Primero tuve el placer de ver La casa Gucci, una candidata del Oscar. Y en segundo término, El último duelo, que no le va en saga. Ambas obras maestras y de autor. Un cine al que las grandes producciones con gran despliegue y escaso contenido muchas veces nos está desacostumbrando. A ambas las recomiendo. Son muy diferentes entre sí pero comparten alguna temática inherente a las complejidades, lealtades y traiciones, en un círculo íntimo endogámico, la fraternitá cuasi mafiosa de un emporio familiar de la moda y las relaciones feudales, brutales y sangrientas, en torno a una deshonra que se paga con la muerte, sin importar demasiado la integridad de la víctima sino mantener las formas y cierto statu quo.
Ambas están protagonizadas por Adam Driver, actor más que interesante que nos cautivó en “Historia de un matrimonio” y quizás decepcionó a no pocos fans de la saga “Star Wars” como Ben Solo-Kylo Ren, no en mi caso, pues tenía las contradicciones y dudas que esperaba de tal personaje. En La casa Gucci lo acompaña, muy bien, en un papel que amplía sus dotes actorales, una gran Lady Gaga, de alguna manera la nueva Barbra Streisand, un estupendo Al Pacino, otro grande como es el señor Jeremy Irons, y un Jared Leto en un papel casi caricaturesco pero no menos intenso. Por otro lado, en El último duelo, co-protagoniza con el eficiente Matt Damon y su socio de negocios y amigo Ben Affleck, y una excepcional Jodie Comer, actriz en alza, luego de Free Guy, que está pidiendo roles de mayor envergadura. Y en este duelo que enfrenta a Damon con Driver recupera cierta mística histórica que se le conociera en Los duelistas de 1977.
Por suerte, tenemos al bueno de Ridley en un gran estado de inspiración y sabemos la falta que hace para el séptimo arte. Algo que celebrar realmente.
Ambas pueden verse en Cuevana3, buena definición en El último duelo y soportando el spam del anunciante en La casa Gucci, de más reciente data. |