Estamos en los años treinta y la autora, desde el punto de vista de una joven, al principio algo perdida, como Hirut, nos cuenta cómo las mujeres sufrieron especialmente en sus carnes la devastadora invasión de las tropas fascistas, con el interés de anexionarse varios lugares en el continente africano.
Junto a Hirut, Aster, Mimi y otras mujeres que sufrieron la violencia sexista por parte de sus propios conciudadanos y la violación y el encarcelamiento cuando fueron atrapadas por los soldados italianos, en un momento en el que en Europa reinaba una gran confusión sociohistórica.
Sorprende la mano enérgica, dúctil y maestra de Mengiste para lograr extraer belleza, filosofía y paradojas mientras nos narra una sucesión de enfrentamientos, matanzas, rencores y huidas desesperadas. Aunque incluye un epílogo para aclarar algo de lo sucedido y de lo que sucede, quedan en la memoria del lector esas mujeres soldado, esos jóvenes mutilados, esa violencia multidireccional y cómo el pueblo etíope se levantó sirviendo a lo que llama, de forma harto ambivalente e irónica, “El rey en la sombra”.
Estamos ante una novela histórica e intrahistórica, pero también ante una sensible historia de iniciación en un contexto marcado por el militarismo, la pobreza, los enfrentamientos tribales y la búsqueda desesperada de la identidad y la supervivencia.
Escogiendo un punto de vista femenino la autora nos traslada a diferentes lugares de ese momento en el que Etiopía fue sacudida por los soldados italianos, algunos de los cuales también represaliados por su origen judío. Estamos ante una novela dura, poblada de fantasmas del pasado y cadáveres del presente, en la que solo la elegante y, por momentos, mágica capacidad de captación de los instantes de belleza, esperanza y pasión logran dar una forma soportable y hasta embriagadora a la minuciosa descripción de lo que no deja de ser un genocidio cruento.
“El rey en la sombra” reivindica, sin medias tintas, la importancia de la memoria histórica, aunque en el presente los problemas y los conflictos sigan abiertos y también hace una suerte de brillante pirueta en favor de un futuro incierto.
¿Qué te hace suponer que no sabemos leer nada sobre Etiopia? Nuestra cultura es anterior a la de vuestra adorada Roma.
“El mundo no fue hecho para nosotras, nosotras fuimos hechas para amolarnos a este mundo” |