A principios de la década de 1990, Roger Ekirch, profesor de historia del Virginia Tech, el Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia (Estados Unidos), descubrió el misterioso fenómeno del sueño doble, o cómo lo llamó más tarde: el sueño bifásico.
En medio de la escritura de un libro sobre la historia de la nocturnidad -At Day’s Close: A History of Nighttime-, Ekirch investigó registros desde la Edad Media hasta la Revolución Industrial albergados en la Oficina de Registro Público de Londres, un imponente edificio gótico que albergó los Archivos Nacionales del Reino Unido desde 1838 hasta 2003.
Allí encontró el testimonio de Jane, una mujer que relata que una noche, luego de un breve sueño, su madre -la señora Rowth-, se levantó de la cama, se acercó a la chimenea de su casa, y empezó a fumar en pipa. Dos hombres aparecieron por la ventana, la llamaron y le ordenaron que se preparara para salir con ellos. Antes de partir le susurró a su hija que volvería por la mañana, pero nunca más apareció con vida: su cuerpo, descubierto días después, revelaba una asesinato brutal.
En la declaración penal de Jane, dos palabras llamaron la atención de Ekirch porque evidenciaban un poco cómo era la vida en el siglo XVII: Jane describe cómo justo antes de que los hombres llegaran a su casa, ella y su madre se levantaron de su "primer sueño" de la noche. Ekrich pensó, que si existe un primer sueño también existe un segundo: una noche partida al medio.
El sueño bifásico consistía en dormir un primer tramo de la noche desde las 21:00 hasta las 23:00. Luego la vigilia nocturna solía durar desde las 23:00 hasta la 01:00 aproximadamente, dependiendo de la hora a la que se acostaban. El siguiente paso se consideraba un sueño "mañanero" y podía durar hasta el amanecer o más tarde.
Este periodo nocturno que se conoció como "el reloj", se usaba de formas variadas: desde rezar, realizar tareas cotidianas, trabajar, reflexionar sobre la vida y sobre nuevas ideas., hasta para socializar y tener sexo. Para las parejas, este tiempo era muy útil: si habían tenido un largo día de trabajo manual, el primer sueño les había quitado el cansancio y el período posterior era un momento excelente para procrear.
Pronto el historiador descubrió que se trataba de un fenómeno generalizado y normalizado, no solo en Inglaterra, sino en todo el mundo preindustrial: los primeros sueños se mencionan en "Los cuentos de Canterbury", de Geoffrey Chaucer (escrita entre 1387 y 1400), en Beware the Cat (1561), del poeta William Baldwin y en cientos en cartas, diarios, libros médicos, escritos filosóficos, artículos periodísticos y obras de teatro.
Eckirch encontró evidencias del hábito en Europa, África, el sur y el sureste de Asia, Australia, América del Sur y Medio Oriente. El primer registro que encontró Ekirch fue del siglo VIII a. C., en la epopeya griega "La odisea", mientras que los últimos indicios de su existencia datan de principios del siglo XX.
Pero los beneficios de dividir el sueño no son exclusivamente humanos. En el mundo natural, esta práctica está muy extendida. Muchas especies descansan en dos o varios tramos separados y eso les ayuda a mantenerse activos en los momentos más beneficiosos del día, como el lémur de cola anillada.
A partir de otros estudios, Ekrich entendió por qué gran parte de la humanidad abandonó el sistema de dos sueños, a partir de principios del siglo XIX.: la Revolución Industrial. "La iluminación artificial se volvió más predominante y poderosa, y además de alterar los ritmos circadianos de las personas, permitió que se quedaran despiertas más tarde". a iluminación artificial alargaba el primer sueño y acortaba el segundo.
Aunque la gente ya no se acostaba a las 21:00, tenían que despertarse a la misma hora de la mañana, por lo que su descanso se vio truncado. Ekirch cree que esto hizo que su sueño fuera más profundo, ya que estaba comprimido.
Ansiedades modernas
Hoy en día los trastornos del sueño abultan las ganancias de los laboratorios mediante la venta de pastillas: el insomnio nocturno se ha transformado en una pesadilla para millones en todo el mundo. "No pretendo tomar eso a la ligera; de hecho, yo mismo sufro de trastornos del sueño y tomo medicamentos para eso, pero cuando la gente se entera de que esto pudo haber sido completamente normal durante milenios, disminuye un poco su ansiedad", explica Ekirch.
Pero el historiador concluye que, a pesar de no ser "naturales", el modo antiguo para dormir es ya cosa del pasado: "No hay vuelta atrás porque las condiciones han cambiado". |