El 20 de julio, después de una jornada laboral de 9 horas, varios compañeros de la fábrica decidimos pasar por el kiosquito de siempre a tomar una cerveza para brindar por el día del amigo.
Ya en el kiosco, sin darle más de 3 tragos cada uno, paró un patrullero y, con las escopetas apuntándonos a los pies de mala manera, los policías nos pusieron contra el móvil y nos empezaron a revisar y a prepotear. Una vez tomados nuestros datos, nos dicen que nos tienen que llevar detenidos. Sin poder hacer nada subimos al móvil, preocupados por no poder informarles a nuestras familias que no íbamos a poder llegar a casa.
Nos llevan a una comisaría, nos hacen guardar todas las pertenencias en una bolsa y mientras nos seguían preguntando cosas se nos reían y nos hacían chistes. Una vez completados todos los papeles nos llevan a la UCA (Unidad de Contención de Aprehendidos).
Allí nos hacen pasar a un cuarto helado para la requisa, entra un oficial que nos hace desnudar y se nos ríe por el frío que teníamos y nos hace vestir nuevamente. Nos llevan a pintarnos los dedos y a que nos revise el médico forense, luego nos toman unas fotografías y terminan de completar el expediente, y finalmente nos llevan a las celdas.
Una vez dentro, nos encontramos con 5 personas que no podían creer que nos habían levantado prácticamente de la puerta de la fábrica, aún con el uniforme puesto. Empezamos a charlar por qué estaba cada uno. Cuatro de ellos eran familiares que se encontraban festejando el cumpleaños de uno de ellos y cuando fueron a comprar bebidas los pararon en la calle y los llevaron detenidos diciendo que se encontraban en estado de ebriedad (no estaban bebiendo en la calle, simplemente estaban comprando). El otro ocupante de la celda era una persona sin techo a quien habían detenido junto a su mujer, dejando a sus hijos a la deriva. Por suerte, un vecino pudo evitar que el policía metiera a los chicos al patrullero para llevarlos también.
En las pocas horas que estuvimos detenidos siguieron entrando jóvenes por diferentes motivos. Por tomar una cerveza en el parque; por caminar con capucha en el parque y tener una cara o ropa “sospechosa” (todavía no sabemos sospechosa de qué, pero sospechosa), por sacar un pastelito de una panadería, por estar comiendo un choripán entre un grupo “sospechoso”; por hacer un asado en la vía pública, etc.
Después de 3 o 4 horas seguíamos allí, ya de noche, con mucho frío, y a esa altura con hambre, incluso había gente que estaba desde más temprano sin comer y no nos decían cuánto tiempo más tendríamos que esperar.
Ya pensábamos que íbamos a pasar la noche allí, y teníamos un problema grande, ¿todo el mundo sabe qué implica faltar al trabajo, no? Perder el presentismo, comernos una sanción por falta injustificada y demás.
Recién a las 6 horas de estar ahí adentro, siendo basureados y burlados todo el tiempo por los guardias, llegaron las liberaciones. Mientras nos iban sacando, nos seguían prepoteando.
Una vez que logramos salir y llegar a nuestras casas, me puse a pensar y comprendí algo que hasta ese momento entendía a medias. La política de “policialización” en la provincia está dirigida contra los jóvenes de los barrios pobres, que son los que sufren el Gatillo Fácil y el hostigamiento policial. En la Córdoba delasotista, ser morocho y usar capucha es un delito, juntarte a comer algo con tus amigos en la calle es delito, en fin, ser pobre es un delito. |