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30 de octubre de 2021 Twitter Faceboock

Entrevistas
Pablo Ibáñez: “Hay que ver qué pasa si no les resulta la incorporación del PJ territorial”
Liliana O. Calo | @LilianaOgCa

Periodista político. Escribe en elDiarioAR.com y trabajó en Clarín y Ámbito Financiero. Columnista en Hagan Algo (C5N) y Desiguales (TVP). Hace Truco Gallo y @guosap, un chat de política y economía.

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A poco de realizarse las generales de noviembre, ¿cómo evalúas el proceso electoral en curso?

El resultado aceleró dos procesos. Por un lado, la incertidumbre del Frente de Todos porque se rompió el imaginario de que un peronismo unido ofrece futuro electoral y de poder. Había una idea de que el peronismo, en términos futboleros, ganaba aunque no gustara. Pero la derrota dinamitó los planes hacia adelante y el Frente de Todos tiene que reescribir su contrato de existencia. Por el otro, Juntos se encontró con un campo abierto, casi sin esfuerzo, para empezar a planificar cómo podría ser su revancha en el poder. Tuvo dos grandes aciertos: mantener la unidad apenas en 2020 y administrar las diferencias, PASO mediante, para atravesar dos momentos que se suponían de derrota y dispersión. La victoria la logró, incluso, repitiéndose, sin novedades ni de figuras ni de ofertas.

¿Qué está en juego para el Frente de Todos?

El Frente de Todos llegó a la elección abrazado al mito de que el peronismo unido garantizaba la victoria. Ahora construye otro mito, menor, casi de emergencia, que es que los que integran el Frente de Todos no tienen destino posible fuera de ese dispositivo. Supone un poco regresar a aquella metáfora de Kirchner en el 2009 cuando impuso las testimoniales: “todos arriba del avión, si el avión se cae nos caemos todos”. Para que ese segundo mito se consolide, el Frente de Todos debe recuperar la vitalidad del futuro, prometer algo a los que lo integran. Eso es de orden más de gestión que político: sin lo primero, si el gobierno no “renace” y recupera entidad y volumen, será muy difícil para el Frente de Todos reconstruir el vínculo político y la herramienta de la unidad.

¿Cómo ves al peronismo?

El peronismo, en el segmento territorial o institucional –gobernadores, intendentes, gremios- viene de padecer una lejanía del poder y se convirtió, con algo de fantasía desesperada post derrota, en una especie de salvador. Esa idea de cercanía, de ejecutividad para administrar, una épica exagerada. Manzur, el madrugador. Hay una doble pregunta latente. ¿Qué pasa si el despliegue, importante pero no desmesurado, de recursos para mover el consumo, y la incorporación de PJ territoriales –como Manzur e Insaurralde en PBA- no dan el resultado esperado? ¿Qué cartas le quedan el Frente de Todos y al PJ? Esas aparecieron como las dos últimas balas de plata para cambiar el ánimo y recuperar músculo. En el día después de la elección, cuando esas herramientas se hayan puesto parcialmente a prueba, el Frente de Todos entrará en la discusión más gruesa, la que hasta ahora se dio de manera espasmódica, a veces brutal y, en general, pública pero medio con sobreentendidos. El reflejo son las cartas de Cristina que en general dicen que no, pero no son claras sobre qué sí. Entonces, el 15 de noviembre, el Frente de Todos empieza a resolver la hoja de ruta de su supervivencia. Si el atajo es radicalizar, algo así como consolidar una minoría que sea resiliente frente a otra posible etapa de despoder. O abrazar un centrismo que siempre prometió Alberto, que nunca aplicó, que no se sabe si sirve y que es incómodo para buena parte del kirchnerismo. La ejecución de ese nuevo protocolo no es lineal ni sencillo, porque entre otros aportes que dejó la elección con la derrota del Frente de Todos es que la magia de la diversidad se tradujo, hasta acá, solo en apoyo o pertenencia crítica al gobierno por parte de actores del propio Frente de Todos. Ese chiste mordaz de Frente de Todos, gobierno de nadie.

¿Y a la oposición de Juntos por el Cambio?

Juntos logró con muy poco un éxito electoral, que hasta el atardecer del domingo en PBA no imaginaban, que le abre un mundo de oportunidades. Eso que logró casi sin esfuerzo pone a todos en carrera: no hay motivo para no pensar que Macri no quiera ser candidato a presidente en el 2023. Larreta, que tiene ese trato entre algodones por parte del poder, es un equilibrista en un piso patinoso. Lo que puede ser su virtud es su fragilidad: en lo político, Larreta no encanta, no seduce, paga y contiene, su apuesta es generar la idea de inevitabilidad, que es el predestinado, algo osado en este tiempo caótico. Hacia afuera, como candidato, su falta de carisma y el método son sus recursos: un presidente aburrido y obvio, algo así como el relato del sentido común cientificista. Lo ayuda, ya en un plano más de hechicerías, la estadística: los jefes de gobierno llegan a presidente –dos de tres lo lograron-. Si la maldición bonaerense es que los gobernadores no llegan a presidente, la maldición porteña es que llegan y terminan mal.

Sectores empresariales y cada vez más candidatos intentan instalar la idea de avanzar en una reforma laboral que consideran pendiente para un nuevo ciclo de inversiones, generación de empleo y crecimiento. ¿Cómo evalúas este tema?

La novedad fue que Larreta lo haya dicho como lo dijo. Sobre todo porque Larreta no opina sin antes medir esa opinión. La duda es si lo hizo para interpelar a votantes de derecha, el bullrichismo-macrismo que lo acusa de cómplice y tibio, o los libertarios, o le habló al sistema económico que milita esas reformas hace tiempo. Hay un matcheo de intereses y de discurso. En IDEA, Alvarez Agis decía que el costo laboral argentino está muy bajo y que si con estos costos, Argentina no es competitiva no podrá serlo por los próximos diez años. La presunción, un poco oscura, es que frente a la incapacidad para generar empleo, se instale la idea de que la flexibilización laboral es la llave para hacerlo. Hay muchos antecedentes que reflejan que no, como tampoco la sola expansión de la economía no alcanza para contener a los 12 millones de argentinos que tienen problemas de empleo.

¿Cuál es la agenda que se viene luego de las elecciones?

En agenda, seremos FMI dependientes hasta que haya un acuerdo. Lo demás es todo accesorio o difuso. Y dependerá, además, si el gobierno sigue a la defensiva o sale a jugar con algunas cartas fuertes

Si el 2001 dio lugar a construcciones políticas como el kirchnerismo y el macrismo, emergiendo como una especie de nuevo bipartidismo ¿Cómo analizas el sistema político en este momento?

La novedad es, obviamente, la derecha que parece, por ahora, focalizada en CABA con Milei, desordenada, muy poco sólida en lo argumental pero muy eficaz para contener el descontento. Subestimar ese fenómeno puede ser un error porque desde los bordes, o desde lugares no convencionales, también se construye y se llega. Kirchner, un border hasta que lo bendijo Duhalde, y Macri, que se alió a la UCR y Carrió, son indicios recientes de eso. La polarización perdió votos, crecieron la derecha y la izquierda, pero puede ser un rasgo solo de la elección legislativa. Ahora se confirmará o no esa tendencia. El otro factor eventual es cuánto impactó, en esas construcciones y esos fracasos, la pandemia con su peso social, económico y emotivo.

Los sectores juveniles fueron ganando presencia en la campaña como una franja del electorado a conquistar. ¿Qué reflejaron los resultados de la PASO y la campaña en este aspecto?

La política es analógica, todavía. Porque el discurso político es analógico. Y los sub 20 no saben, casi, lo que es una crisis grave, similar al 2001, pero tampoco conocen tiempos mejores donde, por dar un caso bien gráfico y muy urbano, la inseguridad no era un problema cotidiano. De algún modo, los registros buenos y los malos de nuestras generaciones, son desconocidos –como vivencial- para los sub 20.

Los resultados de las PASO dejaron al FIT-U como tercera fuerza nacional. ¿Cómo ves la situación de la izquierda en el actual escenario político?

A simple vista, puede haber una segunda polarización, o polarización de segundo orden, entre la izquierda y la derecha. Ahí el FIT-U, con más despliegue territorial, puede operar como un contrafuego de los libertarios. Las izquierdas y los progresismos están, como es el diagnóstico repetido de este tiempo, en ese conflicto de la búsqueda de promesas nuevas para los problemas de siempre, con todo el karma de las recetas fallidas. La derecha resurge con ideas alocadas y un relato que pretende ser totalizador. Tiene el beneficio de la novedad. Para la izquierda y para el progresismo, salvo en agendas más puntuales, eso se vuelve más difícil.

El Frente de Todos llegó a la elección abrazado al mito de que el peronismo unido garantizaba la victoria. Ahora construye otro mito, menor, casi de emergencia, que es que los que integran el Frente de Todos no tienen destino posible fuera de ese dispositivo.

Acerca del entrevistado

Pablo Ibáñez es periodista político. Escribe en elDiarioAR.com y trabajó en los diarios Clarín y Ámbito Financiero. Es columnista en Hagan Algo (C5N) y Desiguales (TVP). Hace Truco Gallo, un podcast de análisis con Alfredo Zaiat y Daniel Tognetti, y comparte @guosap, un chat de política y economía con Esteban Rafele.

 
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