Si el capitalismo viene atravesando un complejo panorama desde la crisis del año 2008, la dinámica pareciera complicarse aún más con el endeudamiento al que ha llevado la política de los gobiernos para intentar hacer frente a la crisis económica más reciente producto de la llegada de la pandemia del covid-19.
Ya para septiembre de este año se hablaba de que la deuda global había aumentado hasta 300 billones de dólares, ahora las cifras más recientes dadas a conocer por el Fondo Monetario Internacional, habla de que la deuda mundial aumento a 256% del PIB en 2020.
Según el reporte del FMI de diciembre de este año, los préstamos de los gobiernos representaron un poco más de la mitad del aumento de la deuda, ya que la deuda pública mundial aumentó un 20%.
Este aumento es el mayor desde la Segunda Guerra Mundial, si bien la deuda ya era elevada al entrar en la crisis de la pandemia, ahora los gobiernos se enfrentan a un escenario con niveles récord de deuda pública y privada, nuevas mutaciones de virus y una inflación creciente.
Este aumento de la deuda global repercute en la economía amplificando escenarios de riesgo y endureciendo las posibilidades de financiación, lo cual lleva a que algunos economistas hablen de que vamos a una “crisis global de deuda” con defaults e incapacidades de pago de distintos países.
Una deuda diferenciada
No obstante, es importante tomar en cuenta que el crecimiento del endeudamiento no afecta igualmente a los países imperialistas, que a los países semicoloniales y dependientes.
Mientras países como Estados Unidos o Francia se endeudan a tasas de interés de 1%, las deudas en países latinoamericanos representan un mucho mayor costo pues los intereses rondan el 8% o más. En este sentido, la toma de deuda termina representando, para países atrasados, una cadena que condiciona su política económica de conjunto.
Por otro lado, al ser una deuda valuada en dólares, si esta moneda se aprecia con respecto a monedas más débiles, esto repercute directamente en tamaño de las deudas y la cantidad de recursos que se van en pagos interminables.
Las tasas de interés, la política monetaria de la FED y la inflación en aumento
Sin embargo, esta deuda “barata” dados las bajas tasas de interés en particular de la Reserva Federal estadounidense, todo apunta a que no se va a mantener indefinidamente en el tiempo.
Recientemente la FED anunció que se prevén alzas en 2022 a las tasas de interés de referencia, en las nuevas proyecciones económicas para Estados Unidos, proyectaron que tendría que aumentar desde su actual nivel cercano a cero a 0.9% para finales del 2022, con alzas que continuarán en 2023 a un 1.6% y en 2024 a un 2.1%, intentando llevar la inflación de nuevo al objetivo del banco central del 2%.
El problema es que este aumento de las tasas para “enfriar” la economía, en el contexto de súper endeudamiento que veíamos anteriormente, puede tener repercusiones mayores, de entrada, encareciendo el costo de la deuda y afectando así el crecimiento de por si bajo de la economía.
Así, la economía mundial se mueve en un escenario de bajo crecimiento (más allá del rebote momentáneo que puede significar la salida relativa de la pandemia), recesión o estancamiento, endeudamiento histórico, combinado con alta inflación y tendencia al alza de las tasas de interés.
Necesitamos otra economía
El problema de fondo tiene que ver con la manera en la que el conjunto de las medidas económicas que se toman desde los gobiernos busca favorecer la tasa de rentabilidad y ganancia de las grandes corporaciones, de los fondos de inversión y de los bancos.
En primer lugar, porque el endeudamiento ha ido, en gran medida, a inyectar recursos a las grandes empresas, a rescatarlas socializando así sus pérdidas; pero fundamentalmente porque las medidas se orientan a garantizar los pagos puntuales de deudas eternas que condicionan la política económica de los pueblos.
La economía como ciencia social, puede estar enfocada en garantizar las condiciones de desarrollo de las sociedades humanas, no de favorecer a millonarios y especuladores, pero para ello es necesario que las grandes fábricas y los bancos pasen a ser de propiedad colectiva, para que se orienten los recursos a la inversión productiva que permita dar empleos de calidad y satisfacer las necesidades sociales.
Una economía de planificación racional y democrática de los recursos, donde se ponga por delante la vida y no la ganancia de los millonarios. |