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La Izquierda Diario
30 de enero de 2022 Twitter Faceboock

Opinión
Editorial de editoriales: sin lugar para alivios ni silencios
Jesica Calcagno | @Jesi_mc

Llegó el anuncio del gobierno de un acuerdo con el FMI, poniendo el moño a la estafa de la deuda de Macri. Entre la sobriedad, los festejos y los silencios, los actores políticos y económicos mueven sus fichas. Los bolsillos populares en la mira y el camino de la resistencia.

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Recién empieza

El gobierno de Alberto Fernández pareció respirar el viernes anunciando el principio de acuerdo con el FMI. Aún con matices internos en el Frente de Todos sobre los términos de la negociación, el ministro de economía, Martín Guzmán, se encargó de agradecer a las tres patas de la coalición oficial en la conferencia de prensa: Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa.

Es una nueva etapa que recién comienza. En lo inmediato de los próximos meses queda un largo trecho de precisiones y “letra chica” que no descartan más malas noticias. Y por el round parlamentario que deberá debatirlo y votarlo en la Cámara de Diputados y de Senadores. Según Tiempo Argentino, desde el Ministerio de Economía señalan que será en marzo.

Recién comienza también por las consecuencias de tomar nueva deuda para pagar deuda (ilegítima y que se fue a la fuga). Asegurando una mochila de yunque a largo plazo. El “co-gobierno con el FMI” estará presente con las revisiones trimestrales por los próximos dos años y medio. Como dijo la diputada nacional del Frente de Izquierda, Myriam Bregman, "cada tres meses habrá posibilidad de veto" (si no se cumplen las metas que fija el organismo podrán no entregar los dólares para afrontar los vencimientos). Pero la bota del FMI llegó para quedarse. El ministro Guzmán precisa en la entrevista publicada en Página 12 cómo sería el plan para devolver la nueva deuda que tomaron: “cada uno de esos desembolsos, que son deuda, se empieza a pagar cuatro años y medio después, y se paga en 12 cuotas semestrales”. Luego ejemplifica con el primer y último desembolso. El primero, que debería llegar en marzo de este año, “se empieza a pagar en septiembre de 2026, o sea cuatro años y medio después, y se termina de pagar a los diez años, en marzo de 2032. El último desembolso viene en 2024, o sea que se termina de pagar en 2034”. De mínima, hay 12 años más de FMI condicionando a la Argentina. Un plazo que puede extenderse con nuevas renegociaciones en el futuro, que podrían traer nueva deuda para pagar la deuda de la deuda, más condicionamientos del FMI, extender la hipoteca. Se reinicia así “La pesadilla eterna del FMI” como titula Pablo Anino su análisis en el Semanario Ideas de Izquierda.

Porque si es cierto que el gobierno de Mauricio Macri nos metió de nuevo en el FMI en 2018, también es cierto que el Frente de Todos es el gobierno que está legitimando una estafa (que sus mismos integrantes denunciaron como tal) tomando nueva deuda que pagará el pueblo trabajador por más de una década.

Los tiempos del ajuste

Sin embargo, Alberto Fernández confió a Página 12 “No tengo la soga al cuello. Tenemos dos años sin pagos, es una oportunidad”. El cálculo lo tranquiliza para los dos años de mandato que le quedan. Si se mira el déficit fiscal que anunció Guzmán como parte del inicio de acuerdo, es de 2,5% para 2022, 1,9% para 2023, 0,9% en 2024 y la aspiración de llegar a déficit 0% en 2025. Dentro de un plan general que implicará ajuste, la lógica es que la reducción del gasto público será mayor para quien asuma el próximo mandato presidencial. Esto motiva algunos resquemores en Juntos por el Cambio. Aunque sacaron un comunicado que calificó de “positivo” el anuncio, como cuenta Claudio Mardones en Tiempo Argentino, “están preocupados por saber qué parte de un acuerdo deberían afrontar si regresan al poder en 2023. Además comenzaron a estudiar un punto inquietante: el margen de recuperación que puede tener el Gobierno, aún con la carga de la mochila del Fondo”.

Para lo que queda de mandato del Frente de Todos, Alberto Fernández y el equipo de Guzmán, insisten en remarcar que confían en que podrán sobrellevar esas metas fiscales aumentando la recaudación tributaria. Alejandro Rebossio en El DiarioAr señala que esperan hacerlo por dos vías “un mayor crecimiento económico que el esperado (…) y un refuerzo del combate a la evasión impositiva”. Pero el FMI dejó claro que también piden por “la poda gradual de subvenciones a la energía”, que implicará aumento de tarifas y efectos sobre la inflación.

Rebossio incorpora las voces y análisis de consultoras y economistas sobre lo que viene con el acuerdo. Hay quienes resaltan que el ajuste fiscal se logrará “también con la licuación de jubilaciones y salarios por la inflación”. Diego Genoud en El DiarioAr, recuerda que el “hachazo previsional” ya viene ocurriendo (en 2021 el gasto en jubilaciones y pensiones se recortó 6% en términos reales según la consultora PxQ). Agrega que “La reducción de subsidios, el aumento de tarifas y el fin del atraso cambiario en relación a la inflación -todo atado al acuerdo- potencian la inflación en un contexto en que la consultora Eco Go registró una suba de 58,3% en alimentos y bebidas durante 2021”.

Marcelo Di Bari en Tiempo Argentino destaca los cálculos de Claudio Lozano, director del Banco Nación: “el acuerdo compromete un ajuste fiscal para los últimos dos años del mandato de Alberto Fernández de 8920 millones de dólares (al tipo de cambio del presupuesto 2022)”.

Lo que Alberto Fernández ve como una oportunidad para lo que le queda del mandato, confiando en el crecimiento económico y afrontando los vencimientos con el FMI con nueva deuda, se basa en el posibilismo agónico del combo de la herencia de Macri, el ajuste ya hecho en sus dos primeros años de gobierno y la esperanza de ganar algo de tiempo. ¿Podrá ganarlo? Hay otros factores que amenazan las expectativas de crecimiento y recaudación tributaria. Además de elementos recesivos para la economía que incluyen el acuerdo con el FMI (tasas de interés positivas, reducción de brecha cambiaria), en Infobae señalan que este año no estará el llamado “impuesto a las grandes fortunas”, y con respecto al ingreso de dólares por exportaciones “la cosecha tampoco viene tan bien” (se estiman “unos USD 5.000 millones menos para este año respecto al anterior”). Puede jugar en contra también la suba de tasas de la Fed en Estados Unidos, como todos pronostican.

Más temprano que tarde, el ajuste que viene con este acuerdo se sentirá en los ya golpeados bolsillos de trabajadores y trabajadores ocupados, informales, desocupados, jubilados. Podrá haber una diferencia de ritmos en la magnitud según cómo se desarrollen los distintos factores que rodean la realidad argentina. Pero con este acuerdo el gobierno está picando el boleto para nuevos padecimientos al pueblo trabajador.

Hasta Mario Wainfeld en Página 12 reconoce que “La narrativa oficialista se entusiasma con el crecimiento 2021 pero yerra cuando imagina que su continuidad permeará hacia sectores de menos recursos”. Es que el año que quedó atrás, dejó también más desigualdad, un 40% de pobreza, y más empleo precario e informal.

El silencio se paga

Las horas posteriores al anuncio, apareció el coro de pronunciamientos que saludaron el acuerdo. Los primeros, “los mercados”. Destinatarios centrales del discurso presidencial, viernes 10 am. Festejaron el sendero de reducción fiscal los poderes económicos más concentrados: la AEA (Asociación Empresaria Argentina) de los dueños de Techint y el grupo Clarín, los grandes bancos nucleados en las dos asociaciones más importantes, la Sociedad Rural, la Bolsa de Cereales, la UIA, la Cámara de Construcción.

Joaquín Morales Solá en La Nación parece exultante, y empieza su columna “el país es mucho mejor hoy de lo que era el jueves pasado, cuando vacilaba frente al precipicio”. Siempre pendiente de la vicepresidenta, esta vez dice que se demostró su “nula influencia”. Agrega que “Los opositores de Juntos por el Cambio son más comprensivos y responsables con el Gobierno y su necesidad de acordar con el Fondo que la vicepresidenta”. Curioso señalamiento cuando Juntos por el Cambio fue quien tomó la deuda con el FMI y Macri aseguró que él hubiera negociado “en 5 minutos”.

Los gobernadores del Frente de Todos también salieron a respaldarlo, y hasta Axel Kicillof se expresó sobriamente en sus redes sociales: “evitará una verdadera catástrofe en lo inmediato”.

La conducción de la CGT hizo lo propio: “beneplácito” fue la palabra elegida para saludar el acuerdo y respaldar al gobierno. Aunque esperable por su derrotero siempre oficialista, la CGT no deja de superarse a sí misma avalando semejante sometimiento a un organismo internacional que condena a las y los trabajadores que deberían representar.

Donde se mantiene el silencio es en el entorno de Cristina Fernández y Máximo Kirchner. Gabriel Sued en El DiarioAr descarta la posibilidad de que el kirchnerismo no vote el acuerdo en el Congreso. “No hay dirigente del Frente de Todos que alimente esa hipótesis” dice, y sintetiza su postura en un “votemos sin aplaudir”.

Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna deja más abierto el escenario, y dice que Máximo Kirchner “se niega a adelantar un punto de vista hasta no ver algo más que el catálogo de buenos propósitos conocido hasta ahora”. Verbitsky arriesga que, para el jefe del bloque oficialista en Diputados, el anuncio “es como exigir que en dos semanas alguien adelgace de 74 a 63 kilos, sin descuidar su salud y su alimentación”.

Aunque Cristina Fernández dejó claro en sus cartas que había que pagar y que siempre "honró las deudas", también había remarcado que la lapicera la tiene el presidente y que le corresponde al Congreso aprobar el nuevo acuerdo con el FMI. Sin embargo, no deja de extrañar el silencio sobre el anuncio cuando ella misma sostuvo que “puede llegar a constituir el más auténtico y verdadero cepo del que se tenga memoria para el desarrollo y el crecimiento con inclusión social de nuestro país”. Los intentos de preservación de su espacio frente lo que viene con el acuerdo, están a la orden del día. Reconfirman así que nada bueno vendrá, y a su vez que no tienen alternativa para presentar.

Dejando a un lado las especulaciones, lo que es seguro es que “todo vacío es ocupado” como sostuvo esta semana Cristina en Honduras. Los silencios frente a semejante hipoteca y no presentar otra alternativa más que pagar, le abren más el paso a los que deciden todos los días. Al establishment, esas grandes cámaras empresarias que festejan el co-gobierno con el FMI y el ajuste fiscal. Esos poderes económicos que se relamen con devaluaciones o toda medida que pulverice los salarios y quite derecho a las y los trabajadores. Los silencios, le dan la palabra a los que nos endeudaron y estafaron y ahora dicen que el acuerdo “es positivo”.

Los silencios se pagan caro. Pero como no hay un destino inexorable, aunque el posibilismo de la decadencia insista en convencer de lo contrario, son momentos decisivos y urgentes para alzar la voz con más fuerza, en las calles, en cada lugar de trabajo, estudio, en cada barrio. Para rechazar el acuerdo con el FMI que viene con más sometimiento y ajuste contra el pueblo trabajador. Para demostrar que no vamos a entregar recursos naturales, saqueo y contaminación. Ni resignar el futuro. A eso apuesta la convocatoria del Frente de Izquierda este lunes para preparar una movilización la próxima semana.

"La indiferencia es el peso muerto de la historia" decía un joven Antonio Gramsci. Le oponía que “Vivir significa tomar partido”. Tomar partido para presentar una alternativa a la eterna decadencia a la que nos llevaron, es la única forma de presentar batalla.

 
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