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30 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Cumbre de Líderes de América del Norte
¿Qué nos traerán los acuerdos de la Cumbre Norteamericana?
Aldo Santos

Como informamos en La Izquierda Diario, el pasado 18 de noviembre se reunieron en Washington, D.C., el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden; el de México, Andrés Manuel López Obrador; y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en el marco de la “IX Cumbre de Líderes de América del Norte”.

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El encuentro para los tres mandatarios resultó positivo. Hubo quienes lo calificaron como el inicio de “una nueva etapa en la relación trilateral”, acorde con la política de “buen vecino” que ha tratado de mostrar Biden, luego de las tensiones generadas por la línea y retórica agresivas del gobierno de Trump hacia sus socios regionales y el resto del mundo.

El temido conflicto entre López Obrador y Biden, al haberse reunido el mexicano con Trump durante la contienda por la presidencia de Estados Unidos, no sólo no se ha dado, sino que la relación entre los actuales mandatarios parece fraterna. Al grado de que AMLO calificó la cumbre como un “encuentro progresista” y otros la llamaron la cumbre “de los tres amigos”.

¿“Integración” al servicio de quién?

El discurso de López Obrador en Washington cayó bien a la mayoría de los comentaristas de los medios masivos. Hasta liberales derechistas, como Héctor Aguilar Camín y Ciro Gómez Leyva, frecuentemente críticos del presidente, lo aplaudieron.

No es casual. Lo que propuso el presidente mexicano fue “cerrar filas” con el imperialismo yanqui, avanzando en la llamada “integración regional” a partir del T-MEC, en el marco de la disputa estratégica que Estados Unidos tiene con China para conservar su hegemonía mundial y de las dificultades que persisten en la producción y el comercio internacionales, agravadas por la pandemia, la cual parece no tener fin.

AMLO se basa en las dos principales ventajas “competitivas” que tiene México frente a China: su colindancia con Estados Unidos, que permite reducir las crecientes complicaciones y costos del transporte de mercancías, materias primas o componentes procedentes de otros continentes. Además del miserable costo de la mano de obra mexicana, cuyos salarios son aún más bajos que los chinos.

Por lo que la “sustitución de importaciones” que pretende el presidente mexicano, va en el sentido de que se impongan mayores restricciones a los productos e inversiones del gigante asiático -tal como quería Trump, igual que Biden-, pero no de romper con la subordinación y dependencia de México a Estados Unidos, sino por el contrario, reforzando el rol de nuestro país como “patio trasero” del imperialismo yanqui.

No se puede ignorar que la tan ansiada ’inversión’ que se busca fomentar con esta política, significa que los ’inversionistas’ aprovechen la mano de obra barata que hay en México y nuestros recursos naturales, para luego llevarse sus ganancias, de lo cual se pueden beneficiar además, en el mejor de los casos, un puñado de empresarios nativos, dueños de empresas subsidiarias de las trasnacionales o socios de las mismas -así como sus gerentes, ideólogos y funcionarios a su servicio, que integran la llamada “clase media alta”-, dejando a cambio un legado de contaminación, desigualdad y miseria para la mayoría de los trabajadores y el pueblo.

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Recreando el “sueño americano”

Entre los diversos acuerdos que resultaron de la cumbre, que el gobierno mexicano y sus apologistas quieren presentar como un gran logro “progresista”, está el compromiso de Biden de impulsar un programa para “regularizar” a 11 millones de migrantes ilegales en Estados Unidos, permitiéndoles trabajar legalmente por 10 años, el cual aún tiene que ser aprobado por el Senado del país vecino.

Para el gobierno de AMLO, que enfrenta una nueva oleada de migrantes centroamericanos y ha sido cuestionado por haber convertido a la Guardia Nacional en la “border patrol” mexicana para contenerlos, esto le permite quedar bien ante la opinión pública nacional.

Además, de concretarse dicho programa, podría significar tener un mayor control -como exige el imperialismo- de la “válvula de escape” que representa la migración ante problemas estructurales que padecen los sectores populares, como el desempleo y la pobreza, los cuales, lejos de terminarse, con el gobierno de la 4T siguen y se profundizan. Lo cual también implica mantener o aumentar las remesas que envían nuestros paisanos como una fuente constante e importante de dólares, que permiten hasta cierto punto contrarrestar la fuga de divisas que hacen los grandes empresarios en perjuicio de la economía nacional.

¿Pero qué representaría un programa así para nuestros hermanos migrantes en Estados Unidos? Desde luego, puede darles un alivio ante la ilegalidad y persecución que siguen padeciendo con el gobierno de Biden. Pero a cambio de negarles la posibilidad de llegar a conseguir la plena ciudadanía, lo que los condena de antemano a seguir viviendo como ciudadanos de segunda, padeciendo la súperexplotación y el racismo estructural e institucional en el país vecino, lejos de los suyos... hasta que se les acabe la visa.

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Esto se complementa con la promesa de Biden de implementar un nuevo programa imperialista de “apoyo” económico para Centroamérica, llamado “Sembrando oportunidades”, el cual comenzará por Honduras, con la clara intención de contener la creciente presión migratoria en la región. Se trata de programas asistenciales que lejos de resolver el atraso, la dependencia y la miseria en los países donde se aplican, sirven para profundizar la injerencia imperialista, mientras se mantiene la militarización de las fronteras y la persecución de los migrantes ilegales para impedirles llegar a Estados Unidos.

Así, de la mano de Biden y Trudeau, AMLO se fortalece como “líder” latinoamericano que se propone mejorar la condición semicolonial de los países de la región, en los marcos impuestos por el capitalismo imperialista; no encabezar la lucha por una veradera soberanía e independencia nacionales.

Los socialistas internacionalistas del MTS y de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional, nos pronunciamos por la unidad de los trabajadores y los pueblos de nuestro continente, incluyendo a la poderosa clase obrera pluriétnica de Estados Unidos, para enfrentar al imperialismo y a sus socios menores, los capitalistas “nativos” y sus gobiernos lacayos.

Para soldar esta alianza, las y los trabajadores de EE.UU. y Canadá, así como sus organizaciones sindicales y las que se reivindican de izquierda y socialistas, deberían pronunciarse y movilizarse en contra del saqueo y la expoliación de sus gobiernos y trasnacionales sobre México y América Latina.

Hay que exigir libre tránsito y plenos derechos políticos y sociales para todos los migrantes que huyen de sus hogares en busca de un futuro digno, producto de los planes hambreadores diseñados por los organismos financieros, los grandes empresarios y los gobiernos imperialistas.

Acabar con el saqueo y la miseria en nuestros países, no vendrá de la mano de gobernantes que se proponen ser “buenos amigos” de quienes nos explotan y oprimen.

 
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