Editorial |
Causas y consecuencias del 2001
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Un balance que invierte la carga de la prueba y dice que hay que “evitar” un 2001, culpa más a la rebelión que a sus causas. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los jueves de 22 a 24 por Radio Con Vos 89.9 |
Link: https://www.laizquierdadiario.com/Causas-y-consecuencias-del-2001
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Se cumplen 20 años de la rebelión del 2001 que tuvo su punto culminante en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. Se escucha desde múltiples usinas políticas y comunicacionales en el debate público eso que “hay que evitar un 2001”.
En general, y esto empezó muy temprano, apenas un año o dos después de la crisis, se comenzó a reescribir su historia y a construir una imagen como si las jornadas hubiesen sido puro caos, como un descontrol total inexplicable. Una vez una entrevista con un editorialista de un diario importante me dijo, así como al pasar, que en el 2001 “la sociedad se volvió loca”. Es decir, desde temprano se comenzó a montar una operación político-ideológica para demonizar a las jornadas de diciembre como una rebelión inexplicable, desmesurada, exagerada, descontrolada.
Pero, recordemos un poco cómo se llegó al 2001 y los padecimientos de las mayorías populares ante un ajuste insoportable que venía desde hacía cuatro o cinco largos. Veamos algunas cifras:
Cuando comenzó diciembre de aquel año, la recesión ya llevaba 42 meses y amenazaba con continuar; el PBI no dejaba de caer y adquirió en el tercer trimestre del año un ritmo de casi un -10%. El ajuste permanente llegó un grado de locura cuando Domingo Cavallo volvió al ministerio de Economía (y destaquemos este dato “de color”: traído de la mano por “Chacho” Álvarez) y desde julio de ese año lanzó el programa de "déficit cero" que incluyó recorte de salarios públicos y jubilaciones del 13%. Patricia Bullrich fue el brazo operativo de aquel hachazo inolvidable. En un país de 36 millones de habitantes más de 14 millones se ubicaban por debajo de la línea de pobreza en los aglomerados urbanos y 16 millones si se consideraba también la población rural. La tasa de desocupación llegó en octubre al 18,3% y la de subocupación al 16,4%, es decir que al menos 34,7% de la población económicamente activa estaba con serios problemas de empleo. No pocos analistas que la tasa de desocupación debe haber superado el 20%.
A todo esto, que no es poco, se agregó durante diciembre la confiscación de los depósitos por parte de las entidades bancarias y después la resolución para limitar el retiro de efectivo (primero a 1000 pesos semanales, después a 250) lo que terminó de quebrar la economía en general y la informal, en particular.
Contra eso se produjo (con justa razón y sobradas causas) la rebelión del 2001. En aquel entonces e incluso hasta hoy está lleno de teorías conspiranoicas (siempre surgen cuando se producen rebeliones populares): que tal lo dejo sólo a tal, que algunos empujaron las movilizaciones y los saqueos, que grupos de provocadores incitaron a la gente; todos hechos que probablemente sucedieron, pero que no explican los acontecimientos, teniendo en cuenta el cuadro que describía anteriormente.
En todo caso, quienes piensan que “hay que evitar un 2001” si fueran coherentes deberían decir “hay que evitar aplicar un ajuste insoportable” si quieren evitar un 2001. Claro, lo que pasa es que en general, muchas de esas voces son las mismas que dicen que “no se puede pelear o disputar con el Fondo Monetario”; que “hay que hacer las reformas estructurales”; que después de cuatro años de caída del salario, la Argentina regalada en dólares, cifras “muy 2001” en términos de pobreza, indigencia etc., todavía falta.
El estallido de 2001 tuvo sus ambivalencias, sus contradicciones, tuvo sus límites y sus debilidades si se quiere, pero lo primero que hay que constatar es que el 2001 fue una respuesta a esta situación y obligó a cambiar el rumbo.
Además, dejó sus huellas en los restos del maltrecho sistema de partidos que quedó en pie. Por ejemplo: la irrupción de un peronismo de “centroizquierda” que se haga dominante dentro de la estructura de ese partido fue una expresión (distorsionada) de aquellos acontecimientos. La campaña y el discurso político que terminó adoptando el kirchnerismo debió tomar nota del escenario abierto por las jornadas. Por ejemplo, con respecto a uno de los postulados de aquellos años: “La no represión a la protesta social”, el historiador Tulio Halperín Donghi lo describió con ironía y precisión en el diario La Nación cuando afirmó que después del 2001: “El Estado sólo retenía el monopolio de la violencia a condición de renunciar a usarla”. Hasta el macrismo de los orígenes pretendía mostrarse como más “progresista” y no proponía un programa neoliberal a banderas desplegadas. Las dos tendencias que terminaron conformando “la grieta” en la que se dividió el sistema político fueron a su manera hijas del 2001. Hasta algunas medidas económicas (por ejemplo, las retenciones que, en realidad fueron aplicadas por Eduardo Duhalde), fueron aceptadas a regañadientes por los grandes dueños de la tierra en este país por temor a perder más si la rebelión se retomaba o profundizaba. Hasta los tenedores de deuda tuvieron que aceptar que no se les pague o renegociar. Si no, ¿de dónde sacó Duhalde la guita para los primeros planes sociales masivos que se vio obligado a otorgar para contener? Digo, todo esto no fue una expresión directa del 2001, pero no pueden entenderse por fuera del 2001.
Entonces, hay que tener memoria del 2001, pero no para que no se repita, sino para que se critique y se supere; en todo caso, criticarlo por lo que le faltó, no por lo que se sobró; por los límites y no por la desmesura. Para que una próxima movilización tan extraordinaria como la que se produjo hace 20 años no se limite a detener un ajuste insoportable sino también a abrir la perspectiva de una transformación que haga del país y del mundo un lugar vivible.
Por lo menos desde acá no vamos a fomentar el “miedo” al 2001, en todo caso, a 20 años le vamos a rendir un homenaje. |
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