Se acerca otro 8 de marzo marcado por la pandemia. Esta ha dejado abierta una enorme crisis económica y social que golpea a millones y especialmente a las mujeres. Con la Covid 19 y las políticas del gobierno “progresista” la desigualdad para las mujeres ha aumentado y la pobreza se ha feminizado aún más. Al mismo tiempo, avanza la derecha y posiciones reaccionarias a nivel mundial. ¿Qué feminismo necesitamos?
Los momentos de mayor crisis sanitaria mostraron que es la clase trabajadora, en toda su diversidad y más feminizada que nunca la que se ocupa de las tareas esenciales para la producción y reproducción. La pandemia demostró además que una parte importante de tareas esenciales como fueron las asociadas a los cuidados, la salud, la educación, la limpieza, la producción textil que también produce insumos para hospitales, la de alimentos, la recolección en el sector agrícola… son tareas que el capitalismo y el patriarcado han ubicado en categorías infravalorándolas con el único objetivo de imponer una mayor explotación y todo tipo de brechas y desigualdades.
La pandemia también reafirmó el hecho de que las mujeres seguimos ocupándonos de una parte importante de los cuidados necesarios para la reproducción social. Esto es un trabajo que “se ahorran de pagar los capitalistas”.
Al tiempo que la pandemia mostró el rol esencial de la mayoría de mujeres trabajadoras, la crisis las golpeó aún más. Si lo niveles de pobreza han aumentado notoriamente entre las clases populares, lo han hecho mucho más entre las mujeres. 6,5 millones de mujeres se encuentran en situación de pobreza o exclusión social, frente a los 5,27 millones de 2019. Hoy en el Estado español el 53,3% de las familias monoparentales, de las cuales el 83% están encabezados por una mujer, se encuentra en riesgo de exclusión o pobreza. Durante la pandemia, desde el cuarto trimestre de 2019 y hasta el segundo de 2021 la tasa de paro de las mujeres creció 1,8 puntos, llegando a situarse en el 17,4 %, mientras que la de los hombres lo hizo 1,2 puntos, hasta el 13,4 %, lo que hizo que la brecha amentara de 3,3 puntos a 4. Estos datos apuntan a que con la Covid 19 la desigualdad ha aumentado para las mujeres y la pobreza se ha feminizado aún más. La crisis capitalista no golpea a todos por igual.
Mientras aumenta la pobreza en términos generales así como las desigualdades, también es importante recordar que las mujeres han estado en la primera línea de la lucha de clases en el último periodo: antes de la pandemia, durante los momentos más críticos de esta y en esta nueva etapa. Desde hace varios años hemos visto un protagonismo indiscutible de las mujeres en la lucha contra la precariedad, contra los desahucios, por los servicios públicos, contra las violencias machistas y contra el avance de la extrema derecha.
En este momento, muchas mujeres conscientes de su potencial como esenciales también comienzan a recomponer sus fuerzas y comienzan a organizarse para pelear contra las consecuencias de esta crisis. Un ejemplo de esto son las trabajadoras sociosanitarias del SAD, las trabajadoras de las conservas de Bizkaia, las enfermeras, las trabajadoras de la educción, las trabajadoras de la salud o las jornaleras.
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La crisis económica y social golpea a las mujeres y nos enfrentamos a un avance de las posiciones más reaccionarias a nivel internacional. La crisis capitalista y la debacle de los partidos conservadores y socialdemócratas que habían gestionado el capitalismo en las décadas del neoliberalismo, favoreció la emergencia de los populismos de derecha como Vox en el Estado español, Trump en EEUU y Eric Zemmour en Francia….
Se trata de una derecha política que además está muy vinculada a las corrientes católicas, evangélicas y ortodoxas con las que convergen en posiciones ultra reaccionarias sobre temas como el aborto, el matrimonio igualitario, la educación sexual… Todo un fenómeno que avanzó como reacción al avance del movimiento de mujeres, de la diversidad sexual y antirracista.
Inevitablemente con el avance de estos fenómenos aberrantes de extrema derecha y de sus sectores más militantes surge la pregunta: ¿cómo enfrentarlos y qué papel podemos jugar las mujeres y el movimiento de mujeres en esta pelea?
No cabe duda de que en los últimos años las mujeres y el movimiento feminista hemos jugado un papel en la lucha contra estos fenómenos. Sin ir más lejos, en el Estado español en el momento en que irrumpió Vox institucionalmente el movimiento de mujeres se encontraba en uno de sus puntos más altos.
Sectores del movimiento de mujeres asumía como propias reivindicaciones que cuestionaban las instituciones capitalistas y la profunda relación estructural entre capitalismo y patriarcado. Así el movimiento de mujeres organizado en las asambleas del 8M llevaba como reivindicaciones el cierre de los CIE, abajo la justicia patriarcal, papeles para todas, la apertura de fronteras, contra la Reforma laboral, contra la ley mordaza… Y también cuestionaba fuertemente todos los valores y costumbres del patriarcado en su defensa por la libertad sexual.
Pero si todo este movimiento parecía imparable ¿por qué hoy no está jugando ese papel en el estado Español? ¿Por qué el pasado 8 de marzo el Gobierno llamando “progresista” tuvo la capacidad de prohibir las movilizaciones del 8M apoyándose en la demonización del movimiento que hacía la derecha sin tener una respuesta lo suficientemente masiva? ¿Por qué las asambleas del 8M en las distintas ciudades no están teniendo la fuerza de años atrás cuando la situación que hoy viven millones de mujeres es dramática?
La respuesta es compleja. Es cierto que ha habido una pandemia, algo que no podemos obviar, pero esto no lo explica todo. Un elemento importante para incorporar en este punto es el hecho de que junto a esos fenómenos populistas de derecha surgían también formaciones neorreformistas como Podemos que proponían la consecución gradual de derechos por la vía institucional (no la lucha en la calle) y siempre en los marcos del sistema capitalista, manteniendo las relaciones sociales tal y cómo son hoy. Proponían en síntesis una gestión más “humana” y “decente” del capitalismo. Y esto se traducía en una estrategia de alianzas con los social liberales en el poder, ingresando directamente al gobierno en el caso de Unidas Podemos, subordinado al PSOE.
Estas corrientes reformistas o neo reformistas además intentan capitalizar los distintos movimientos, entre ellos el de mujeres, para fortalecer sus estrategias gradualistas. Lo vimos en su momento con Podemos y el movimiento de los indignados y hoy, a pesar de la diferente situación, lo vemos con Yolanda Díaz que utiliza un discurso feminista social liberal o feminismo institucional. Sin ir más lejos, el pasado mes de noviembre se celebró en Valencia un acto de la posible candidatura de frente amplio liderada por Yolanda Díaz que trataba de reforzar este perfil “feminista” tratando de canalizar ese movimiento hacia su propuesta. En este acto participaron solo mujeres. Junto a Díaz estaban Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra y Fátima Hamed. Pudimos escuchar cosas como “vamos a hacer política feminista y en femenino” “vamos a caminar juntas desde la escucha y el amor” “haremos política de cuidados”... todo un discurso vacío que en sí no significa nada y que además atribuye a las mujeres valores bastante cuestionables, y que tiene como objetivo canalizar ese descontento de las mujeres. Como si las mujeres solo tuvieran que “dialogar” y no luchar contra las patronales, el gobierno, la represión, etc.
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El discurso vacío de “otras políticas” o el que podemos escuchar permanentemente en boca de Irene Montero es presentado ligado a la idea de combatir a la extrema derecha desde los valores que ellas definen como femeninos. El sosiego y la comprensión. Y por supuesto solo desde las instituciones.
Estas opciones políticas tratan de presentarse como una alternativa a la extrema derecha en clave de “mal menor”, una idea que responde a una preocupación real de las mujeres, los migrantes y de los distintos movimientos ante el crecimiento de VOX. Pero, como hemos visto en estos últimos años, no solo no es eficaz a la hora de enfrentar a la derecha, sino que con sus políticas han abierto el camino para la radicalización de la derecha. No podemos detenernos pero habría que recordar la respuesta ante la crisis migratoria en Ceuta, la no derogación de la ley de extranjería, el que no hayan tocado casi ni una coma de la ley mordaza, o el hecho de que voten a una antiabortista, Concepción Espejel, para la renovación del TC son solo algunos ejemplos... O el último ejemplo y más notorio: la aprobación de una reforma laboral que mantiene lo esencial de la reforma del PP, que solo pudo ser aprobada con el “error” de un diputado del PP, y que ha sido aplaudida por Ana Botín y la CEOE.
Y no solo abren la puerta a la derecha, sino que desarman toda resistencia que pueda venir desde los movimientos autoorganizados como el de mujeres, el antirracista, el LGBTI… Hemos visto que el Gobierno en alianza con las burocracias sindicales, con las que tiene muy buena sintonía ha operado y trabajado como un freno en el de desarrollo de cualquier alternativa cuestionadora a este régimen, y a las expresiones más aberrantes del mismo.
Está claro que el Frente de Díaz o cualquier otra opción de “mal menor” no va a frenar a la extrema derecha –tampoco terminar con la crisis que nos golpea viendo la Reforma Laboral que han aprobado- pero entonces ¿qué estrategia tener ante el avance ultraconservador?
El ejemplo de la (no) reforma laboral aprobada hace unos días es muy claro. De un lado, la ministra "feminista" Yolanda Díaz, con una reforma laboral que satisface a las patronales y a Bruselas. Del otro, trabajadoras precarias como Las Kellys denunciando los "bulos" de la ministra, porque su precariedad no va a cambiar con esta nueva legislación.
Hoy, cuando muchas mujeres conscientes de su potencial como esenciales y de los peligros del avance de la derecha comienzan a recomponer sus fuerzas, debemos comenzar a pensar que se potencian las posibilidades de construir un feminismo anticapitalista, antirracista, antimperialista y antipatriarcal opuesto al feminismo neoliberal en todas sus versiones, desde la derecha hasta el progresista y neorreformista.
Esta pelea es parte de la lucha, también, por una izquierda anticapitalista y de clase, que desarrolle la movilización y enfrente las políticas del falso progresismo y a la extrema derecha. |