Un conocido comentarista político, no muy del gusto de la izquierda, ha sostenido desde hace un tiempo en sus videos semanales, que de triunfar Gabriel Boric el texto del programa de gobierno y de la futura carta constitución tenderían a superponerse hasta ser uno mismo.
Esta “intervención” de parte del “poder constituido” sobre el “poder constituyente” ha sido rechazada innumerables veces por las autoridades de la convención y por los futuros integrantes del gobierno electo. Los convencionales incluso no reparan el insistir que el modelo institucional que están proponiendo al país incluirá una disminución sustancial del poder del cual goza actualmente la figura presidencial reemplazándolo por un modelo de autonomías territoriales y un mayor peso efectivo del futuro parlamento.
Basta ver los hechos, sin embargo, para matizar estas exclamaciones de optimismo de los convencionales y las fuerzas políticas que representan respecto al rol del presidente y del futuro diseño institucional que se estaría elaborando, principalmente entre el Frente Amplio y el colectivo socialista. Primero, en el éxtasis del triunfo, se pedía la independencia del presidente y la convención. Luego, cuando las cosas no salen como esperaban o ante los gritos histéricos del empresariado se exige que Boric ponga orden en la convención.
El mismo rol que ha ejercido el presidente electo, Gabriel Boric, da cuenta de la influencia que este ha jugado directa o indirectamente para garantizar que el proceso constituyente se ciña a los lineamientos del futuro gobierno, cuyo éxito en este primer momento se jugará en el plebiscito de salida, contemplado para el mes de agosto de este año en curso.
Pero lejos de una “contienda de competencias” o de una lucha de “personalismos “ por el protagonismo político, como suele calificar estos episodios la prensa, lo que está en juego y los límites al proceso constituyente, están marcados por algo mucho más profundo que una simple disputa de vanidades, por mucho que esta pueda tener un peso relativo en el transcurso de los hechos.
Ampliar la democracia
Los convencionales del Frente Amplio, que hoy ejercen un cierto liderazgo del debate al interior de la Convención, han definido como la madre de todas las batallas el nuevo diseño institucional del Estado, aun a costa de sacrificar la consagración de los derechos económicos demandados por la rebelión. Su propia estratégia, con la que saltaron de la arena estudiantil a la política nacional, siempre impulsó la idea de que para lograr conquistar una sociedad que superara el neoliberalismo la primera tarea consistió en “abrir la democracia” para generar las condiciones para que esa disputa pudiese darse.
La propuesta del FA no es más que una reedición del siglo XXI de la teoría de la “revolución por etapas” ,sin romper el marco de coexistencia pacífica y democrática con la burguesía , que el PC estalinizado impuso desde la 2 guerra mundial hacia esta fecha y que volvió a reeditar en los noventa con la formulación de Neoliberalismo versus democracia, definición que preservan hasta estos días.
A grandes rasgos , la idea de la “Revolución por etapas” consiste en sostener que para avanzar hacia la superación del capitalismo, la clase proletaria debía ir edificando paso a paso los cimientos para que dicha superación pudiese darse. En el caso de los países subdesarrollados , esto consiste en permitir el desarrollo de una burguesía nacional que superarse económicamente al imperialismo y que dotase a dichos países de una institucionalidad democrática que permitiese a las masas populares participar de la política “empujando y presionando por los cambios”.
El Frente Amplio se construyó como una fuerza de izquierda con la pretenciosa ambición de querer dejar atrás el legado del siglo XX. Curiosa manera de aferrarse al dogma más refutado de la modernidad, la fe en el inevitable progreso. Con tal visión lineal de la historia y aferrados a esa idea de que podemos ir resolviendo de a poco los problemas que aquejan a los sectores populares como si la política se tratase de una simple carrera de obstáculos o de un tren que avanza estación por estación hasta llegar a su destino.
En este esquema los problemas más elementales para la población como educación, vivienda, la sequía, los bajos salarios, pueden esperar a ser resueltos después de aprobada la nueva constitución por las nuevas autoridades. Es decir ofrecen que sigamos esperando años de trámites legislativos mientras avanza la sequía y suben los precios, subiendo los arriendos, aumentando la deuda de las familias. Mientras se acentúa la caída del valor del salario y la precarización de la vida, al pueblo solo le queda aguardar un incierto mejor futuro que llegará con el inevitable progreso de la historia.
"Presidencialismo atenuado"
¿Pero cuál es el diseño político que ofrece el Frente Amplio para responder a las demandas de la rebelión? Parados ahora desde la posición de tener que administrar el régimen, tras su triunfo en las últimas elecciones, la falta de claridades para responder con un proyecto político tan poco “concreto” para responder a las demandas de la calle.
Los convencionales han tenido la tarea de coordinar y cuadrar a todos los grupos políticos que conforman la convención, dado que esta pese a la derrota de la derecha , reflejo una fragmentación política en el campo de la izquierda y centro izquierda como consecuencia de la crisis política. Esto no permite al Frente Amplio ser completamente hegemónico en la convención por sí mismo, teniendo que optar por la ayuda de la vieja concertación para mantener cierta gobernabilidad en la convención, en el congreso y en el gobierno.
La fragmentación política , así como la presión de los grandes grupos económicos y la norma de los 2/3, ha profundizado la tendencia a la moderación sobre el debate constituyente que tampoco ha garantizado una conformación de una mayoría estable en la convención. La crisis política que ha generado la rebelión hace sentir sus huellas en el tablero político. Y como dice el refrán “ a río revuelto, ganancia de pescadores”, este escenario de dispersión ha sido aprovechado por quienes cuentan con una mayor cohesión , organización y claridad en sus propósitos, el empresariado chileno, quienes no han desaprovechado la oportunidad de hacer sentir su peso con todas las fuerzas disponibles en el actual debate constituyente.
Pero la presión sobre la convención no sólo la ejercen los empresarios. De manera menos efectiva , pero como un temor que se siente en todo el régimen político, la población hace sentir las enormes expectativas que tienen de que la nueva constitución significará un cambio concreto en sus condiciones materiales de vida.
Para ganar el plebiscito tanto el PC como el Frente Amplio alentaron la idea de que la nueva carta fundamental implicaría una mejora en la educación, acceso a la salud, mejores sueldos y pensiones, preservación del medioambiente entre otras demandas que incitaron la rebelión contra los 30 años de administración neoliberal de la herencia pinochetista.
El problema es que para resolver esto se requiere enfrentar la fuerte negativa del poder económico y empresarial que busca por todos los medios preservar las ganancias que hacen a costa de condenar a la miseria a la población. Como el Frente Amplio cree que la “relación de fuerzas” no permite avanzar más allá de lo que dictan los empresarios, han buscado crear toda una jerga institucional para buscar hacer creer que todo cambiará o que al menos se generarán las condiciones para aquello mientras buscan moderar las expectativas y mantener en la pasividad a la población para que no se involucre activamente en el proceso y alejando así la amenaza de desbordar y hacer enojar a los empresarios.
Así han propuesto un sistema de desconcentración del poder basado en aumentar el número de instancias de elección popular y de fortalecer la cámara de diputados. Incluso se ha planteado que las regiones cobren sus propios impuestos o adquieran deuda, generando la posibilidad de que cada región avance por su cuenta y en la medida de lo posible en la consagración de los derechos que la población reclama desligando al gobierno central de dicho problema. Con la excusa de sacarse encima la burocratización centralista, el diseño actual al supuestamente quitar atribuciones al presidente, esto no necesariamente será progresivo para las clases populares, abriendo la ventana para nuevos fraudes y abusos de los empresarios con las regiones.
El mismo diseño del nuevo parlamento no estará exento de obstáculos. Hasta el cierre de este artículo al Congreso Plurinacional se le sumaría una cámara territorial pensada en entregarle a los barones regionales capacidad de veto cuando sus intereses “regionales” se vean afectados. Constitucionalistas como Atria insisten en que esto son atribuciones acotadas. Pero ante los vacíos que deja el diseño regional y nacional, no sería extraño que las atribuciones de cada institución fueran tan difusas que dieran origen a una serie de querellas por la competencia de cada órgano que en la práctica paraliza cualquier cambio con argucias jurídicas. un escenario institucional tan caótico requerirá de un árbitro para disipar la amenaza de ser sobrepasado. Ese arbitró continuará siendo el presidente de la república.
Boric, El director de Orquesta de la Convención.
En un artículo anterior, escrito ad portas del plebiscito del 25 de octubre y cuando los candidatos presidenciales eran otros, comentamos que en el debate sobre la nueva constitución se había presidencializado. Por la vía del acuerdo por la paz, los contenidos de la nueva constitución se subordinarían inevitablemente a los proyectos políticos ofrecidos en las elecciones.
Así el régimen pudo moderar los programas presentados, poniendo los límites de todo tipo y movilizando a la opinión pública para atacar a los excesos. Incluso la amenaza de un triunfo del fascismo sirvió al relato de que hay que avanzar paso a paso en la medida de lo posible. Así fue como salió electo Gabriel Boric.
Gabriel sostuvo que esperaba ser un presidente que terminase su mandato con menos poder que con el que comenzó. Pero pese a perder ciertas atribuciones, su rol lejos de disminuir se ha visto aumentado.
La señal de colocar a la vieja administración concertacionista en roles tan claves como el ministerio de hacienda o el de relaciones exteriores marcó la pauta de lo que será su gobierno. Una administración más “humana del neoliberalismo”. Así sus convencionales no le queda más que acatar el discurso de ser responsables con la inversión extranjera, es decir con el saqueo de nuestros recursos naturales y el crecimiento, ósea con las ganancias que obtienen los empresarios de nuestra explotación laboral. Será entonces el liderazgo carismático del presidente el que tendrá que mediar entre la negativa de los empresarios en cambiar nada y los deseos de la población de cambiarlo todo. Sabido es que nadie puede quedar bien con dios y con el diablo, por tanto el Frente Amplio juega con fuego con la confianza de que será posible hacer creer a todos que salen ganando. Y aunque las frases rimbombantes digan lo contrario, en solo unos meses hemos pasado de la impugnación del modelo a su aceptación tácita. |