Durante la semana se estarán transmitiendo las diferentes sesiones del debate presidencial organizado por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de cara al 6 de febrero, donde participan un total de 25 candidaturas. El domingo y el lunes se transmitieron las dos primeras sesiones, con la participación de seis partidos políticos cada una, y en las próximas dos sesiones se espera que participen los trece partidos restantes.
Empezando con la cantidad de “viejos conocidos”, miembros de los círculos políticos y empresariales más influyentes del país, ex ministros y ex figuras de los partidos contra los que debaten hoy: los Malavassi y Feinzag, Fabricio Alvarado y Lineth Saborío, así como Welmer Ramos y Eduardo Cruickshank; el común denominador es que hemos visto nuevamente -con algunas pocas excepciones- un arco de representantes de los intereses empresariales, con el patrocinio de sus propios negocios o los de otros como ellos.
Es claro que no hay un “proyecto común” en el que la burguesía pueda agrupar todas o la mayoría de sus fuerzas, y las últimas encuestas que muestran hasta un 40% de indecisión en la intención de voto demuestran la baja legitimidad que tienen las instituciones de gobierno y el propio proceso electoral. La mención a la propuesta de realizar una asamblea constituyente es un ejemplo de ésto, aunque no es todavía parte de los elementos centrales de la elección, pero da cuenta de las grietas existentes.
No es casual que desde el primer momento quede en evidencia el tráfico de influencias como uno de los “retos que enfrentará el próximo gobierno”, así llaman de vez en cuando a la forma en que la burguesía y las patronales controlan el funcionamiento del estado y el proceso electoral. Resultando en que las masas trabajadoras y populares no estén realmente representadas en las candidaturas, por lo que los intereses más sentidos quedan por fuera de las discusiones y pasan al plano de las interminables promesas de “desarrollo” ligadas a recetas viejas de endeudamiento y medidas neoliberales.
A propósito del endeudamiento, otra de las certezas con las que arrancó la campaña electoral y que quedó reflejada en los debates, es el acuerdo general sobre la política de ajuste que debe garantizar el próximo gobierno para cumplir con las promesas realizadas al FMI. Sin embargo, ninguna candidatura menciona el FMI, elemento central de la política del país y la región.
Con algunos matices discursivos centralmente, sobre dónde y cómo aplicar recortes al gasto público, qué tipo de “ayudas” y condiciones favorables requiere el sector empresarial. Las frases sobre “reactivación económica post pandemia” habitan muy lejos de la realidad de las grandes mayorías, del desempleo que alcanza 14%, la inflación y la crisis de suministros golpeando nuestros bolsillos.
Todas las discusiones planteadas en las sesiones hasta hoy, ignoran los problemas reales de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Se hace evidente en lo dicho por figuras como Lineth Saborío del PUSC con sus fórmulas abstractas sin contenidos reales y las declaraciones críticas contra el gobierno actual de Eduardo Cruikshank de Renovación , ignorando que él mismo forma parte del elenco político del ajuste.
Aparte de una pregunta planteada a Fabricio Alvarado sobre la jornada laboral que propone, las condiciones y derechos de las mujeres fueron otra de las grandes ausencias en los dos debates, las miles que han salido a las calles a exigir justicia frente a los femicidios, el derecho a decidir y el aborto legal, educación sexual; no existen para las doce candidaturas que hemos visto “debatir”.
Y así, con participaciones llenas de acusaciones mutuas de “no hacer nada” o “callar ante” diferentes hechos que ocupan solamente a los pasillos de la Asamblea Legislativa, sin tratar los temas centrales que ocupan la agenda política del país, o haciéndolo de forma parcial, continúan los debates presidenciales. Veremos en el resto de la semana a las candidaturas del Partido Liberación Nacional, el Frente Amplio, Unidos Podemos y el Partido de los Trabajadores, entre otros.
Desde ya es claro que para la clase trabajadora se viene un gobierno de más ajuste, frente a este panorama es necesario coordinar una lucha común contra el ajuste del FMI.
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