La formación del mercado mundial nos asignó una dependencia funcional, no por llegar con retraso a las escaleras del “progreso”, sino porque el sistema económico mundial necesita del desarrollo desigual, del centro y la periferia, de la metrópoli y la colonia. Pese a que las antiguas colonias no se preservan de la misma forma, sería un error creer que la dominación imperialista llegó a su fin, o que las relaciones económicas hoy no son desiguales; las potencias imperialistas (principalmente EE. UU.) continúan con el saqueo de recursos y la explotación de la mano de obra barata de los países subordinados.
Para romper con esta relación de subordinación, de dependencia funcional, es necesario, no solo una “segunda independencia latinoamericana” como lo proclaman las alas progresistas del continente, sino que es necesario terminar con los pilares de la explotación capitalista. Es decir, una visión anticolonialista y antiimperialista debe ser también anticapitalista. Hay que terminar con la figura patronal-empresarial, gestionar los centros laborales -empezando por los principales centros industriales- desde asambleas de trabajadores donde se discuta el reparto de horas entre desocupados y ocupados; devolver a las comunidades indígenas y al pueblo los territorios y todos sus recursos minerales que han sido concesionados a las trasnacionales mineras sin ningún tipo de indemnización, así como exigir su autodeterminación.
El reverdecimiento de la sociedad sobre bases comunitarias y en armonía con la naturaleza vendrá de la recuperación y apropiación de nuestra historia de lucha y resistencia, y no de las manos de un Estado que como hace 500 años, gestiona para los fines económicos del sistema mundial. Hoy las palabras del exiliado ruso en México, León Trotsky siguen teniendo vigencia:
Sud y Centro América solo podrán romper con el atraso y la esclavitud uniendo todos sus estados en una poderosa federación Pero no será la retrasada burguesía, esa sucursal del imperialismo, la llamada a resolver esta tarea. Sino el joven proletariado, quien dirigirá a las masas oprimidas. La consigna que presidirá la lucha contra la violencia del imperialismo mundial será, por tanto, por los Estados Unidos Soviéticos de Sud y Centro América. [7]
Ayer como hoy, no podemos confiar en quienes administran el Estado, sean gobiernos neoliberales o “progresistas” pues el papel asignado por el Sistema Económico Mundial no puede superarse en los marcos del sistema, hay que superarlo, avanzar hacia una nueva forma de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, ese camino tiene que ser antiimperialista, antiracista, antipatriarcal, anticapitalista. |