Mariano Kuchar vive en Ingeniero Budge y trabaja en la feria de Punta Mogotes de Lomas de Zamora. Sufrió un asalto y quiso denunciar el hecho en una comisaría. Lo metieron preso acusándolo de ladrón, lo sometieron a torturas y le pidieron medio millón de pesos para liberarlo. Estuvo dos semanas detenido. Así la Bonaerense “resuelve” hechos en los que suele participar.
La crónica fue relatada con detalle por el periodista Nahuel Gallotta en Clarín. Pero, obviamente, la cobertura del caso no es la misma que se les dan día a día las empresas periodísticas a otros hechos catalogados como de “inseguridad”.
Según el testimonio del joven de 27 años y su familia, la noche del viernes 15 de octubre Mariano Kuchar fue interceptado por dos ladrones en moto antes de llegar a su casa de Ingeniero Budge (Lomas de Zamora). Le robaron dinero y le dispararon en la mano cuando se resistió a que le sacaran el teléfono celular.
Mariano es empleado de Mantenimiento de la feria de Punta Mogotes y ése día volvía a su casa en colectivo hasta que se encontró con los asaltantes. Según él mismo cuenta, uno de los hombres le pegó un culatazo y se le escapó el disparo, que entró y salió de su mano derecha. Un rato después fue al hospital Alende para que le curen la herida. Y de ahí decidió ir a la Comisaría Décima de Budge a denunciar el robo.
En la sede de la Bonaerense comenzó una pesadilla que dura hasta hoy. Apenas le tomaron la denuncia sobre lo que le había pasado, los efectivos lo hicieron parar, lo esposaron y lo hicieron parar contra la pared para sacarle una foto. “Hay un policía que te reconoce por el robo en Parque Barón, la Fiscalía 3 pidió tu detención, te tenemos que llevar a la otra comisaría”, le dijeron. Él no lo podía creer.
Según la versión policial-judicial, esa misma tarde dos ladrones habían robado una Ford Ranger en la zona de Parque Barón, también de Lomas, y fueron perseguidos por la Policía. Uno habría sido detenido y el otro se habría escapado, supuestamente herido por una bala policial.
Mariano pidió que lo lleven a su casa para demostrar (con tickets de cajero y certificado de kinesiología) que esa tarde ni siquiera había transitado por la zona donde se habría robado la Ranger. Pero se lo negaron. Apenas entró esposado a la Comisaría Novena (Parque Barón) un policía le apretó con fuerza la mano herida y le dio una trompada. Enseguida lo metieron en una celda donde cinco efectivos lo hicieron desnudar (estando esposado) para luego pegarle en todo el cuerpo.
“Yo lloraba de miedo, de dolor, de todo junto”, relató el joven a Clarín. Y agregó que en un momento apareció el policía que decía haberlo reconocido y le dijo “Mirá cómo te enganché ¿Y si me matabas? ¡Yo tengo familia!”. Él juraba que no tenía nada que ver, pero nunca dejaron de torturarlo.
Al rato uno de los policías entró a la celda con una botella de agua, con la que lo mojó mientras otro sacó una picana eléctrica y le preguntó “¿la enchufo?”. Al rato le mostraron un papel donde se detallaba el robo en Parque Barón y le dijeron “firmá o te morís acá”. Según recuerda, una mujer policía le gritaba con furia.
“Los presos que estaban en otro calabozo me decían que no firmara nada” y hasta les gritaban a los policías que dejaran de verduguearlo, recuerda Mariano. Pero las torturas siguieron, al menos hasta que hicieron entrar a otro detenido, quien sería uno de los ladrones la camioneta. “¿No se dan cuenta que el pibe no tiene nada que ver? No es mi compañero”, gritó el hombre apenas vio a Mariano todo golpeado.
Fue entonces cuando la Bonaerense les propuso un “acuerdo” a ambos. Les dijeron que podían llamar a sus familias y pedirles que consiguieran $ 500 mil. “Si no se van a pudrir en la cárcel, miren que si queremos podemos conseguir testigos que digan que ustedes fueron los ladrones”, dijeron los uniformados.
Luego siguió otra secuencia de terror. Lo subieron a un patrullero para llevarlo a “Cuerpo Médico”. Durante el viaje no dejaron de amenazarlo. “Creí que me llevaban a un descampado para matarme. ‘Negro rata, te debería haber matado’, me decía el que creía que yo había participado del robo”, relata Mariano a Clarín.
Ignacio Chuit, abogado del joven, afirma en la misma crónica que su cliente “se presentó a declarar por su cuenta en la comisaría. Y en el hospital también. ¿Qué ladrón haría eso?”. Y luego dice que “el problema acá es que cuando un policía no puede detener a una persona en un hecho, pierde galardones. Y si la encuentra, recupera los galardones. Mariano representaba la pieza que les faltaba”.
Como ha relatado en muchas oportunidades La Izquierda Diario, las causas armadas contra jóvenes trabajadores de las barriadas populares son una práctica cotidiana de la Policía Bonaerense, como de todas las fuerzas provinciales y también las federales. Con ella logran dos objetivos precisos, mantener controlada y amenazada a la población y a la vez “resolver” casos en los que, por lo general, los propios efectivos están implicados por acción directa o por complicidad.
Todo eso, obviamente, con total aval y apoyo del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial. En el caso de la Bonaerense, el propio ministro de Seguridad Sergio Berni participó personalmente en armados de causas contra jóvenes inocentes para luego propagandizar supuestos “éxitos” de su gestión. Los casos de los cultivadores de Puan y del bautizado por Berni “Cara de cannabis” son más que emblemáticos.
Mariano Kuchar fue trasladado al día siguiente de su detención a la UFI 3 de Lomas de Zamora, donde le tomaron declaración indagatoria. En la Fiscalía lo trataron igual que en la comisaría, sólo que sin torturas físicas. Después volvió a la comisaría y fue alojado en un calabozo con otros cuatro detenidos (tal vez víctimas de la misma práctica del armado de causas).
En total estuvo 14 días preso, hasta que la mañana del viernes 29 de octubre se presentó a declarar una empleada del centro médico donde Mariano había sido trartado por el servicio de kinesiología la tarde del viernes 15. Recién entonces ordenaron su liberación. Pero sigue procesado.
Mariano tiene un hermano que es miembro de la Policía Federal. Y fue precisamente su hermano quien le aconsejó que no denuncie a la Bonaerense por todo lo que le hizo. “Cree que a Mariano le pueden plantar un arma, o droga, o directamente matarlo”, dice la madre de ambos a Clarín. Suficiente ilustración.
Como botón de muestra, la familia asegura que en estos días vieron varios patrulleros dar vueltas por la cuadra de la casa, estacionándose a metros del domicilio y quedándose durante horas “de guardia”. Por eso el joven ahora no quiere ni salir a hacer un mandado y asegura que no para de soñar con que la Policía lo viene a buscar.