La actual crisis humanitaria que se vive en el norte del país, ha tenido diversas aristas en su desarrollo como lo son el abandono absoluto por parte del estado, la incapacidad de brindar espacios de resguardo a las personas que migran, la intensificación de las redes de trata y tráfico de personas, las recurrentes muertes en los pasos fronterizos, la vulneración de la niñez, la instalación de campamentos precarios en espacios públicos y el aumento de los delitos violentos, siendo estos últimos los que han generado mayor alcance mediático.

Los graves hechos de violencia ocurridos en el último tiempo, que han conmocionado a la opinión pública, han sido el escenario ideal para que grupos abiertamente xenófobos y racistas den riendas suelta a consignas que deshumanizan la difícil situación que viven cientos de familias que han migrado en precarias condiciones y sorteando todas las dificultades y riesgos que se viven en las fronteras.

A pesar de que las cifras indican que el porcentaje de personas migrantes que han cometido delitos es muy baja en comparación a una inmensa mayoría que no tiene antecedentes penales, por parte del poder ejecutivo se ha montado una estrategia que asocia la migración con delincuencia, donde la prensa y las redes sociales han cumplido un importante rol en instalar los discursos de odio que criminalizan y estigmatizan a la población extranjera, en especial venezolana.

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Desde la dictadura, la ciudad de Arica se ha ligado con el narcotráfico y la trata de personas, y su continuación es la expresión de la eterna ausencia del Estado en los territorios del norte. El tratamiento de la crisis humanitaria ha develado una vez más, la grave crisis social y política por la que atraviesa Chile, un país cada vez más empobrecido y desigual; algo que ya se había hecho visible con la pandemia.

Hacemos un llamado a no hacerse parte de los discursos de odio, racistas y xenófobos, en las recientes movilizaciones regionales que se disfrazan de “anti-delincuencia”. El miedo y el legítimo sentir que exige mayor seguridad para vivir no pueden ser para deshumanizar a las personas que han tenido que migrar producto de la grave crisis que se viven en sus países.

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La región trifronteriza de Arica y Parinacota tiene una larga historia de migraciones entre los países Andinos, y son miles las personas que han encontrado en Chile los medios para subsistir. Hoy más que nunca se hace necesaria la empatía con una población expuesta a la explotación y precarización, y dejar de lado el individualismo que tanto ha fortalecido el sistema neoliberal.

¡Ningún ser humano es ilegal!

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