Bush propone un mayor despliegue de “seguridad” como requisito indispensable para revisar dar solución a las 11 millones de personas que residen en Estados Unidos sin estancia legal.
El paso a paso de la militarización
En primer lugar, plantea aumentar bases y estaciones de la Border Patrol…para combatir al narcotráfico.
El segundo paso es incrementar vigilancia en la frontera con drones, sensores y radares.
En tercer lugar, propone construir más caminos y rampas para botes, para que la Border Patrol pueda llegar a los lugares más remotos de la frontera.
La cuarta medida es impedir que las empresas contraten migrantes indocumentados.
El quinto paso es identificar y deportar extranjeros que hayan ingresado legalmente en Estados Unidos, pero que su visa esté vencida.
Por último, propone tomar medidas contra las ciudades santuario, que no cumplen las leyes de migración.
Según distintos medios, este paquete de medidas tiene un problema: aun es muy general y no explicita claramente qué dónde saldrán los fondos para llevarlo a cabo.
En la última semana de julio, la Cámara de Representantes aprobó el proyecto H.R. 3009, un plan republicano, que ahora está en el Senado para su tratamiento.
Republicanos y demócratas, dos caras de la misma moneda
Lo que separa a Jeb Bush de Donald Trump son meros detalles: no propone como el xenófobo magnate hacerse cargo del gran negocio de construir un nuevo muro en la frontera mexicana-estadounidense, pero sí está por militarizar la región y , aun cuando su discurso no es provocador y ofensivo como el de Trump.
Ya se apaga el eco de sus tímidas promesas de campaña donde anunciaba que si llegaba a presidente buscaría un camino a la legalización de los migrantes indocumentados.
Tampoco se diferencia mucho la propuesta de Bush de la política migratoria implementada por la gestión demócrata comandada por Barack Obama: el actual presidente, que dejó muy atrás las promesas con las que sedujo al voto latino, sigue encarcelando, persiguiendo y deportando a los migrantes que llegan a territorio estadounidense, aun si piden asilo por las peligrosas condiciones de vida que enfrentan en sus países de origen.
Obama, en el último tramo de su administración, no manifiesta la retórica antiinmigrante del ala dura de los republicanos, y esto le permite captar el codiciado voto latino. Sin embargo, en los hechos durante su gobierno avanzó en la militarización de la frontera y tuvo el récord de deportaciones.
Migrantes perseguidos y criminalizados es igual a trabajadores precarizados, o sea, mano de obra muy, muy barata para los empresarios como Trump.
De nueva cuenta se evidencia que los migrantes nada pueden esperar de estos partidos que representan a distintos sectores de los grandes capitales. Demócratas y republicanos tienen como norte la defensa incondicional de las millonarias ganancias de las trasnacionales y de la industria bélica.
Son los partidos de los poderosos quienes con la venta de armas –legal e ilegal, para garantizar – a México y Centroamérica han convertido a la región en un infierno, donde la vida de las y los trabajadores, jóvenes, de las mujeres, de los activistas sociales y los periodistas críticos, como Rubén Espinosa –a merced de las fuerzas represivas y los cárteles del narcotráfico– no valen nada.
La única vía para la conquista de plenos derechos –sociales, políticos, sindicales– para los migrantes pasa por profundizar la unidad que se ha empezado a dar en las calles en lucha por el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora y contra la violencia racial, que tantas vidas cobró a afroamericanos y latinos. |