Durante los días de navidad cientos de colonos ultranacionalistas atacaron varias aldeas palestinas en Cisjordania y barrios de Jerusalén este. A esto se suma una nueva ofensiva del ejército sionista para demoler viviendas palestinas. En medio de esta situación Israel negocia algunas concesiones a cambio de que la Autoridad Palestina aumente su rol de policía contra su propio pueblo.
En la última semana sectores del pueblo palestino sufrieron pogromos de colonos judíos (muchos de ellos tienen antepasados que los sufrieron a manos de la Rusia zarista y décadas después en la Alemania nazi) en aldeas como Burqa (cerca de Nablus, en la Cisjordania ocupada), mientras que patrullas del ejército israelí disparaban contra palestinos que trataban de defenderse, dejando al menos 135 jóvenes heridos. También hubo ataques con balas de fuego y piedras a casas de la aldea de Sebastia al norte de Nablus por parte de colonos. En el mismo momento las Fuerzas de Ocupación de Israel, golpeaban y detenían a jóvenes en Jerusalén este.
Este mismo jueves, tanques del ejército israelí atacaron infraestructura militar usada por Hamas en la Franja de Gaza con la excusa de un tiroteo entre militantes de esa organización palestina y un civil israelí que realizaba trabajos en la barrera de seguridad que el Ministerio de defensa de Israel construyó hace poco para separar la Franja del Estado Nacional Judío de Israel.
Esas situaciones no son excepcionales para las palestinas y palestinos. El hostigamiento por parte de soldados israelíes apostados en los territorios ocupados, el derrumbe de viviendas con topadoras en barrios de Jerusalén este y varias zonas de Cisjordania, donde Israel tiene el completo dominio –militar y civil- del 62% de ese territorio (zona C), rodeando y fragmentado aldeas y ciudades del resto de esa región, son moneda corriente. Sin olvidar el maltrato en los checkpoints para poder cruzar a trabajar.
De esta manera, la vida cotidiana de los palestinos se vuelve absolutamente insoportable.
En mayo de este año los gazatíes sufrieron uno de los peores bombardeos de los últimos tiempos, con centenares de muertos y miles de heridos, mientras que en barrios de Israel donde viven árabes (como ciudadanos de segunda), familias enteras sufrieron intentos de linchamientos por parte de ultranacionalistas israelíes con zonas liberadas por la Policía de ese Estado sionista.
Tal vez porque la huelga general –histórica- que los palestinos llevaron adelante como respuesta a esos ataques, no tuvo continuidad y no pudieron dotarse de organismos de base, democráticos donde poder decidir cómo coordinarse y enfrentar los ataque en sus barrios, aldeas y ciudades, gracias a sus direcciones tradicionales –las dos facciones palestinas enfrentadas políticamente: la Autoridad Palestina y Hamas-es que hoy la resistencia pasa por actos heroicos, más o menos generalizados, pero individuales: niñas y niños de 13, 14 años que enfrentan a soldados israelíes con lo que tienen a mano, madres y abuelas desesperadas que vieron a sus hijos ser asesinados por las Fuerzas de ocupación y con cuchillos buscan herirlos. Actos que hablan de la impotencia de un pueblo sometido, que lamentablemente no atacan ningún poder central israelí.
Pero esta situación de brutal coloniaje y limpieza étnica gradual como la llama el historiador israelí Ilan Pappé (que Israel lleva adelante desde su creación artificial en 1948), el odio que genera, sobre todo en las nuevas generaciones palestinas, sumado a la simpatía que despierta en muchos pueblos del mundo la causa palestina, obliga al Gobierno de Israel a negociar con la Autoridad Palestina, no para terminar con la brutal opresión sobre palestinas y palestinos, sino para que esa dirección ejerza más contundentemente su rol de policía frente a su propio pueblo.
Claro que para eso debe hacer concesiones. Convenientes también para el propio Israel, que por otro lado viene exigido por parte del Gobierno de Estados Unidos –que continúa destinándoles millones de dólares por ser su aliado estratégico en esa región- para de algún modo “pacificar” el área (Biden luego del fracaso en Afganistán y de que su prioridad está puesta en cómo limitar a China, su principal competidor, además de sus propios problemas internos, no puede darse el “lujo” de que gracias a Israel la región sea otra vez un polvorín).
¿Qué negoció el ministro de Defensa Israelí con la Autoridad Palestina?
En la reunión que se realizó el último martes en la casa de Benjamín Gantz en Rosh Ha’ayin (centro de Israel), la segunda que mantiene con Abbas –la primera fue en Ramallah en el mes de agosto-, lo primero que acordaron fue que Israel le adelantará a la Autoridad Palestina una partida de U$S32 millones de impuestos que ese Estado recauda en Cisjordania (es decir: le da dinero que sale del bolsillo de los propios palestinos, más cínico no se consigue) y además acordaron 600 pases para palestinos desarrolladores de alta tecnología.
Esto último es un negocio redondo para Israel, los ingenieros de computación israelíes ganan 30.000 shekels (U$S9.617), a los palestinos les pagarán 10.000 shekels (U$S3.206). La apuesta de Israel en el área tecnológica es muy fuerte, por lo cual necesita cubrir esos puestos de trabajo. Para las zonas agrícolas la promesa fue la apertura de las importaciones de productos agrarios palestinos hacia Israel.
A cambio de estas pocas concesiones, Abbas se comprometió a reforzar la presencia de la Policía palestina sobre todo en las ciudades cercanas a la línea verde que las separa del Estado israelí, pero también colaborar con inteligencia sobre activistas palestinos.
Por eso la reunión contó con la presencia del jefe de la rama militar israelí responsable de los asuntos civiles en los territorios palestinos, Ghasan Alyan, el alto funcionario de la Autoridad Palestina Hussein Al Sheikh y el jefe de inteligencia palestino Majid Faraj.
En palabras del ministro de Defensa israelí esto se tradujo en que: "discutimos la implementación de medidas económicas y civiles, y enfatizamos la importancia de profundizar la coordinación de seguridad y prevenir el terror y la violencia, para el bienestar tanto de israelíes como de palestinos".
El Gobierno israelí de todos modos tiene la oposición segura del Likud, el partido del derechista ex primer ministro Netanyahu, que había avanzado en la expansión de colonias en los territorios ocupados. Ese partido nacionalista en un comunicado afirmó que "esto pone en peligro la seguridad israelí". Por el lado palestino, el vocero de Hamas Hazem Qassem, también adelantó su oposición planteando que el comportamiento de la Autoridad Palestina "profundizará la división política palestina y complicará la situación".
Es difícil de creer que el “bienestar” será para ambos. Estos acuerdos no hicieron más que reforzar la idea que tiene un amplísimo sector de la población palestina sobre Abbas, que es considerado un traidor, sobre todo por la juventud que diariamente se enfrenta al terror de uno de los ejércitos mejor pertrechados de la región, además del ataque de los colonos, como ya contamos.