Pablo Castilla
| Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF
En el aniversario del encarcelamiento del rapero que desató protestas en diversas ciudades del Estado, los problemas sociales y políticos que hicieron estallar el malestar siguen presentes. Hoy recordamos aquella lucha y discutimos sobre los retos que se nos plantean para ganarla.
Se cumple un año de la entrada en prisión de Pablo Hasél. Un año del encarcelamiento de un rapero por cantar contra la monarquía y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Miles de jóvenes salimos entonces a la calle en diferentes ciudades para exigir su libertad. Pero algo se palpaba en el ambiente: no era solo por Hasél.
En Madrid, quienes se manifestaban tuvieron que enfrentar las cargas policiales enviadas por el gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Durante noches, la juventud enfrentamos la represión de los Mossos d’Esquadra en Barcelona, donde los antidisturbios le volaron un ojo a una chica de 19 años con una pelota de foam.
Mientras, los medios de comunicación criminalizaban a los y las jóvenes que protestábamos. Nos tildaban de violentos y se trataba de imponer el viejo consenso de “condena a la violencia”. Ante esta vorágine muchos nos plantamos y les dijimos que la violencia era el futuro al que nos condenaban, dijimos alto y claro “no condeno”, incluso en algunas tertulias televisivas nutridas de defensores acérrimos del status quo con el que queríamos romper.
Sin embargo, la rabia que estalló aquellos días iba mucho más allá del encarcelamiento del rapero. Ver preso a alguien por cantar contra la monarquía impuesta por Franco se combinaba con la situación presente de precariedad que vivimos y con las perspectivas de futuro que no apuntan a ser mejores. El paro juvenil superaba el 40%, las universidades prácticamente cerradas, la imposibilidad de emanciparnos, las restricciones covid o el deterioro de la salud mental, eran el caldo de cultivo del malestar que expresamos.
A su vez, la explosión del descontento también fue una muestra del hartazgo político de una parte importante de nuestra generación. Quienes venían a cambiarlo todo estaban y están gobernando en Moncloa al estilo de siempre. ERC, CiU y JxCat nos prometieron una república social que nunca llegó para después devolvernos a la autonomía, las políticas neoliberales y la represión. Por eso, algunos de nosotros, como mis compañeras de Contracorrent y yo, criticamos contundentemente que la CUP mantuviera su línea de apoyar a los partidos del processisme y negociara la investidura de Pere Aragonès mientras nos reprimían cada noche.
Desde los primeros días, también tratamos de convertir en organización la rabia que se había desatado. Experiencias como la de las protestas del 2019 contra la sentencia dejaron planteada la necesidad de impulsar instancias de autoorganización del movimiento para discutir nuestras demandas y un plan de lucha, evitando que el paso de los días y la represión nos desgastara o que determinadas corrientes políticas actuaran desviaran la fuerza.
Desde Contracorrent, junto a otros jóvenes de los que nos reuníamos tarde tras tarde en las manifestaciones, promovimos algunas asambleas y micros abiertos. Sin embargo, las principales organizaciones juveniles de la izquierda independista, Arran y SEPC, que estaban en mejor disposición de ponerse a la cabeza de levantar espacios de este tipo, se negaron a hacerlo. Seguramente, prefirieran no hacer mucho ruido mientras su formación política de referencia negociaba la investidura del President que mandaba cada noche a los Mossos para disolver manifestaciones.
Un año después ¿qué ha cambiado?
Si hablamos de represión, nada ha cambiado. Hoy sigue habiendo más de 3000 encausados solo en Catalunya y otros cientos en el resto del Estado. Hace una semana organizábamos en la universidad Pompeu Fabra un foro junto a Esquerra Diari con algunos de ellos. Penas de cárcel por participar en manifestaciones, en paralizaciones de desahucios o denuncias por escribir artículos. Mientras la monarquía sigue blindada y el emérito en su retiro dorado. Esta es la democracia “made in Franquismo”.
Mientras tanto el PSOE y UP se niegan a derogar por completo la Ley Mordaza, que como otras herencias de Rajoy solo será modificada parcialmente. La Generalitat dice que no la aplicará, pero sigue militarizando los barrios para efectuar desahucios y personándose como acusación en numerosas causas. Lo mismo el gobierno “progresista” que sigue a la cabeza de esta represión por medio de la Fiscalía y la Abogacía del Estado.
Las situación para la juventud sigue siendo igual de preocupante a nivel educativo, laboral, sanitario, habitacional, climático o sanitario. Las crisis subyacentes que motivaron las protestas por Hasél siguen estando presentes y las políticas que las perpetúan también. Además el avance de la extrema derecha, como se ha mostrado en las elecciones de Castilla y León, no se detiene. Las políticas de derechas del supuesto gobierno de “izquierdas” actuan como caldo de cultivo de malestar y decepción en el que los de Vox y el PP de Casado y Ayuso pueden avanzar.
La reforma laboral de Yolanda Díaz ha revalidado una década de precariedad y pérdida de derechos, garantizando así la temporalidad, parcialidad y sueldos de miseria que tanto afectan a los y las jóvenes. El PSOE y UP han consolidado el rescate a la banca del PP con los 35 mil millones de la SAREB, que supone el 43% del gasto público sanitario en 2021. La ley del ministro Castells y ahora de Subirats pretende mantener una universidad elitizada y abre todavía más la puerta a los intereses de las grandes empresas.
Las tendencias que se advertían entonces se han confirmado: Unidas Podemos ha profundizado su rol de agente del Régimen del 78, y ERC y JxCat siguen en su vuelta al autonomismo y la gestión neoliberal.
Ahora, el gobierno “progresista” hace chantaje a los partidos catalanes con el peligro la ultraderecha igual que hacen aquí las formaciones independentistas del Govern en Parlament, pero todos acaban después reprimiendo manifestaciones contra Vox y la derecha, tal y como pasó en Vallekas en las elecciones madrileñas o en la UAB hace unos meses.
Además, la defensa del imperialismo español por parte de la extrema derecha es compartido por el gobierno “progresista” que envía efectivos al conflicto con Ucrania y destina los Fondos Europeos a las empresas expoliadoras del IBEX 35. Precisamente, las ayudas de Europa son el mejor ejemplo de todos comparten la máxima de proteger el capitalismo: Unidas Podemos como parte del gobierno con el PSOE celebra los fondos NextGeneration con los votos de Vox mientras ERC y JxCat no dudan en volver al autonomismo a cambio de una parte de los millones.
Del malestar a la rabia, la organización y la construcción de una alternativa política
El espíritu de las protestas contra el encarcelamiento de Hasél que reclamaba una salida a la crisis para la juventud, las mujeres, las migrantes y el conjunto de la clase trabajadora sigue vivo. La extrema derecha avanza, pero la disposición de la juventud a enfrentarla también.
Aquellas manifestaciones fueron para algunos su primera experiencia de lucha, y muchas decidieron organizarse. Los y las que lo hacemos en Contracorriente, lo hemos seguido haciendo, realizando varios encuentros estatales y regionales por una juventud anticapitalista, manifestándonos el 8M en Madrid a pesar de las prohibiciones, peleando en las universidades contra la Ley Castells, contra las agresiones homófobas o, recientemente, junto a las y los trabajadores y el sindicalismo combativo, contra el fraude de la reforma laboral.
De las luchas contra Hasel, o antes contra la sentencia y después en nuestros centros de estudio, sacamos aprendizajes importantes como la necesidad de pelear por desarrollar asambelas y organismos de autooganización, combatir a la izquierda del régimen y las diferentes camarillas burocráticas que contienen o desvían luchas como estas y construir una alternativa política desde la izquierda anticapitalista y de clase.
Las políticas que sufrimos tienen responsables políticos así como las cargas policiales que nos envía el gobierno central o la Generalitat. Resulta urgente retomar la movilización en las calles, en los centros de estudio y de trabajo. Y a la vez empezar a discutir dentro de la izquierda una salida política anticapitalista junto a la clase trabajadora para enfrentar la extrema derecha y dar respuesta a las demandas sociales.
Porque apoyar al bloque de Yolanda Díaz que asume la agenda de la derecha y ataca a la clase trabajadora – como en Cádiz – solo allana el camino a Vox. Porque confiar en ERC y JxCat como hace la CUP nos vuelve a llevar al mismo callejón sin salida de autonomismo, represión y políticas neoliberales.