· Estas semanas estuvieron atravesadas por la polémica sobre la colecta del influencer Santiago Mareatea para los bomberos de la provincia de Corrientes.
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· Cuando se mete la grieta se opacan los debates importantes. Reducir la discusión a Maratea/Mercado o Estado es simplificar bastante. O reducir el debate a “Maratea = antipolítica” versus “política = Estado” también es llevarse puestas varias cosas importantes.
· Quedan en un segundo plano dos problemas importantes:
· Es evidente que existe una crisis de representación política en general (no solo en Argentina) y la respuesta de los gobiernos nacional y provincial, en particular.
· La voluntad solidaria que mostró la colecta va más allá de Santiago Maratea y quienes intentan sacar rédito y alientan discursos de antipolítica.
· Mucha gente puso plata de su bolsillo y no quiso que la controlen el gobernador de Corrientes ni el gobierno nacional.
¿Problema o síntoma?
· Más allá de lo que pensemos de Santiago Maratea, parece ser menos un problema y más un síntoma.
· Santiago Maratea es un influencer pero no es simplemente un pibe con un teléfono. Hoy, según cuenta él mismo en entrevistas, tienen manager, tiene un equipo, es una empresa de sí mismo. Él dice que lo que hace no es caridad, que intenta ser solo un instrumento de solidaridad.
· También reconoce que existe un negocio en torno a las redes, que incluso la exposición que le dan las campañas solidarias le permiten ganar dinero.
· Hizo colectas muy conocidas como la Todos con Emmita (para conseguir un medicamento que vale dos millones de dólares) e hizo contratos con empresas como Chevrolet. Después dijo que ya no lo haría más porque era contradictorio.
· Pero más que detenernos en él puede es interesante pensar el ecosistema en el que funciona la influencia de algunas personas. Un influencer es alguien, cuyo capital es su imagen en las redes sociales, y puede provocar que un montón de gente colabore con dinero con causas que ese o esa influencer decide impulsar.
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¿Cómo funciona el sistema?
· Sobre este ecosistema reflexiona el podcast Ocultonas de Danila Suárez Tomé y Mariel Gimenez en su episodio “Gurúes Millennials”. Exploran muchas más capas de este problema, el de “vender” algo que no es material pero tiene mucho valor.
· La socióloga Eva Illouz habla de lo que ella llama “capitalismo emocional”: vender emociones y sensaciones, que posibilita un consumo infinito.
· En ese sistema, la figura del influencer es clave. Venden más que las marcas, en ocasiones son más importantes que la calidad de un producto o, en muchos casos, una idea. En un sentido, se venden ellos mismos.
· La existencia de ese “capitalismo emocional” no significa que haya dejado de existir el capitalismo puro y duro que, en definitiva, es lo que le sigue dando forma a todas las relaciones sociales del mundo en que vivimos.
· Ambos coexisten y las redes sociales, aunque prometieron democracia digital y libertad de elegir, son -además de grandes corporaciones- una parte indispensable de ese ecosistema.
· No hace falta decir que siempre hay dobleces y resquicios en los que las redes sociales son “tomadas” para otras acciones: se crean comunidades, organizaciones, incluso se extienden a acciones en la calle.
· Pero las redes también son lugares donde se reproducen sentidos comunes, ideologías reaccionarias o conservadoras. Algo muy interesante sobre lo que reflexiona el podcast Ocultonas es que mediante los gurúes del bienestar o influencers (incluso solidarios), se construye un consumo que nos hace sentir más cómodos o nos satisface más pero sigue dentro de las pautas sociales (ellas lo llaman “consumo pautado”).
· ¿Cómo funciona? A pesar de sus discursos e incluso cuando apelan a transformar nuestra vida, nunca buscan cambiar las condiciones en las que se reproducen cosas que nos molestan, nos angustian o contra las que peleamos. Un ejemplo de esto son influencers del amor propio vendiendo una marca de ropa o ambientalistas que legitiman con su apoyo políticas extractivistas.
Otras ideas
· Volviendo a Santiago Maratea, incluso si le tomamos la palabra, sus acciones no cuestionan ni proponen modificar de alguna forma las condiciones que generan las situaciones sobre las que él actúa.
· Esto no borra la solidaridad y el sentido de comunidad de toda la gente que aporta a las colectas.
· Los últimos días se multiplicaron los memes que decían “Que Maratea me haga una colecta para pagar el alquiler”, “Que Maratea haga una colecta y pagamos la deuda”, evidenciando que hay muchas causas tan urgentes como cotidianas. Esos chistes, que hacemos y de los que nos reímos todo el tiempo, hablan de la verdadera falla del sistema.
· Como pasa con la mala o nula respuesta oficial a los incendios, con la falta de acceso a la vivienda, el problema no es el Estado ausente, sino un Estado que está privilegiando los intereses de una minoría que tiene todo a costa de la mayoría que no tiene nada y que a pesar de eso, cuando parece que vivimos en un mundo completamente inhumano, muestra toda su humanidad.
· Pero no hace falta conformarse con eso, es posible pensar muchas otras cosas, como una sociedad donde no se mueran bebés porque no pueden pagar un medicamento que vale dos millones de dólares, no haya gente sin casas y casas sin gente o no se destruyan los recursos naturales porque alguien se está beneficiando. |