El 1° de enero pasado, la dirección del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció que se suspendía la contratación de 350 profesores eventuales (que en esencia son de asignatura), se frenaban los procesos de nuevo ingreso incluyendo los de inscripción a posgrado y la postulación de becas, además de aprobación de proyectos de investigación y el trabajo de 16 laboratorios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Lo cual era una medida no sólo de liquidación de la propia ENAH, al dejarla en una parálisis de actividades, sino de autodestrucción, ya que como lo declaró el propio director del INAH, Diego Prieto Hernández, en entrevista con Carmen Aristegui, “De la ENAH salen los cuadros que el INAH necesita”, asimismo y en paralelo, se anunció la desaparición del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), ahora ¿Qué hay de fondo en esta situación?
El presupuesto a los megaproyectos
En la mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador habló del tema declarando que: “la ENAH recibirá los recursos económicos que hagan falta, aunque se evitarán el derroche, los gastos superfluos y la duplicidad de funciones”. A eso agregó que: “el INAH tiene ahora un presupuesto mayor (…) todo lo que tiene que ver con el Tren Maya incluye también una estimación adicional para las zonas arqueológicas. En el caso de la ENAH, si hacen falta apoyos económicos, se van a distribuir”.
Lo que se refleja aquí es un discurso confuso que esconde un ataque contra la investigación, como dijimos antes, pues de nada sirve que el INAH tenga más presupuesto si la universidad que le proporciona los trabajadores especializados para realizar su labor de investigación para zona arqueológicas, desaparece. Es contradictorio que se coloque como un triunfo tener más presupuesto para un instituto de investigación antropológica y arqueológica, si a paso seguido se va a desaparecer a la institución universitaria donde se forman los que van a hacer esas investigaciones.
Por otra parte ¿por qué hablar del Tren Maya? A mediados del año pasado el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnológica (Conacyt), dirigido por María Elena Álvarez-Buylla y Luciano Concheiro anunciaron la desaparición del Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) y la creación del Sistema Nacional de Posgrados (SNP) para que la prioridad de la investigación sea “resolver problemáticas sociales”. Sin embargo, en la vía de los hechos siguen sin resolver de fondo las secuelas neoliberales en materia de ciencia y tecnología, como lo es la precarización laboral. No vayamos más lejos, si los profesores eventuales de la ENAH y trabajadores del INAH iban a ser despedidos con esa facilidad, fue por la continuidad de la implementación de la precarización como es la inestabilidad en el empleo.
Este SNP habla de formar profesionistas que atiendan problemas como el deterioro de la biodiversidad, pero la austeridad republicana hizo que el propio Conacyt, junto con la UNAM y el IPN desembolsaran 12 mil millones de pesos para ser inyectados en la refinería de Tula, Hidalgo, que procesa combustibles fósiles contaminantes que destruyen los ecosistemas. En el caso de lo sucedido en la ENAH, el INAH y el Inali, el “ahorro” está dirigido a alimentar un mega proyecto, el Tren Maya, por lo que para el presidente el mayor presupuesto del INAH parece ir encaminado fortalecer los réditos que arroja el turismo con esta obra y no a la preservación del patrimonio cultural y ecológico de México, que es para lo que se supone que debería servir.
Desfinanciamiento de la investigación
La línea aplicada contra la ENAH forma parte de un ataque general que la 4T ha emprendido contra la educación pública, el cual puede verse más nítidamente en el nivel superior, ya que se han recortado las becas a nivel de posgrado, con el pretexto de la deserción en ese nivel educativo, sin mirar las condiciones estructurales que existen en la actualidad. Ya que hay deserción en todos los niveles educativos producto de la crisis capitalista acelerada por la pandemia, con esa medida lo único que se logra es profundizar esa deserción, por lo que la investigación se ve afectada.
Incluso un organismo burgués como lo es la UNESCO establece que cada país debe destinar por lo menos el 1% del Producto Interno Bruto (PIB) en ciencia y tecnología, en el 2021 el aumento al presupuesto de ciencia, tecnología e investigación tuvo un incremento del 2.2%, que sólo representó el 0.41% del PIB. Muy por debajo de lo que se necesita.
Lo que se requiere un aumento drástico al presupuesto que se dedica a la investigación, a la educación universitaria y a la educación en general, y que los recursos no vayan a dar los megaproyectos ecocidas que sirven sólo para que los empresarios se enriquezca. Este aumento de presupuesto también es necesario para la basificación y sindicalización de todos los trabajadores, la preservación de las zonas arqueológicas y construcción de más escuelas, así como las becas suficientes para que ningún estudiante deje sus estudios por falta de recursos. El aumento del presupuesto bien puede ser en base al no pago de la deuda externa y con impuestos progresivos a las grandes fortunas y las trasnacionales que operan en México. |