Hace más de cien años atrás, las reivindicaciones sindicales ponían a la palestra el futuro de cientos de familias obreras y proletarias, ya que las paupérrimas condiciones de vida y trabajo generaban un saldo de hambre, enfermedades, muerte y pobreza en distintos rincones del país. En este contexto, en plena inestabilidad económica y crisis surgen diferentes huelgas de trabajadores durante principios del 1900, través de un movimiento obrero que comienza a descubrirse a sí mismo, fortaleciéndose de su capacidad de organización y de lucha.
Los salarios en el suelo y el costo de la vida en el cielo
La inestabilidad y crisis económica fue el motor que dio el primer impulso para que los obreros de Tarapacá luchen por mejores condiciones de vida y trabajo, remeciendo aún más el escenario político y social de la época. En los años 1900, el 68% del total de las exportaciones del país eran de salitre o productos aledaños, haciendo de nuestro país una nación de un capitalismo dependiente, primario exportador, y una semi-colonia inglesa.
Pero la clase obrera se organizó desde el descontento, un 10 de diciembre de 1907 los obreros de la salitrera de San Lorenzo paralizaron sus puestos de trabajo, estaban hartos de sus condiciones de vida y de sus condiciones en laborales, no soportaban las extensas jornadas de 10 y más horas diarias y la dependencia económica hacia el imperialismo inglés que través de fichas en las pulperías mantenía a los trabajadores en la miseria.
La indignación fue tan grande que luego el paro de la salitrera San Lorenzo se extendió a otras oficinas salitreras como en Alto San Antonio, estallando en la suma de petitorios por gremio y en la toma de la ciudad de Iquique.
Los obreros de Tarapacá luchaban con la ilusión de cambiar su existencia y sus condiciones de vida, demostrando su fuerza a través de los propios métodos históricos de la clase obrera como la huelga, la toma de fábrica o del lugar de trabajo, la paralización de las faenas, el paro, la autodefensa para repeler la represión patronal, el mitin y la huelga en solidaridad.
Nuestras vidas valen más que sus ganancias: El cuestionamiento a la propiedad privada
Durante la Huelga General las diferencias de nacionalidad no existían, en la toma de la ciudad de Iquique alojaban todos los obreros: peruanos, bolivianos, chilenos y argentinos estaban en la misma Escuela, y luchaban todos por la misma causa común: la defensa de sus derechos e intereses como trabajadores.
Y es que el rechazo de las compañías a negociar generó una presión para los trabajadores e hizo que la intervención del Estado a través de la Intendencia y el Ministerio del Interior fuera brutalmente sanguinaria. La condición de las empresas fue no negociar hasta que los mineros volvieran al trabajo, restringiendo la libertar de tránsito y amenazando aplicar la fuerza a través de la fuerza pública y militar.
Ante la negativa de los huelguistas a desalojar la Escuela Santa María, en donde permanecían desde hacía una semana, el 21 de diciembre, el general Roberto Silva Renard ordenó a sus tropas abrir fuego en contra de la multitud. Más de 3. 600 obreros y sus familias fueron asesinados y los sobrevivientes fueron enviados de regreso a las oficinas o subidos a un barco rumbo a Valparaíso. |